INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 927

#ISPE 927. 23 febrero 2015

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El reciente atentado yihadista en Copenhague –que acabó con la vida de un cineasta y un guardia de seguridad en la principal sinagoga de la ciudad, dejando heridos a cinco policías– ha sido una réplica de los de París, tanto desde el punto de vista de los objetivos elegidos como del modus operandi y de la motivación ideológica subyacente.

Todos los indicios apuntan a que el ataque fue obra de un “lobo solitario” –Omar El Hussein– pese a que la policía danesa ha detenido a dos cómplices que le proporcionaron armas y apoyo logístico. Mientras estuvo en prisión, donde cumplió parte de una condena por un asalto con cuchillo en 2013, El Hussein se hizo conocido por su antisemitismo y su declarada intención de viajar a Siria para incorporarse a las filas del Estado Islámico/Daesh.

Los tribunales le dejaron libre tras cumplir un año de cárcel. Así, en un plazo muy breve y probablemente inspirado por los atentados de París, preparó el ataque pertrechándose con varias armas de fuego, aunque no tantas ni tan sofisticadas como las que se capturaron a los hermanos Cherif y Said Kouachi: fusiles de asalto Kalashnikov, munición de varios calibres, una granada de mano, un par de pistolas e incluso un lanzagranadas.

El armamento utilizado en Copenhague y París parece indicar que el nuevo terrorismo está abandonando el uso de artefactos explosivos en favor de fusiles automáticos y pistolas. Según el especialista en terrorismo del Colegio Nacional de Defensa de Suecia, Magnus Ranstorp, esa nueva tendencia comenzó tras el relativo éxito de los ataques de 2008 en Mumbai, donde un pequeño comando bien entrenado y armado consiguió paralizar una importante ciudad durante varios días, dejando tras de sí más de 160 muertos.

Los expertos en asuntos de seguridad advirtieron entonces…

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