Después de más de 30 años de separación, cada vez quedan menos chipriotas que puedan contar cómo era la convivencia entre ambas comunidades. GETTY

Chipre: la normalización de una situación atípica

Alicia García Romero
 |  14 de diciembre de 2017

La isla de Chipre constituye un enclave estratégico situado cerca de las costas de Líbano, Turquía y Siria. Su carácter insular la erige como puente entre dos continentes, lo que la convierte en objeto de intereses políticos, económicos y militares. Es la tercera isla más grande del mediterráneo y cuenta con 1,1 millones de habitantes. Si bien formalmente constituye una única entidad política, desde 1983 está dividida en dos.

Bajo el dominio del Imperio otomano, Chipre fue cedida al Imperio británico en 1878 por la Convención de Estambul. Después de casi un siglo de colonización, la isla alcanzó la independencia en 1960, aunque los británicos condicionaron su retirada a mantener su presencia en el mediterráneo oriental. Así, Reino Unido mantuvo bases militares en la isla, utilizadas para sus operaciones en Oriente Próximo.

Los problemas de Chipre no hicieron más que comenzar. Al conflicto de descolonización le siguió una guerra civil de tintes étnicos que alcanzó su apogeo en el invierno de 1963-64,  con casos de limpieza étnica, desplazamiento de poblaciones y abandono de propiedades. El aumento de la violencia motivó el despliegue de 8.000 cascos azules de la ONU.

La comunidad griega de la isla, por un lado, proponía la enosis: unión de la isla con Grecia. La comunidad turca, por otro, defendía la taksim: partición de la isla en dos y así evitar permanecer en minoría dentro de un Estado griego, abogando por una independencia dentro de la independencia.

El golpe de los coroneles en Grecia en 1967 convirtió la posibilidad de la enosis en factible. Pero el arzobispo Makarios III, jefe del Estado chipriota, si bien a favor de la enosis se opuso a la intervención griega. Esto produjo su derrocamiento en 1974, empeorando la situación. Ante la amenaza de una actuación griega, los turcos procedieron a la invasión de la región septentrional de la isla en la llamada operación Atila, condenada por el Consejo de Seguridad.

En 1983 se instauró la República Turca del Norte de Chipre, ocupando el tercio norte, que declaró de manera unilateral la independencia, dando pie a la partición de facto de la isla. Desde 1985 cuenta con su propia Constitución. Pero con la excepción de Turquía, carece de reconocimiento internacional. La lira turca es la moneda oficial y cuenta con una población de unos 300.000 habitantes.

 

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Como división se estableció la línea verde, frontera militar de 180 kilómetros que atraviesa Nicosia mantenida por los cascos azules de la ONU. En muchas zonas, la frontera está conformada por muros de sacos terreros, alambradas de espino y bidones de latón. La parte meridional, la República de Chipre, se rige por la Constitución de 1960, ingreso en la Unión Europea en 2004 y usa el euro desde 2008. Su población es de unos 800.000 habitantes.

En el norte, las universidades internacionales constituyen la principal vía de financiación, además de las ayudas de Turquía y los casinos que atraen a ciudadanos turcos que no pueden jugar en su país, donde el juego está prohibido. La isla cuenta con una gran presencia de extranjeros, tanto jubilados como fuerza laboral. También constituye un popular destino para la realización de matrimonios civiles.

 

Cementerio de diplomáticos

Desde 1964 tiene lugar una de las misiones de mantenimiento de paz más largas de la ONU. Chipre es la cuna de los procesos frustrados de diálogo, además de un cementerio de diplomáticos.

Los turcochipriotas, alrededor de un 15% de la población de la isla, se hicieron con un 37% del territorio. Unos 150.000 grecochipriotas fueron desplazados hacia el sur y unos 40.000 turcochipriotas hacia el norte, sin haberse dado compensación económica alguna por la pérdida de propiedades.

Desde el inicio del conflicto han tenido lugar innumerables esfuerzos diplomáticos, nacionales e internacionales, abogando por la unidad pacífica. Pero la situación geográfica de la isla –su  proximidad al canal de Suez–, los intereses opuestos de Grecia y Turquía y las motivaciones geoestratégicas de actores como Reino Unido o los lazos de la Iglesia Ortodoxa rusa y griega impiden una resolución exitosa de esta atípica situación, entre otros obstáculos.

En 2001, ante la potencial adhesión de Chipre a la UE, Turquía amenazó con anexarse el norte. Las amenazas sirvieron de poco: la República de Chipre entró en la UE el 1 de mayo de 2004 sin haber llegado a un acuerdo sobre la resolución del conflicto. Debido a ello, en la parte septentrional de la isla no se aplican las garantías de la UE. El estatus no reconocido de la administración del norte respalda la violación de los Derechos Humanos de aquellos desplazados internos de 1974 que han perdido el acceso a sus viviendas.

En 2004 tuvo lugar un referéndum sobre el plan de unificación Annan V de la ONU. Fue apoyado por los turcochipriotas, pero rechazado por los grecochipriotas, que lo consideraban más cercano a los intereses turcos, ya que obviaba, entre otras cuestiones candentes, la relacionada con los colonos turcos.

Tras la crisis de 2012, las preocupaciones económicas –desempleo e inflación– han ido dejando de lado el problema político. El conflicto no es violento y la situación se ha normalizado.

 

Enésima oportunidad

En julio de este año tuvo lugar en Cransmontana un intento de acuerdo que de nuevo se vio frustrado, pes a la sintonía entre los líderes de ambos bandos. La negociación fue auspiciada por la ONU, que apuesta por un Chipre reunificado bajo la fórmula de una federación bicomunal con una única soberanía. Este intento de volver a las negociaciones se da en el marco de las elecciones presidenciales del próximo año en la República de Chipre.

Las garantías de seguridad resultan un asunto controvertido, pues el gobierno grecochipriota pide la retirada de los 35.000 soldados turcos del norte, que para los turcochipriotas constituyen su garantía de pervivencia frente a la supremacía griega.

Además, colonos turcos llevan años instalándose en la isla ante las facilidades ofrecidas por Turquía, lo cual varía composición demográfica de la zona. No se sabe qué número alcanzan debido a la falta de cifras oficiales. Muchos turcochipriotas denuncian, incluso, una tendencia hacia la islamización de la región, fruto de la política turca de transformación cultural. Muchos temen que esto los separe aún más de sus vecinos.

Y es que después de más de 30 años de separación cada vez quedan menos chipriotas que puedan contar cómo era la convivencia entre ambas comunidades. Las nuevas generaciones han crecido sin contacto lo que, unido a la falta de una identidad nacional chipriota –las diferencias de religión e idioma no ayudan–, dificulta la voluntad de construir un proyecto político común. Por ello resulta necesario construir una identidad híbrida capaz de unir a los isleños. Los dos bandos deberían ser capaces de representar (y representarse) a la nación de un modo étnicamente inclusivo si de verdad quieren alcanzar la reunificación.

El descubrimiento de yacimientos de gas al sur de la costa chipriota ha generado una nueva fuente de tensiones. El gobierno del norte exige participar en la explotación de unos recursos que pertenecen a toda la isla. Asimismo, tanto Grecia como Turquía reaccionan a los asuntos de Chipre como si se tratase de asuntos internos, tutelando y limitando las capacidades de la isla para actuar por iniciativa propia.

Algunas propuestas para desbloquear las negociaciones pasarían por cambiar la perspectiva de seguridad, apostando por un enfoque centrado en medidas preventivas sostenibles y viables, incluyendo la seguridad humana, económica y social. La mayor dificultad reside en el grado de normalización que ha alcanzado la situación. La cercanía de las próximas elecciones en la República de Chipre y la aparente sintonía entre los líderes de ambas partes podrían cambiar el desarrollo de los hechos, siempre que haya suficiente voluntad política.

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