INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 934

#ISPE 934. 20 abril 2015

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Los promotores de la reunión euromediterránea del 13 de abril en Barcelona subrayaron que era la primera vez desde el lanzamiento de la Unión por el Mediterráneo (UpM), en julio de 2008, que se lograba reunir a casi todos los ministros de Exteriores de los 28 y a sus homólogos de Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Palestina, Israel, Jordania y Líbano, si bien varios de esos países fueron representados por altos funcionarios.

Pero más allá de ese resultado, el único visible de la reunión, todo lo demás quedó difuminado en unas reiteradas y generalistas expresiones de buena voluntad, que difícilmente serán seguidas por hechos que se traduzcan en convertir la cuenca mediterránea en un “espacio de paz y prosperidad compartida”, como rezaba el lema del Proceso de Barcelona, lanzado en 1995.

Difícilmente podía ser de otro modo, dado que no se trataba de una cumbre sino solo de una reunión informal. Y ello porque hoy no existe, ni en la UE ni mucho menos en los países de la orilla sur y oriental del Mediterráneo, una visión común sobre lo que debe hacerse para superar la inestabilidad y violencia que reinan en Libia, Siria, Líbano y el Sinaí egipcio.

De hecho, por parte comunitaria, Bulgaria, Reino Unido, Grecia, Finlandia, Irlanda y Lituania declinaron inicialmente la invitación. El problema subyacente es que la reunión no correspondía realmente a la agenda de la UpM sino a la de la Política Europea de Vecindad, como indicaba la presencia de Johannes Hahn, comisario de la UE encargado de esta cartera. Por su parte, ni Turquía ni Mauritania –socios de la UpM – tuvieron asiento en la mesa, mientras que Siria y Libia tampoco estuvieron presentes.

Durante muchos años se argumentó que las relaciones euromediterráneas no avanzaban fundamentalmente por el bloqueo derivado del conflicto entre…

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