No solo las elecciones presidenciales desatan la violencia en Kenia, un Estado altamente descentralizado. GETTY

Elecciones locales en Kenia: ¿cómo evitar la violencia?

Murithi Mutiga
 |  5 de julio de 2017

El condado de Narok es una de las regiones económicamente más importantes de Kenia, cuna de santuarios de vida salvaje como la reserva mundialmente famosa Maasai Mara, vastas plantaciones agrícolas, y autovías conectando la costa este africana con el interior. A su vez, Narok es uno de los condados keniatas de los que se espera unas elecciones en agosto marcadas por una dura competición, potencialmente violenta, bajo un sistema de gobierno descentralizado que confiere unas cuotas considerables de poder y recursos a los administradores electos a nivel condal.

Si bien la encarnizada carrera por la presidencia está aglutinando todas las atenciones, el voto regional y local estará duramente perseguido y merece mayor atención por parte del gobierno y de sus socios internacionales. Como anota un nuevo informe de Crisis Group, el uso político de la violencia para influenciar el voto a escala condal y las dañinas consecuencias derivadas de un sistema electoral para elegir gobernador de condado basado en que “el ganador se lo lleva todo” podrían ocasionar brotes significativos de violencia.

 

Descentralización y disputa étnica

Kenia adoptó una nueva Constitución en 2010 como respuesta a las semanas de violencia que siguieron a las elecciones presidenciales de 2007. Más de mil personas fueron asesinadas, y cientos de miles desplazadas. La nueva Constitución buscó remodelar sustancialmente el gobierno y reducir la concentración de poder y recursos en la presidencia. El objetico era distribuir el poder clientelar del que disponen los presidentes de forma más ecuánime, y con ello dar término a las batallas “todo o nada” por el liderazgo nacional que contribuyeron a generar elecciones violentas en el pasado.

La nueva Constitución creó y financió 47 nuevos condados como centros primarios de poder descentralizado, dirigidos por gobernadores elegidos y asambleas de distrito. Las administraciones de los condados reciben hoy día al menos el 15% de todos los ingresos públicos para gestionar los asuntos locales. Los jefes de condados nombran gabinetes encargados de los servicios, incluyendo educación básica, servicio de salud, agricultura y mantenimiento de la infraestructura local. Controlan un presupuesto de millones de dólares con un margen amplio de competencias para decidir cómo colocar los fondos.

Siendo las élites keniatas conscientes del grado de influencia y recursos que conlleva el cargo condal, ahora se esperan unas elecciones más reñidas que las de 2013. Muchas figuras nacionales, incluyendo anteriores candidatos presidenciales y al menos media docena de senadores, se han presentado para los puestos de gobernador. Con muchos condados divididos por razón religiosa, étnica y subétnica, existe una extendida preocupación de que los candidatos jueguen la carta comunal y exacerben así las tensiones y la violencia política.

 

Signos de alerta

Las nubes negras que se acumulan sobre Narok son parcialmente nacionales. El condado es un campo de batalla clave en el enfrentamiento entre el gobernante Partido Jubilee y la opositora Súper Alianza Nacional (Nasa). Ambos están invirtiendo mucho en las carreras por la presidencia y la gobernación.

Pero el problema es también local. La Comisión Nacional de Kenia para la Cohesión e Integración (NCIC), una agencia gubernamental encargada de promocionar armonía social, ha catalogado Narok como uno de los condados más vulnerables ante un estallido de violencia electoral. Un comunicado de la comisión de junio de 2015 citaba “la distribución desigual de recursos entre condados, la competición por los escasos recursos, el robo de ganado e incitación desde figuras políticas” como factores desestabilizadores aquí y en otros condados multiétnicos en el Valle del Rift y el noroeste de Kenia.

Un buen número de entrevistados informan de que los actores políticos están movilizando a la gente joven. Un joven líder proveniente del voluminoso clan purko de la tribu masai contó a Crisis Group que una victoria por parte del gobernador actual sería “absolutamente inaceptable”. Rodeado de otros jóvenes del clan en un restaurante en Narok, dijo, sin divagaciones, que la juventud estaba trabajando en un “remedio alternativo” si sienten que el resultado electoral no devuelve el liderazgo a su grupo.

 

Divisiones entre masais

Durante décadas, Narok ha sido dominado por miembros del clan purko de los masai. Pero en 2013, tres candidatos purko rompieron la unidad de voto en el clan. Eso permitió al gobernador Samuel Tunai, un recién llegado, exfuncionario y miembro de la minoría siria masai, ganar el acceso al Partido Republicano Unido encabezado por el vicepresidente William Ruto. El resultado fue visto como un desastre por gran parte de la élite local y descrito en términos apocalípticos como “terremoto” y “tsunami” en la prensa nacional.

Aunque muchos keniatas consideran Narok como un condado masai, es en realidad un espacio multicultural con una historia compleja. Los purko son una rama histórica de la comunidad masai reconocido por victorias en los campos de batalla que enfrentaban a grupos étnicos y clanes en el periodo precolonial. Pero fueron asentados en Narok tras ser víctimas de un desplazamiento humano masivo cuando los colonos británicos se hicieron con sus tierras durante el periodo colonial. Desde entonces, Narok ha atraído a su territorio a bastantes personas no masai por su amplitud territorial, vastas plantaciones de trigo y maíz, y por su ubicación en rutas de transporte claves entre la costa del mar indio y Uganga, Ruanda y la parte oriental de República Democrática del Congo.

Tal diversidad es la que conduce las políticas en el condado de Narok. El grupo no masai más grande es el de los kipsigis, una rama de los kalenjin, el tercer grupo étnico más numeroso de Kenia. Hay importantes masas de kikuyu, el grupo étnico más importante de Kenia, y de kisii, luo, lushya y otras comunidades. Fue una alianza entre los kipsigis y los kikuyu, trabajando con grupos masai más pequeños, la que empujó los número para conseguir que Tunai se hiciera con el poder en 2013.

La pérdida de poder en el condado inició meses de protesta por parte de líderes purko. La agitación contra el gobernador llegó a su punto álgido con una marcha el 25 de enero de 2015 buscando el derrocamiento de Tunai. Enfrentamientos entre la policía y los manifestantes resultaron en dos muertes y una serie considerable de daños materiales en la ciudad de Narok.

 

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Furia por el poder perdido

Tres cuestiones primordiales dominan las críticas locales a la administración del gobernador Tunai.

Un punto esencial de la controversia desde la rama purko es el reparto de los recursos locales. La reconocida reserva de caza Masai Mara ha sido controlada durante mucho tiempo por parte de la élite purko. El Servicio de Vida Salvaje de Kenia gestiona la mayor parte de cotos de caza del país, pero el de Mara lo lleva el condado, reflejando el hecho de que gran parte del territorio del parque fue donado por unos ancianos masai en 1961 con visión de futuro.

La administración de Tunai ha apartado a gran parte de la juventud purko que previamente trabajaba en el parque, según cuentan los líderes locales. “Antes de que llegase al poder esta administración, el Masai Mara empleaba enteramente a personas de la localidad –afirma Kimaren Riamit, director ejecutivo de la Asociación para la Mejora de los Medios de Vida de los Indígenas, un grupo de la sociedad civil–. Es verdad que había cierto grado de corrupción con los fondos, pero al menos el dinero circulaba localmente”.

Las políticas de conservación son otra fuente de protestas. Narok acoge a la “torre de agua” de los masai mau, el mayor bosque de dosel cerrado en Kenia y una fuente vital de ríos que alimentan el condado. Durante la administración del presidente Daniel Arap Moi (1971-2002), miles de granjeros, muchos pertenecientes a la comunidad moi kalenjin, fueron asentados ilegalmente en el área. La deforestación redujo la capacidad de los masai mau para absorber las lluvias estacionales y alimentar así a los ríos durante el resto del año.

La administración de Tunai ha sido acusada de no esforzarse lo suficiente por expulsar a los beneficiarios de las asignaciones irregulares de tierras, muchos de ellos pertenecientes a la comunidad kipsigis, que estuvieron detrás de su elección. Los masai han protestado fervientemente por estos asentamientos, quejándose de los negativos efectos a largo plazo sobre el medioambiente que amenazan a su vez su sustento económico, pues son ganaderos seminómadas. “Los masais han preservado estos bosques durante cientos de años –cuenta Joseph Siameto Parayio, un anciano de la comunidad masai–. Hay mucho resentimiento por la destrucción de esta herencia para compensar los asentamientos políticos ilegales”.

La tercera crítica, la más acentuada, es la dominación de “extranjeros” (esto es, no masai) en cargos dentro de la administración del condado. El gobernador preparó su coalición electoral a través de nombramientos en cargos del condado a miembros de otras comunidades. Una auditoría de 2015 de la agencia de cohesión NCIC halló que Narok es uno de los tres condados más inclusivos del país dado el alto número de individuos pertenecientes a diferentes comunidades empleados en la administración local.

Sin embargo, muchos purko ven la estrategia del gobernador como una táctica para marginarlos. “La descentralización fue ideada como una forma de acción afirmativa que acerca los recursos a la gente –dice Riamit–. Los locales se sienten desfavorecidos. Están siendo apartados mientras las minorías se benefician. Los trabajos de aquí se comparten [con igualdad] entre las comunidad. ¿Pero por qué a los masai no se les dan los mismos trabajos en los condados donde predominan estas minorías y donde los grupos dominantes tienen en 90-95% de los trabajos?”.

Junto a esta queja llega la cuestión de la representación electoral. Una cuestión recurrente en las entrevistas es la creciente determinación de los resultados electoral por parte de comunidades no locales a través de estrategias por las que unen sus votos para vencer a los candidatos purko, que a su vez tienen el voto dividido entre candidatos purko.

 

Líneas de combate políticas

La carrera por la gobernación se espera que sea trilateral. Tunai buscará defender su puesto. Será respaldado por los líderes del partido Jubilee, el presidente Uhuru Kenyatta y el vicepresidente Ruto. Enfrentará a dos candidatos purko, a pesar de los esfuerzos por los ancianos de la comunidad para agrupar al clan tras un solo representante.

Musuni ole Tiampati, apoyado en una reunión por los ancianos purko a finales de 2015 como representante de la comunidad, enarbolará la bandera del Movimiento Democrático Naranja y recibirá un apoyo muy fuerte desde los pesos pesados de la oposición Nasa, dirigida por el candidato presidencial Raila Odinga. El diputado por Narok Oeste, Patrick ole Ntutu, también purko, participará como parte del partido Chama Cha Mashinani, liderado por el gobernador de Bomet, Isaac Ruto, retador del liderazgo del grupo karlenjin ante el vicepresidente Ruto (con el que no guarda relación).

La carrera por el Senado también está recibiendo una atención importante, con los reportajes de la prensa comentando que un candidato juvenil de los kipsigis, Albert Kimingin, podría beneficiarse de las divisiones entre los candidatos purko. Una victoria suya ahondaría, indudablemente, las disputas locales y aumentaría el peligro de protestas violencias y luchas intracomunales.

 

¿Qué hacer?

Resulta comprensible que la competición por la presidencia haya atraído la mayor parte de la atención. Pero con un orden constitucional reformado que ha aumentado la participación en el nivel local, es necesario que se tomen medidas para ayudar a evitar la violencia relacionada con las encuestas en otros condados divididos étnicamente en Narok y Kenya.

En primer lugar, para minimizar el riesgo de violencia vinculada a las elecciones, las agencias estatales que trabajan por la coexistencia pacífica como la NCIC, junto a sus socios internacionales, deberían intensificar los esfuerzos de construcción de paz y reconciliación en Narok. En particular, la NCIC no debería cesar en su empeño de registrar todas las manifestaciones políticas para vigilar a los políticos que participen en discursos que promueven el odio. En este espíritu, la agencia habría de trabajar más estrechamente con la oficina del fiscal general para recopilar casos firmes para posible enjuiciamiento por incitación, de forma que esto operase como vía de disuasión para otros. Los donantes deberían aumentar la asistencia técnica a la agencia para mejorar su capacidad en este propósito.

En segundo lugar, el gobierno y los donantes deberían revivir el apoyo hacia la importante infraestructura de construcción de la paz que se estableció tras la crisis post electoral de 2007-2008 y que en gran medida ha sido descuidada desde las relativamente pacíficas elecciones de 2013. Instituciones informales incluyendo comités de paz –reuniones de los ancianos del distrito y grupos de la sociedad civil local que participan en la mediación tradicional– pueden desempeñar un papel clave en el fomento de la reconciliación a nivel reginal y local. Entrevistas en Narok con miembros de tales grupos sugieren que el respaldo de la Oficina del Presidente para estas entidades, ahora conocidas como Comités de Paz Condales, se ha consumido en gran medida. Los miembros ya no reciben honorarios ni ayudas para viajes o el establecimiento de reuniones. Incluso los reconocimientos no monetarios, como los premios que se entregaban a los que sobresalían en su tarea de construcción de la paz, ya no se entregan en la misma medida en la que solía hacerse cuando los recuerdos de la violencia poselectoral de 2007-2008 aún estaban frescos. Esto es un error. Los comités de paz a nivel local, especialmente en el norte de Kenia, han desempeñado tradicionalmente un papel capital en el mantenimiento de la armonía en las bases así como en el análisis de la resolución de conflictos no violentos.

En tercer lugar, las estructuras gubernamentales formales tales como el Comité de Seguridad Condal –un órgano que reúne a oficiales de seguridad, incluyendo jefes de policía y administradores provinciales– debería tomar las riendas para asegurar unas elecciones pacíficas. Sería necesario que recomendasen un refuerzo de la presencia policial en el condado antes, durante y después del día de las votaciones, al mismo tiempo que se ha de prestar atención a que las unidades policiales y paramilitares realicen su labor de forma neutral y profesional, además de facilitar una cooperación más eficaz con los caucus y los comités de paz para promover una resolución pacífica de las disputas. Particularmente, los oficiales de seguridad habrían de promover un diálogo frecuente entre los ancianos de las comunidades que todavía mantienen una influencia considerable sobre los militantes potenciales.

En cuarto lugar, los líderes religiosos, donantes y la comunidad empresarial deberían apoyarse en los candidatos para cargos públicos tanto a nivel local como a nivel nacional para poder firmar un código de conducta preelectoral, cuyo contenido puede ser acordado por líderes religiosos y candidatos, dando así una muestra de compromiso con una elección pacífica. Asimismo, ellos deben acordar que la canalización de cualquier disputa habrá de ser trasladada al sistema judicial.

Una vez que las elecciones hayan terminado, será hora de que el gobierno intente abordar asuntos permanentes del territorio, incluyendo la resolución de disputas fronterizas en el seno de las tensiones en varias zonas de Narok, así como detener la destrucción de bosques que resultan vitales para los suministros de agua del condado.

Este artículo fue originalmente publicado, en inglés, en la web de Crisis Group.

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