Sobre Samuel Hadas

 |  13 de enero de 2010

Darío Valcárcel.

Samuel Hadas, acaba de morir en Jerusalén. Era ante todo un leal servidor del Estado, del Estado de Israel, con doble mayúscula, además de sincero, discreto, cordialísimo amigo, poco aficionado a las declaraciones de amistad. Su biografía es conocida. Nacido en Argentina, 1931, de ascendencia ashkenazi, polaca, se integró en la carrera diplomática desde el kibbutz donde empezó a trabajar mientras estudiaba en 1948. Su admirable mujer, Lea, le acompañó desde esa adolescencia hasta el último día. El azar juega a veces trágicas pasadas. El desarreglo hepático de Hadas estaba prácticamente vencido, se preveía un pronto traslado a su casa de Jerusalén –donde vivimos pasajeramente– una modesta y preciosa casa a menos de un kilómetro del trimilenario muro. Horacio advierte: Júpiter, es decir, el mismo dios en el que creía Hadas, el mismo de sus amigos árabes, el mismo de los cristianos, envía en ocasiones inviernos terribles y él mismo se los lleva. Este invierno, Hadas –hombre de coraje, indiferente ante el hecho de morir– fue cogido en la trampa. Una vulgar complicación pulmonar acabó con él, de madrugada, en menos de diez minutos, en su cama de hospital.

Nunca conocimos un jubilado más activo, viajero y reflexivo. Con los paréntesis de sus cargos, primer embajador del Estado de Israel en España en 1986, primer embajador inmediatamente después ante la Santa Sede, Hadas era un modelo de patriotismo callado, adversario de la gesticulación. Como otros, Hallstein, Monnet, Schuman, Brzezinski, Vanni d’Archirafi… Samuel Hadas era una máquina de servir, ya lo hemos dicho, al Estado. Peleó (del verbo pelear) por la paz, incluso por la Paz. Sabía que no hay posibilidad de acuerdo entre israelíes y palestinos sin la base previa de dos Estados. Recordaba que más de un 60 por cien de los israelíes estaban, en 2009, por esa solución. No derramó lágrimas de cocodrilo ante la matanza de Gaza, pero le vimos sufrir: físicamente. No vamos a decir si deja un recuerdo o un modelo, porque esto lo han dicho otros con mayor autoridad. Lo que deja aquí, en Política Exterior, es más de un centenar de artículos breves y varias decenas de ensayos. En la red y, sobre todo, en el papel, en el que creemos, casi tanto como él en la justicia de Jehová, puede encontrar el lector una parte del pensamiento de este formidable colaborador de más de veinte años. Lo cual le asegura, casi, la eternidad.

Samuel Hadas, «¿Una victoria dilapidada? Seis días que cambiaron una región» (pdf). Política Exterior Nº119 – 2007. Artículos de Samuel Hadas en Política Exterior

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