Crisis fría en Ucrania, debate caliente en la OTAN

 |  3 de septiembre de 2014

La Alianza Atlántica ha estado buscando una nueva razón de ser que eliminara las dudas sobre la necesidad de su existencia desde que la Guerra Fría se dio por terminada. Ucrania le ha dado esa razón, pero lo ha hecho de modo tan inesperado que obliga a sus Estados miembros a superar con urgencia desacuerdos que llevan años sobre la mesa, y especialmente el de quién paga cualquier aumento de recursos.

Dice el Financial Times que la cumbre bianual que la OTAN celebra en Cardiff (Gales) los días 4 y 5 de septiembre será una de las más importantes en sus 65 años de historia.  Y eso que se esperaba un encuentro de trámite.

No hay dudas sobre cuál será el primer punto del debate: la amenaza que pende sobre Ucrania, que ya no tiene control sobre Crimea y corre el riesgo de ver aún más zonas al este en manos de Rusia. Marcar territorio en el episodio ucranio es esencial para la OTAN porque ha revelado la capacidad –y sobre todo la decisión de Rusia– de replantear la reorganización de fronteras que se derivó del desmembramiento de la URSS, un ajuste que todos consideraban cerrado. Aunque las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea dañan a los rusos, Moscú ha dejado claro que vale más el valor político de demostrar “quién manda aquí” que las complicaciones económicas que puedan surgir.

En realidad, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, llevaba años dando pistas de su malestar por los movimientos de la OTAN hacia el Este, pero nadie dio importancia a sus advertencias. Ni siquiera cuando en 2008 Moscú entró en guerra con Georgia por Osetia del Sur. Rusia era un oso dormido y nadie pensaba que fuera a despertar.  Incluso tras la entrada en ebullición de Ucrania, la Aliana ha sido muy modesta en la respuesta, y se ha mostrado plagada de dudas.

El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, ha anunciado que en Cardiff se lanzará un Plan de Acción Rápida para realzar la capacidad de respuesta de la Alianza. Supondría la creación de una fuerza facilitada rotatoriamente por los Estados miembros y compuesta por varios miles de soldados de tierra, mar y aire (no se han precisado cuántos, pero se maneja la cifra de 4.000). Esta fuerza sería capaz de desplegarse en un plazo muy breve e implicaría la preparación de instalaciones de recepción a esas tropas en los países miembros, así como el emplazamiento previo en ellas de equipamiento y suministros, mejorando para ello las infraestructuras nacionales de puertos y aeropuertos si fuera necesario. “Esta fuerza podrá viajar ligero, pero golpear duro”, ha dicho Rasmussen.

Pero estar tan preparado requiere más recursos, la piedra con la que topan todos los debates en el seno de una OTAN que muchos consideran moribunda desde hace años: “En Gales, espero un compromiso”, ha dicho Rasmussen.

Como apunta Daniel Keohane, director de investigación en FRIDE, hay dos tensiones interrelacionadas en el seno de la organización: una es operativa, y hace referencia a la capacidad de la OTAN para cumplir con su misión defensiva más allá de su territorio; la segunda es transatlántica y se refiere a quién debe hacer qué. EE UU lleva años “protestando” por ser quien afronta los mayores riesgos y también la mayor carga económica en la Alianza (aporta el 75% de su presupuesto). Pero el debate se repite también a nivel intraeuropeo, con Francia y Reino Unido mucho más activos que otros países en la organización. En Cardiff, está claro a qué capital se va a incriminar más en este sentido: “Alemania debería atreverse a soportar mayor responsabilidad internacionalmente”, ha reconocido el propio ministro alemán de Asuntos Exteriores, Guido Westerwelle, esta semana a sus embajadores en Berlín.

En Ucrania, los 28 socios de la Alianza quieren evitar sobre todo una intervención militar. Por eso en su plan la Alianza ha evitado referencias al estacionamiento permanente  de tropas en el Este, algo que países como Polonia llevan mucho tiempo pidiendo y que otros Estados como Alemania rechazan. El Acta Fundacional OTAN-Rusia de 1997 y el Tratado de Fuerzas Armadas convencionales en Europa prohíben nuevos despliegues de tropas permanentes. Pero no está claro que esa delicadeza en la denominación vaya a  dejar conforme a Putin, que no obstante tampoco ha hecho mucho por respetar (al menos en Crimea) la soberanía territorial de la que también hablan los acuerdos existentes.

Según el Financial Times, el Plan de Acción Rápida ha sido cuidadosamente negociado con los embajadores de la Alianza en Bruselas, pero muchos temen que en la cumbre quede convertido en poco más que “acrobacia lingüística” con poca sustancia.

En Política Exterior, el experto del German Marshall Fund Mark C. Fischer se ha mostrado partidario de enviar un mensaje inequívoco a Rusia con el estacionamiento permanente de tropas en la zona y un amplio compromiso suscrito por los aliados clave: EE UU, Francia, Reino Unido y Alemania.

Afganistán, el Ejército Islámico (EI)… Rasmussen ha recordado que, si bien Rusia demanda atención desde el Este, al sur hay un buen conjunto de países inestables y una violencia sectaria galopante. Pero el de Ucrania será el debate estrella en Gales. Porque entronca con el problema de fondo (los recursos y su coste) y porque hace muchos años que la organización no encontraba una crisis tan fría, tan a su –supuesta– medida.

 

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