¿Logrará Abe convertirse en el primer ministro japonés más duradero de la posguerra? CSIS

Alfombra Roja: Shinzo Abe

Sonia Ruiz Pérez
 |  29 de septiembre de 2017

La situación es tensa en Japón. El disparo por segunda vez de un misil norcoreano que sobrevoló el espacio aéreo japonés el 15 de septiembre activó todas las alarmas. A medida que las tensiones con Corea del Norte aumentan, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, se muestra inflexible y pretende oponer firme resistencia a Pyongyang. Pero para ello necesita reforzar su gobierno y su legitimidad, para lo que ha convocado elecciones anticipadas para el 22 de octubre. El 28 de septiembre disolvió la Cámara Baja del Parlamento.

Nacido en Tokio en 1954 y politólogo de profesión, Abe proviene de una familia política de alto perfil. Su padre, Shintaro Abe, fue  ministro de Asuntos Exteriores y su abuelo, el primer ministro Nobusuke Kishi, ayudó a supervisar la ocupación imperial de Manchuria. Abe obtuvo su primer escaño en el Parlamento por el Partido Liberal Democrático (PLD o Jiminto) en 1993, en octubre de 2005 ejerció de secretario jefe del gabinete de Junichiro Koizumi y un año más tarde se convirtió en primer ministro. Una serie de escándalos persiguieron a su administración, lo que le obligó a abandonar su cargo en septiembre del año siguiente, aunque alegó que se retiraba por cuestiones de salud. Regresó a su puesto en 2012 y renovó su mandato de manera contundente en las elecciones, también anticipadas, de 2014.  

Abe se ha presentado a sí mismo como una fuerza para la estabilidad en un tiempo en el que los ciudadanos viven con la inquietud sobre posibles nuevos lanzamientos de misiles. Para ello pide la colaboración ciudadana en las urnas. Los comicios tienen lugar más de un año antes del término de la actual legislatura, en la que el PDL y un socio de coalición, Komeito (Partido del Gobierno Limpio), tienen mayoría de dos tercios en ambas cámaras. Abe necesita conseguir de nuevo esta representación para seguir adelante con sus planes de fortalecer las fuerzas armadas y reescribir la Constitución pacifista de Japón, un proyecto al que ha dedicado gran parte de su carrera política. El primer ministro se muestra confiado pero alerta. «Va a ser una batalla dura. En estas elecciones se trata de preguntar al pueblo japonés quién puede proteger su vida y su existencia pacifica», señaló Abe. Y en efecto, parece que lo será. Su gobierno se ha visto afectado por varios escándalos, y algunos consideran que su necesidad de anticipar elecciones no es más que una maniobra para evitar encarar las acusaciones de supuesto favoritismo hacia empresas educativas del país. Esta cuestión ha mermado el índice de aprobación de su gabinete, que se sitúa en un 44% según una encuesta del diario Nikkei. Pese a ello, la convocatoria tiene lugar en un momento de extrema debilidad del Partido Demócrata (PD), en la oposición.

Abe no es el único candidato al gobierno. Aunque el PLD continuaría siendo la fuerza política más votada según los sondeos, la irrupción del nuevo partido de la actual gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, ministra de Defensa durante el primer mandato de Abe, podría arrebatar escaños a todos los partidos. Koike, antigua aliada ahora reconvertida en némesis, y su formación Tomin First no Kai (que en castellano se traduce como Partido Ciudadanos de Tokio Primero), arrasaron en las elecciones a la Asamblea metropolitana de la capital en julio y le arrebataron la mayoría al PLD. Si bien Koike ha rechazado presentarse a las elecciones, su perfil mediático positivo junto con su decisión de dirigir el nuevo partido Kibō no Tō (Partido de la Esperanza) y hacer campaña por sus candidatos, podría frustrar los planes de Abe al atraer a votantes conservadores e indecisos. Asimismo, hoy el Partido Demócrata y el Partido de la Esperanza han convenido que unirán fuerzas. 

 

nikkei

 

Aunque el actual primer ministro ganase las elecciones, si el PLD pierde escaños podría enfrentarse a dudas sobre su liderazgo, en un momento en el que lo último que la región necesita es un Japón consumido por la disfunción política. Si Abe no lograse al menos dos tercios de los escaños de la cámara baja, esta pérdida podría poner en peligro su deseo de renovar para un tercer mandato. Además del desafío norcoreano y la reforma de la Constitución, en la mente del primer ministro está el compromiso de transformar la economía, reconociendo el fracaso de su Abenomics. Como expresó Koike, “económicamente, el mundo está dando un gran paso mientras que la presencia de Japón disminuye gradualmente”. Si el ataque de tres frentes del primer ministro a la deflación hubiera funcionado, Japón no necesitaría nuevas medidas. Ante esto, la promesa de Abe de gastar dos millones de yenes junto con nuevos ingresos tributarios en programas sociales, incluyendo educación y cuidado de niños y ancianos, parece ser hecha en pos de hacerle ganar votos a expensas de apuntalar la posición fiscal del país.

De ser elegido el próximo 22 de octubre, como parece probable, Abe se convertiría en el primer ministro japonés de mayor duración desde la posguerra. Por el momento tiene claros sus objetivos y, pese a todo, las elecciones no parece que vayan a distraer a su gobierno a la hora de responder a las amenazas norcoreanas.

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