Autor: Varios autores
Editorial: IEMed
Fecha: 2016
Lugar: Barcelona

Anuario del Mediterráneo 2016

Pamela Urrutia
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En 2015 la crisis de refugio se convirtió en una realidad ineludible para Europa. Huyendo de conflictos, violencia y persecución, y también de situaciones de pobreza y exclusión, cientos de miles de personas intentaron alcanzar el territorio europeo y el Mediterráneo se confirmó como la más peligrosa vía de entrada al continente, con un récord de 3.771 personas muertas o desaparecidas. Una cifra sin precedentes que, sin embargo, ya fue superada en los primeros 10 meses de 2016, evidenciando los rasgos crónicos que está adquiriendo esta problemática ante la incapacidad de poner en marcha respuestas centradas en las garantías de protección y los derechos humanos.

Teniendo en cuenta las complejas repercusiones de este fenómeno en el espacio mediterráneo, la edición 2016 del Anuario IEMed dedica una especial atención a la crisis de movilidad y de refugio. A través de más de una decena de artículos de expertos, el anuario dibuja las dinámicas, variaciones y retroalimentación de los flujos migratorios en las rutas oeste, centro y este del Mediterráneo –esta última protagonista de un incremento exponencial, pasando de 50.000 en 2014 a casi 900.000 personas en 2015– y analiza desde una perspectiva crítica la respuesta europea. Una reacción que queda retratada no solo como insuficiente y cargada de contradicciones, sino también tardía, como apunta en su artículo Marc Pierini, ya que solo se activó cuando la situación en las rutas del Mar Egeo y los Balcanes era insostenible.

Las disonancias en la respuesta europea no sorprenden si se tiene en cuenta que desde antes de la crisis, las políticas de migración y asilo han estado entre las más politizadas y menos integradas de la Unión Europea. Sin embargo –como señala Fabrizio Tassinari en su artículo–, el fenómeno ha puesto en evidencia la gradual renacionalización de los procesos de decision making en el ámbito europeo, en un contexto marcado además por el ascenso de los discursos euroescépticos y de la ultraderecha (no solo en Europa).

La construcción de la migración como una amenaza a la seguridad, la identidad y el bienestar de los Estados europeos ha favorecido la focalización en una aproximación securitaria a la crisis, a pesar de sus límites y efectos indeseados y de mermar los propios compromisos de la Unión en materia de derechos humanos (como ilustran los artículos de Luigi Achilli y Nourhan Abdel Aziz). La UE no ha sido capaz de abordar la repercusión desigual de la crisis de refugio entre sus Estados miembros –como ejemplifica el no cumplimiento de los compromisos de relocalización– y se enfrenta aún al reto de adoptar medidas que supongan la apertura efectiva de vías legales para migrantes y solicitantes de asilo. Estas vías supondrían una oportunidad, entre otros, para la población siria refugiada en países como Turquía, Líbano o Jordania, que se encuentran con crecientes restricciones, precarización y riesgos de explotación, como retratan los artículos de Gulden Boluk, Sukru Erdem, Katharina Lenner y Susanne Schmelter.

Las acciones europeas han privilegiado el refuerzo de las fronteras, por ejemplo, a través de la Operación Sofía en el Mediterráneo central –que, como apunta Roderick Pace, tiene como principal objetivo desbaratar la actividad de los smugglers y no el rescate de personas– y han apostado por dar continuidad a las políticas de control de los flujos migratorios a través de terceros países, por vía de acuerdos de cooperación y ayuda económica. La creación del Fondo Europeo de Emergencia para África en la Cumbre de La Valetta y el acuerdo con Turquía siguen así el modelo de los suscritos en el pasado entre España y Marruecos o entre Italia y Libia.

Sin embargo, esta estrategia entraña dificultades, dilemas y retos para la credibilidad de la UE, como plantea Fabian Willermain, por la politización y condicionalidad de la agenda de ayuda al desarrollo y la dependencia de países como Turquía, en una deriva autoritaria acentuada tras el fallido golpe de Estado de julio de 2016.

Las consecuencias de algunas de estas políticas también abren múltiples interrogantes. El acuerdo con Turquía –país que junto a Siria es objeto de análisis en la sección “Claves” del Anuario IEMed– ha redundado en una significativa reducción de los flujos de personas en la llamada ruta este del Mediterráneo en los primeros meses de 2016, pero ha supuesto –como advertían diversos expertos– un incremento en la ruta central, considerada ya en 2015 como la más letal. Según los datos de ACNUR de octubre de 2016, si bien ha disminuido el número de personas que intenta llegar a Europa cruzando el Mediterráneo –de un millón en 2015 a unas 327.000 personas en lo que va de año–, ha aumentado la tasa de mortalidad (de uno por cada 269 arribos en 2015 a uno por cada 88 en 2016) debido a que la probabilidad de morir en la ruta entre Libia e Italia es significativamente más elevada. La persistencia de los flujos continuará, previsiblemente, en la medida que continúen las condiciones de violencia, conflicto y marginación que motivan la búsqueda de vías de salida.

Además de esta mirada a la crisis de movilidad y refugio en el Mediterráneo, el Anuario IEMed incluye, como es habitual, una serie de análisis de la realidad política, económica, social y cultural en la región que lo han convertido en una publicación indispensable para académicos, investigadores, diplomáticos y responsables políticos del espacio euromediterráneo. Tras haber dedicado sucesivos artículos en los últimos años al papel desempeñado por las mujeres en las revueltas y los retos en el escenario posrevolucionario, una reflexión específica sobre el actual contexto político y social de la región desde una perspectiva de género es quizá una de las escasas deudas de la presente edición.