Una suráfrica desencantada vota a Jacob Zuma

 |  13 de mayo de 2014

Pan para hoy y hambre para mañana. Resulta difícil realizar otra lectura de las elecciones generales de Suráfrica, celebradas el 7 de mayo. El ganador es, por quinta vez consecutiva, el Congreso Nacional Africano (CNA), que arrasa con un 63% del voto (la participación rondó en torno al 73%). Pero el partido de Nelson Mandela gana por inercia. En el 20 aniversario del fin del régimen del apartheid, los votantes que han acudido a las urnas –incluyendo a la primera generación que nació en una Suráfrica libre– lo han hecho con un desencanto y resignación sin precedentes. La victoria de Jacob Zuma, presidente desde 2009, dice poco de un país que atraviesa una crisis de identidad considerable.

La corrupción y la ausencia de crecimiento económico han desgastado la imagen de los dirigentes del CNA como nunca antes. “Han traicionado el ideal de los héroes de la lucha contra el apartheid”, señala Raoul Mbog. Los sindicatos surafricanos, firme apoyo en el pasado, han comenzando a distanciarse del partido gobernante. Ronnie Kasrils, antiguo ministro de Inteligencia, ha dirigido una campaña de veteranos del CNA disgustados con su propio partido. Desmond Tutú, considerado por muchos como la máxima autoridad moral del país, ha criticado a los herederos de Mandela. Incluso Frederik de Klerk, que dirigió la democratización de Suráfrica desde dentro del régimen, ha criticado al actual presidente.

Aunque de Klerk acusa a Zuma de excederse discriminando a favor de los negros, que constituyen un 80% de la población, ha hecho hincapié en el talón de Aquiles del CNA: “Los principales beneficiarios de la discriminación positiva y del programa de emancipación económica de los negros son la clase media emergente y las élites, pero no la vasta mayoría de surafricanos realmente desventajados”.

La falta de oportunidades es, en efecto, el gran problema pendiente de resolución. A pesar de los logro de sucesivos gobiernos del CNA, los índices de pobreza, criminalidad y desigualdad económica continúan siendo inaceptables. Suráfrica ostenta el mayor número de casos de VIH del mundo. El paro ronda en torno al 25% de la población activa. Las minas de platino continúan explotando a sus trabajadores, como quedó claro tras la masacre de 34  huelguistas por las fuerzas de seguridad en 2012. Las élites gobernantes dan la impresión de enriquecerse mientras ignoran estos problemas: el propio Zuma destinó 17 millones de euros de dinero público a añadir una piscina y anfiteatro a su mansión. Los partidos políticos son, junto con la policía, las instituciones peor valoradas en los rankings de corrupción.

Por encima de todo, el CNA da la impresión de haber sucumbido a los intereses de las élites económicas (blancas), igual de poderosas que hace veinte años. Esta percepción ha motivado el auge de Julius Malema, antiguo dirigente juvenil del CNA. Malema dice inspirarse en Hugo Chávez y Robert Mugabe. Del primero ha heredado el gusto por las boinas rojas; del segundo, la corrupción y el uso de las minorías blancas como chivo expiatorio de los males patrios. Pero a diferencia del establishment surafricano, Malema ha sabido canalizar la frustraciones de gran parte de la sociedad. Su Economic Freedom Fighters, partido político que fundó hace menos de un año, se ha hecho con el 6,3% del voto.

Malema no es el único ganador de estas elecciones. El principal partido de la oposición, la Alianza Democrática, de Helen Zille, ha mejorado sus resultados con un 22% del voto. Aunque la valoración de Zuma se ha desplomado del 77% en 2009 al 44% actual, el debilitamiento del CNA es relativo: tan solo ha obtenido cuatro puntos porcentuales del voto menos que en las últimas elecciones. Su partido, a pesar de todo, vive de las rentas. Algún día la herencia de Mandela dejará de ser motivo suficiente para ganar elecciones. Si llegado el momento el CNA continúa lastrado por la ineptitud, la alternativa radical, con Malema al frente, supondría una ruptura con el consenso que ha gobernado Suráfrica durante las últimas dos décadas.

 

 

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