Editorial: Metropolitan Books
Fecha: 2014
Páginas: 365
Lugar: Nueva York

A Fighting Chance

Elizabeth Warren
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La carta de presentación de cualquier político ambicioso es una autobiografía –o, mejor dicho, la biografía que le escribe su escritor negro. Por eso genera tanto interés A Fighting Chance, el reciente libro de Elizabeth Warren. Warren se ha convertido en la bestia negra del sector financiero americano. Desde 2008 ha fustigado sistemáticamente a Wall Street: primero en la comisión del Congreso destinada a supervisar el rescate de la banca americana, que presidió de 2008 a 2010, y después como senadora por Massachusetts (tras ganar en las legislativas de 2012, se convirtió en la primera senadora en la historia del Estado).

Warren, en resumen, se ha convertido en el paladín de la izquierda americana. No es sorprendente. Las encuestas favorecen a los demócratas de cara a las elecciones presidenciales en 2016, y parece que Hillary Clinton arrasará en las primarias de su partido. La candidatura de Clinton –cercana al sector financiero, y con una política exterior agresiva­– resulta desesperanzadora para el ala izquierda de los demócratas, que una y otra vez han suplicado una candidatura de Warren. Así las cosas, resulta tentador ver en A Fighting Chance el primer paso en esa dirección. Es, al fin y al cabo, un libro de campaña.

El problema es que la autora ha negado que pretenda presentarse. A Fighting Chance se centra en la batalla que libra Warren para regular los mercados financieros americanos como académica, activista, y, finalmente, política. En los esfuerzos de aunar una vida laboral frenética –profesora en varias universidades texanas, la de Pensilvania, y Harvard; supervisora del proceso de reforma financiera; creadora de una agencia de regulación de hipotecas; senadora– con su entorno familiar: dos maridos, dos perros, dos hijos, y un constante ir y venir de tías, hermanos, y progenitores. La autora sorpende por su carácter implacable. La imagen que saca el lector es la de una mujer capaz de lograr todo aquello que se proponga. ¿También convertirse en la inquilina de la Casa Blanca? El libro pasa por alto la pregunta, pero eso no impide que la sospecha pese a lo largo de sus páginas.

Incluso para una audiencia que no siga de cerca el proceso político de Estados Unidos, el libro aborda temas candentes e importantes. Uno de ellos es la lucha de Warren por abrirse paso en un mundo mayoritariamente masculino. La impresión es la de una carrera forjada en un constante tira y afloja: con su madre, que le incita a casarse en vez de estudiar; con su primer marido, que no apoya sus intentos de labrarse un futuro profesional; con una clase política que aún penaliza el ser mujer por activa y por pasiva.

El segundo punto de interés, y uno con morbo añadido, es la falta de química entre Warren y los asesores económicos de Barack Obama. Uno de ellos es Larry Summers, que en 2009 advierte a Warren de que los outsiders pueden hacer ruido y criticar, pero nadie les presta atención. Los insiders, que son respetados, cumplen la regla de oro: no criticar a otros miembros del círculo interno. Warren elige seguir siendo una outsider en un Washington en el que resulta difícil oponerse a Wall Street.

La fricción con Tim Geithner tiene aún más interés. El ex secretario del Tesoro (2009-2010), que fue el jefe de Warren entre 2010 y 2011, también acaba de publicar sus memorias. Tras desarrollar una relación difícil con su predecesor, Henry Paulson, Warren descubre que Geithner tampoco colabora con sus intentos de supervisar el rescate de la banca. La relación durante su estancia en el Tesoro amenaza con el desastre: “(…) había empezado a entender que podría derribarme con trampas y filtraciones colocadas cuidadosamente si lo intentaba.” Pero la sangre no llega al río. A pesar de sus diferencias, Warren y Geithner logran entenderse.

El tema más poderoso del libro es la relación entre dinero y poder político en EE UU. No es sólo el Partido Republicano el que se opone a las reformas de Warren, sino un número considerable de demócratas. El actual vicepresidente, Joe Biden, tuvo un papel destacado deshaciendo los esfuerzos de Warren, Ted Kennedy, y Russ Feingold entre 1995 y 2005. También los Clinton, a los que el libro trata con excesiva consideración, contribuyeron a desregular el sector financiero. En todo momento, Warren se ve asaltada por verdaderos ejércitos del lobby financiero. Cuando Warren intenta creae una agencia de protección al consumidor para el sector financier, Wall Street gasta un millón de dólares al día en un intento fallido de detener la iniciativa.

Da la impresión de que Warren fuese una radical, cuando en realidad sus propuestas sorprenden por moderadas. Lejos de ser la versión americana de Pablo Iglesias, lo que pretende la senadora es que los mercados financieros, debidamente regulados, funcionen de forma más eficaz. Es decir, salvar al capitalismo de sí mismo. Que sus detractores la acusen de profesar un ideario maoísta ejemplifica hasta qué punto cunde la paranoia entre la derecha estadounidense.

El último capítulo del libro aborda la campaña por el asiento del Senado. El contrincante de Warren, Scott Brown, consigue 30 millones de dólares para su campaña. La mayoría los ha desembolsado el sector financiero, hostil como de costumbre. Pero a través de donaciones de menos de 50 dólares, Warren logra recaudar 42 millones. Todo un éxito de financiación, que, unido a una campaña dinámica, le permite derrotar a Brown por un margen considerable. El libro termina con una nota optimista: a pesar del poder que retiene Wall Street, la justicia social aún puede resistir los embistes de los mercados. Al menos mientras queden ciudadanos como Warren.