Plataforma de atención integral a los pacientes con Chagas en Bolivia, un proyecto financiado por la AECID e implementado por el Hospital Clínic, ISGlobal y la ONG boliviana CEADES.

España debe liderar la lucha contra el Chagas

Evangelina Martich y Gonzalo Fanjul
 |  31 de octubre de 2017

Hasta el mes de mayo de 2016 4.000 personas habían sido tratadas en España por Chagas, una enfermedad parasitaria que se ha extendido silenciosamente desde las zonas endémicas de Suramérica hasta las no endémicas de Europa, Estados Unidos y Oceanía. Considerando que el número total de infectados en nuestro país se estima en cerca de 90.000, la cifra real de atendidos no parece demasiado alta. Sin embargo, el sistema público de salud proporciona en España una cobertura de tratamiento entre cinco y diez veces más alta que la media mundial, lo que le sitúa en el grupo de cabeza en la atención de pacientes. No es el único ámbito donde ha demostrado su compromiso en la lucha contra este lastre para la salud de millones personas y para la prosperidad de sus comunidades.

Para los enfermos de Chagas, el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad es lo más parecido al premio de una lotería. De los siete millones estimados de enfermos del planeta, solo un 1% recibe el tratamiento que salvaría sus vidas, lo que ha convertido a esta patología en un símbolo de las llamadas enfermedades olvidadas. Los esfuerzos de la comunidad internacional se han concentrado en evitar el contagio pero no en mejorar el acceso al tratamiento para quienes la padecen. De esa forma, miles de pacientes con Chagas alrededor del mundo están condenados al olvido por falta de inversión y desatención política.

Las consecuencias del Chagas son devastadoras para el enfermo y para su entorno. Adquirida a través de la infección por insecto o a través de la transmisión congénita en el embarazo, la enfermedad se acaba convirtiendo en crónica y acompaña al paciente el resto de su vida, llegando a afectar al sistema digestivo o a producir complicaciones cardíacas letales. Los enfermos de Chagas sufren así de costes directos o indirectos derivados de su situación, como las implicaciones económicas y sociales de la discapacidad laboral.

 

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La buena noticia es que vencer al Chagas es posible. Hace falta decisión política. Un primer paso se alcanzó cuando la enfermedad llegó a los países no endémicos como EEUU y España, lo que supuso un impulso en las medidas de control. Pero no es suficiente. Se producen todavía alrededor de 39.000 nuevos casos cada año. Se necesitan más inversiones en innovación y garantizar la universalización del acceso al tratamiento.

España es uno de los países en la vanguardia de este esfuerzo. Además de los protocolos y políticas de atención desarrollados en los últimos años, la actividad investigadora ha sido notable: entre 2007 y 2015, una de cada quince publicaciones internacionales sobre Chagas fue elaborado por equipos españoles.

En el campo de la cooperación internacional –y con cerca de 30 millones de euros destinados entre 2000 y 2015 a la lucha contra el Chagas en los países endémicos–, España se convirtió en el principal donante bilateral de toda la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El trabajo multilateral desarrollado por la Cooperación Española incluye el lanzamiento de una versión pediátrica del Benznidazol (antiparasitario recomendado como primera línea de tratamiento), la realización de nuevos ensayos clínicos y el incremento de la cobertura del tratamiento en países como Bolivia.

Los logros son tangibles. El número de muertes anuales en el mundo disminuyó de 45.000 en la década de los años ochenta a 7.000 en 2015, mientras que el número de personas que padecen Chagas es una quinta parte del que era hace 25 años.

Pese a todo, el desafío es inmenso y exige un esfuerzo de inversión y coordinación del que aún estamos lejos. El Chagas demuestra que las enfermedades no conocen fronteras y que su tratamiento es mucho más que una obligación ética. España debe aferrarse a su liderazgo global en este ámbito garantizando tres medidas fundamentales: recuperando las inversiones en investigación y desarrollo de nuevos medicamentos; extendiendo el acceso al diagnóstico y tratamiento en nuestro propio sistema de sanidad pública; y reafirmando el compromiso histórico de la Cooperación Española en este ámbito, en particular en los programas desarrollados en los países endémicos.

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