Diez películas de 2014 que quizá deberías ver

 |  22 de febrero de 2015

Cada año el cine encuentra en la realidad política internacional historias, personajes y escenarios con los que amasar buenas películas. Obras de ficción y documentales son ya reconocidos como fuentes de conocimiento e interpretación de grandes y pequeños problemas internacionales. Hacemos un repaso de diez películas de 2014 que tal vez permitan entender, un poco mejor, un mundo rico y complejo.

 

Leviatán, dirigida por Andrey Zvyagintsev (Rusia)

Para entender la película de Zvyagintsev primero hay que verla y luego seguir la polémica que ha despertado dentro de Rusia y en la prensa internacional. Esto último es lo que ayuda a contextualizar Leviatán en la Rusia de Vladimir Putin. El director ha montado su obra eligiendo minuciosamente todos los elementos. El título: Leviatán, el monstruo bíblico de inmenso poder frente a la pequeñez del individuo y su libertad. La localización: Zvyagintsev podría haber rodado en cualquier lugar de Rusia, pero ha elegido la inhóspita y ártica localidad de Teriberka, en el mar de Barents. Y a partir de aquí el angustioso y desesperanzador periplo de Kolya. Nadie sale bien parado, empezando por su protagonista. Pero tampoco el poder local, ni la justicia, ni la policía ni, mucho menos, la Iglesia Ortodoxa. Y aquí está el origen de la ira que ha despertado Leviatán en el aparato de poder de la Rusia de Putin. Cuesta entender que la película se rodara con un 30% de presupuesto del ministerio de Cultura de Rusia y que haya sido elegida por el propio comité ruso encargado de las nominaciones a los Oscar como mejor película extranjera. Premiada en el Festival de Cannes como mejor guión y ganadora de un Globo de Oro, la polémica sitúa a Leviatán al borde de la estatuilla dorada. Leviatán se estrenó en Rusia en febrero, en una versión “adaptada” en la que se han eliminado escenas consideradas “obscenas”.

 

El francotirador, dirigida por Clint Eastwood (Estados Unidos)

“A pesar de toda su retórica patriótica, El francotirador no es una lección moral, sino una tragedia”, afirma el crítico estadounidense J. Hoberman. La tragedia de un imperio machacado por las miserias de una guerra interminable, se llame Vietnam, Afganistán o Irak. En la historia de Chris Kyle, el francotirador más letal en la historia del ejército estadounidense, están ausentes el cambio y la esperanza. Kyle debe marchar una y otra vez al frente de batalla hasta que el frente de batalla marcha sobre él. Resulta en cierto sentido irónica la popularidad de esta película (comparable a la que en su día disfrutó El sargento York (1941), sobre otro héroe bélico) a la luz de la presidencia de Barack Obama, que abogaba por un cambio en la relación del imperio con la guerra. Quizá sea que los republicanos están de vuelta. La exaltación guerrera en torno a El Francotirador recuerda, salvando las distancias con ironía, a la que rodea a otro francotirador, héroe de guerra nazi (interpretado por Daniel Brühl), en Malditos bastardos. La diferencia está en el poso de tristeza que deja la película de Eastwood. Cinematográficamente hablando, el largometraje no está entre los mejores del maestro: se acerca más a Invictus que a Sin perdón. Sin duda, la película habría ganado en riqueza y hondura, aunque tal vez no en popularidad, si Eastwood hubiese ahondado en la traumatizada psique de su protagonista. “Incluso podría haber sido Centauros del desierto”, añade J. Hoberman.

 

Citizenfour, dirigida por Laura Poitras (EE UU, Alemania)

En enero de 2013, Poitras comenzó a recibir correos electrónicos cifrados firmados por un tal Citizenfour, quien aseguraba tener pruebas de programas de vigilancia ilegales dirigidos por la Agencia de Seguridad Nacional de EE UU (NSA) en colaboración con otras agencias de inteligencia de terceros países. Cinco meses más tarde, junto a los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill, Poitras volaba a Hong Kong, cámara en mano, para la primera de sus muchas entrevistas con el informante. “My name’s Ed Snowden, I’m 29 years old. I work for Booz Allen Hamilton as an infrastructure analyst for the NSA in Hawaii”. El resto es historia.

 

The look of silence, dirigida por Joshua Oppenheimer (Dinamarca)

Continuación de la magistral y perturbadora The act of killing, Oppenheimer continúa su viaje hacia el infierno de las purgas anticomunistas en Indonesia (se estima que fueron asesinadas medio millón de personas entre 1965 y 1966), en esta ocasión acompañando a las víctimas del genocidio, no a los verdugos. De la primera, estrenada en 2012, Werner Herzog dijo no haber visto en al menos una década una película tan “potente, surrealista y terrorífica”. El hercúleo trabajo del director estadounidense sirve como una especie de comisión de la verdad en un país donde no ha habido justicia para las víctimas y sí honor para los verdugos. “Quería sumergir al espectador en el silencio impuesto a los supervivientes”, ha dicho Oppenheimer, declarado persona non grata en Indonesia.

 

Timbuktu, dirigida por Abderrahmane Sissako (Mauritania)

Primera película mauritana nominada a los Oscar, su origen se remonta a 2012, cuando una pareja fue lapidada en Malí por no estar casada ante Dios. La noticia pasó desapercibida para los medios de comunicación occidentales, pero no para Sissako. Ese año varias ciudades del norte de Malí, entre ellas Tombuctú, patrimonio de la Humanidad, cayeron en manos de tuaregs y los islamistas radicales de Ansar Dine, apoyados por Al Qaeda, que impusieron de inmediato la sharia (ley islámica) en una sociedad mayoritariamente moderada. Sissako muestra cómo cambia la vida para los ciudadanos de a pie, obligados a acatar unas rígidas normas fundadas en una interpretación integrista del Islam, que ve en cada acto cotidiano la sombra del haram (pecado).

 

Relatos Salvajes, dirigida por Damián Szifrón (Argentina)

Los argentinos son únicos para retratar las contradicciones y problemas de su país, también las esquizofrenias e histerias que de una forma u otra se derivan de un sistema y una clase política a punto siempre de perder el control. Humor, ironía, amargura, poesía y unas interpretaciones extraordinarias en uno de los mejores cines iberoamericanos, herederos de una tradición literaria y dramática reconocidas mundialmente. En Relatos Salvajes está todo eso. Sus seis episodios se articulan de manera hilarante en torno a problemas como la corrupción, la violencia, la indefensión, incluso el resentimiento social, reflejo de un país tan civilizado como bárbaro. Cualquiera de los relatos sorprende por su originalidad y crudeza, pero el último, que incluye una parodia de la comunidad judía argentina, es insuperable.

 

El hombre más buscado, dirigida por Anton Corbijn (Reino Unido)

A partir de una novela de John Le Carré de 2008, el holandés Corbijn muestra las inconsistencias, también las ilegalidades, de la lucha contra el terrorismo islamista por parte de los servicios secretos occidentales (en este caso, americanos y alemanes). El relato sigue el ritmo y la estructura de las clásicas películas de espionaje. Situada el contexto post 11-S, el agente Bachmann, interpretado por Philip Seymour Hoffman, investiga la comunidad islámica de Hamburgo, por donde pasaron algunos de los autores de los atentados a las Torres Gemelas. En este caso el sospechoso es un refugiado checheno, considerado terrorista por Rusia. Más allá del individuo, la historia se adentra en las conexiones financieras y transnacionales de las redes del yihadismo internacional.

 

Selma, dirigida por Ava DuVernay (Estados Unidos)

El verano pasado, las muertes de dos afroamericanos ­­–Eric Garner en State Island y Michael Brown en Ferguson– a manos de policías blancos reabrieron la cuestión racial en EE UU. En ambos casos, jurados populares absolvieron a los policías, provocando una ola de protestas y manifestaciones (con alguna que otra barricada) a lo largo y ancho del país. El último número de Foreign Affairs se titula The Trouble With Race y en él se recuerdan estas palabras de Obama: “There’s not a black America and white America and Latino America and Asian America; there’s the United States of America”. No parece el caso. Los discursos del llamado primer presidente posracial de EE UU a veces recuerdan a los de otro gran orador, Martin Luther King, símbolo de la lucha por los derechos civiles de los años sesenta. Sobre uno de los hitos de esa lucha trata Selma: las marchas hacia Montgomery, capital de Alabama, desde la pequeña ciudad de Selma, demandando el derecho de voto para los negros, recreadas por DuVernay con algunas licencias históricas. De hecho, la directora no pudo utilizar las verdaderas palabras de King, pues los derechos de propiedad de sus discursos pertenecen a Steven Spielberg, quien estaría en proceso de preparación de un biopic del premio Nobel de la Paz de 1964.

 

Diplomacia, dirigida por Volker Schlöndorff (Francia)

Este drama, basado en hechos históricos, trata sobre los intentos del cónsul sueco Raoul Nordling de impedir la ejecución de la orden de Hitler de volar los principales monumentos de París al final de la Segunda Guerra mundial. La noche del 24 al 25 de agosto de 1944, el destino de la capital francesa está en manos del alemán Dietritch von Choltitiz, general y gobernador militar de París, con quien se reunirá Nordling. Este deberá hacer uso de todos los instrumentos diplomáticos, en un duelo psicológico y verbal, para convencer al general nazi de que no obedezca las órdenes del III Reich. ¿Hasta qué punto el recurso a los mecanismos diplomáticos en plena guerra es capaz de evitar catástrofes? La diplomacia, en su estado más noble.

 

Dos metros de esta tierra, dirigida por Ahmed Natche (Palestina)

El poeta palestino Mahmud Darwich escribió que una vez que hubiese muerto, tan solo necesitaría “dos metros de esta tierra” para descansar. Fallecido en el exilio en 2008, sus restos se trasladaron a una colina en Ramala, donde actualmente se celebra un festival de música popular. Natche, director hispano-palestino, nos hace testigos, a través de actores no profesionales, de los preparativos del concierto durante una tarde de verano, y de las relaciones que se establecen entre técnicos, artistas, productores y periodistas; todo ello, con el objetivo de retratar la vida cotidiana en Palestina y las consecuencias menos conocidas de la ocupación.

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