Elecciones en India: los retos principales

 |  17 de abril de 2014

Los datos de las elecciones generales de India son abrumadores. En la democracia más grande del mundo, 815 millones de electores votarán en 35 estados y territorios para elegir a sus 543 representantes en el Lok Sabha. Los comicios, que empezaron el 7 de abril, terminarán el 12 de mayo. Los candidatos principales son Rahul Gandhi, del Partido del Congreso, y el nacionalista hindú Narendra Modi, del Bharatiya Janata Party (BJP). ¿Cuáles son los principales retos a los que el ganador deberá hacer frente?

1) Un electorado con nuevos valores. La religión o la pertenencia a la misma casta han sido, en el pasado, las claves de la identidad política en India. Pero esto puede estar cambiando. Tras dos décadas de crecimiento económico, las nuevas clases medias alcanzan entre un cuarto y un tercio de la población del país. Al igual que los indios jóvenes (la mitad del país tiene menos de 26 años), este electorado valora la  gestión de la economía y la ausencia de corrupción por encima de factores identitarios. Así lo atestigua la popularidad del partido anticorrupción Aam Admi y el desgaste del Partido del Congreso, que tras diez años en el poder acumula numerosos escándalos de corrupción. La violencia de género también se ha convertido en un tema polémico, como muestra el clamor que desencadenó la violación en grupo y el asesinato de una estudiante india en Delhi a finales de 2012. Hasta entonces, la impunidad en estos casos era rutina.

2) Tensiones religiosas. A pesar de todo, aún es pronto para decretar la llegada de la posmodernidad. Aunque el 80% de India es hinduista, su 14% de ciudadanos musulmanes constituyen la tercera mayor comunidad islámica del mundo, por detrás de Indonesia y Pakistán.  India hace gala de un particular laicismo que acepta distintos credos (cristianos, budistas y jainistas también constituyen importantes minorías) y permite que rijan gran parte de la vida privada y pública del país. Pero la relación entre hinduistas y musulmanes es tensa. Desde la partición de la antigua colonia británica a lo largo de líneas religiosas, los musulmanes que permanecieron en India han sufrido múltiples masacres.

Esta violencia ha pasado a primer plano al convertirse Modi en el favorito para ganar las elecciones. El político del BJP era gobernador del Estado de Gujarat cuando una serie de enfrentamientos entre las dos comunidades se saldaron con la vida de 1.000 musulmanes, 18.000 casas destruidas, y 200.000 desplazados. Modi permaneció de brazos cruzados, y se especula que alentó la pasividad de las fuerzas de seguridad estatales. Nunca ha pedido perdón.

3) Crecimiento económico. A pesar de ser un BRIC, aspirante a miembro permanente del Consejo de Seguridad y potencia nuclear, India permanece lastrada por la miseria. Uno de cada tres niños que sufre malnutrición en el mundo vive en India, al igual que uno de cada cuatro diabéticos. Más de un tercio de las mujeres del país son analfabetas. En India viven 14 millones de personas en condiciones de esclavitud, entre la mitad y dos tercios de la población mundial. La esperanza de vida al nacer está más cerca de la de Yemen que de la de China.

India necesita crecer a un ritmo superior al 5% para no generar más paro y miseria, y mantener ese ritmo cada vez resulta más difícil. Pero el crecimiento elevado tampoco es la panacea. Ha generado más desigualdad, beneficiando a las nuevas clases medias en centros informáticos como Bangalore antes que a los habitantes de los slums. Ocho de cada diez indios se muestran insatisfechos con el estado de la economía.

La candidatura de Modi también convierte la economía en un tema candente. Bajo su mandato, Gujarat experimentó una media anual de crecimiento del 10%. Modi ha sabido poner su Estado en el mapa, convirtiéndolo en sede de importantes foros multinacionales  y en un modelo de desarrollo liberal elogiado por economistas de la talla de Jagdish Baghwati. Pero un reciente debate entre Baghwati y Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, pone sobre la mesa los límites del modelo de desarrollo de Gujarat. Sen es conocido por su estudio del modelo de desarrollo de otro Estado indio, Kerala, que a pesar de su relativa pobreza ha alcanzado índices sorprendentes de desarrollo humano gracias a un gobierno que aplica políticas de bienestar de forma activa. Un estudio del reputado Raghuram Rajan, recientemente nombrado gobernador del Banco Central de India, delega al Estado de Gujarat a la categoría de “menos desarrollado”, en tanto que Kerala se mantiene a la cabeza del país.

4) Presión demográfica. India, con sus más de 1.200 millones de habitantes, pronto se convertirá en un país mayoritariamente urbano. Eso significa que 300 millones de indios emigrarán del campo a la ciudad a lo largo de los siguiente 25 años. Para una democracia que, a diferencia de China, no puede restringir este proceso, las consecuencias del fenómeno pueden ser desastrosas. Ya lo han sido en ciudades como Bombay, donde la principal reivindicación de los habitantes de slums es el derecho a defecar en condiciones higiénicas. El Banco Mundial estima que nueve de cada diez habitantes de un slum ni siquiera tiene acceso a un aseo con agua corriente.

El aumento de la población también presenta problemas en términos de recursos naturales. En los últimos años, las sequías y la adopción de algodón genéticamente modificado de Monsanto han condenado a los agricultores del norte de India, entre los que se ha extendido una ola de suicidios. Si la población del país aumenta y el calentamiento global sigue su curso, esta situación no hará más que empeorar.

5) La insurgencia naxalita. En 2010, Manomhan Singh, primer ministro desde 2004, declaró la insurgencia que opera en el corredor rojo del este del India la “mayor amenaza” a la que hace frente el país. No exageraba: ese mismo año, las fuerzas de seguridad fueron emboscadas por los rebeldes en Dantewada y perdieron a 73 hombres. Lo sorprendente es que el conflicto, que ha causado miles de muertos y millones de desplazados, apenas acapara atención fuera del país. Aunque la insurgencia comenzó hace cuarenta años como un grupo de inspiración maoísta, en las últimas décadas ha obtenido el apoyo de los adivasi, indígenas del este de India cuya tierra con frecuencia se ve amenazada por proyectos de minería. Pese a que no presenta un riesgo existencial para el conjunto del país, la insurgencia mantiene su pulso contra el gobierno. El último atentado tuvo lugar el 10 de abril, cuando la insurgencia destruyó un jeep del ejército, matando a los dos soldados que lo conducían.

6) La relación con Pakistán. El enfrentamiento perenne entre Delhi e Islamabad ha causado cuatro guerras desde la partición del subcontinente en 1947. Aunque una quinta es improbable, la relación entre los dos países continúa siendo motivo de inquietud. Se trata, en el mejor de los casos, de una paz armada, motivada por la existencia de arsenales nucleares a ambos lados de la frontera. Hay analistas que consideran el conflicto entre los dos países más peligroso que el régimen Corea del Norte, en tanto que combinan una enemistad profunda con vectores nucleares volátiles. Las reivindicaciones territoriales indias en Cachemira suponen una constante fuente de tensión, tanto con Pakistán como con China. Con la OTAN retirándose de Afganistán, el país pronto se consolidará como un campo de batalla entre Delhi, que emplea la ayuda al desarrollo para atraer al gobierno afgano, e Islamabad, que necesita un régimen afín en Kabul para obtener profundidad estratégica. Como de costumbre, el gran perdedor de esta lucha encubierta será el pueblo afgano.

 

 

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