Editorial: Editions Barzakh
Fecha: 2013
Páginas: 192
Lugar: Argel

El extranjero de Camus, deconstruido

Kamel Daoud
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El tema del nuevo proceso por el asesinato de un árabe en El extranjero de Albert Camus ha sido relanzado por Kamel Daoud en Mersault, contre-enquête, una novela asombrosa. Su autor se ha esforzado en deconstruir la novela de Camus y opta por reescribirla “en la misma lengua, pero de derecha a izquierda”.

Empieza con “Hoy mamá sigue viva”, como una burla a El extranjero de Camus, que comienza con la misma frase, o casi: “Hoy ha muerto mamá”.

Daoud, cronista de Le Quotidien d’Oran, es famoso por su estilo irónico, sarcástico, un estilo, en última instancia, mordaz. No es una coincidencia que esta novela se haya publicado en Argel el año en que se conmemora el centenario del nacimiento de Albert Camus, sino más bien una oportunidad que su autor aprovecha para volver a dar la palabra al “árabe”, ese desconocido asesinado que en la novela de Camus no tiene ningún nombre y, por lo tanto, tampoco ninguna identidad.

Así pues, Daoud vuelve a dar la palabra al árabe, una palabra ahogada, despojada, y le restituye su identidad por boca de su héroe, que no es otro que el hermano de ese árabe muerto en una playa en el verano de 1942; se llama Moussa, y tiene un hermano pequeño y una madre inconsolable. Se visitan de nuevo los escenarios de la tragedia, los hechos son narrados por personajes argelinos, y el dolor de esta familia que ha perdido a su hijo mayor, el hombre de la casa, es una pesada carga que lleva el hermano menor. El protagonista de la novela, Moussa, no comprende el duelo que le endosan de manera absurda, llevando el cadáver de ese hermano que ni siquiera tiene una sepultura en la que poder despedirle. Su madre, después de recorrer las oficinas del registro civil y los cementerios en busca de un reconocimiento, pone por testigos al mar y su inmensidad en esta playa desierta en la que le arrebataron a su hijo.

Moussa grita su rabia y su indignación a lo largo del relato, describiendo una vida de miseria e inquietud, tratando de arrojar luz sobre el asesinato de su hermano: ¿no había sido condenado Meursault por la indiferencia mostrada el día del funeral de su madre, en lugar de por un asesinato cometido en una playa bajo el efecto de un sol cegador?

Daoud se permite responder a Camus, confundiéndolo deliberadamente con Meursault, acusándolo abiertamente de negar la identidad de los argelinos: “Me sentí insultado y al mismo tiempo me encontré a mí mismo… Estaba todo, excepto lo esencial: ¡el nombre de Moussa! En ninguna parte. Conté y volví a contar: la palabra ‘árabe’ aparecía 25 veces pero no figuraba ningún nombre, de ninguno de nosotros”.

Se actualizan las razones que originaron el fracaso de las relaciones entre Camus y la élite intelectual argelina. Con un estilo cáustico, y una escritura fluida en una lengua mordaz, el autor exige una reparación. Daoud no escribe una nueva novela, sino que disecciona la misma con juegos de espejos, digresiones, para expresar su ira y su indignación. Se erige voluntariamente en portavoz de los argelinos de esta época, despreciados a sabiendas por Camus: “Árabe, (…) Es como la negritud, que existe solo a través de los ojos de los blancos”, subraya nuestro cronista para describir mejor el estado colonial en el que evolucionaban los argelinos durante la ocupación francesa: “En el barrio, en nuestro mundo, éramos musulmanes, teníamos un nombre, un rostro y unas costumbres. Punto. Ellos eran los ‘extranjeros’, los rumíes que Dios había enviado para ponernos a prueba, pero cuyas horas, de todas formas, estaban contadas: un día u otro se irían, eso seguro. Por eso no les respondíamos, callábamos en su presencia y esperábamos, apoyados contra la pared. Tu escritor asesino se equivocó…”. Es su estilo, así de claro.

Nuestro cronista enfurecido no perdona a nadie. Los de aquí y los de allí, todos tendrán su merecido. Sus posturas sobre el islam, sobre los abusos cometidos después de la independencia, sobre la situación de la sociedad en la que vive hoy en día, son otros tantos paréntesis planteados por su héroe. También en eso la certeza desengañada es indiscutible.

En cuanto a la literatura, Daoud dice que quiere restablecer “equilibrios”, a la vez que “rehabilitar” al Árabe, tan despreciado, tan olvidado en la obra de Camus. Una justicia post mortem, una búsqueda de la verdad en completa libertad, y también un reproche dirigido a todos los intelectuales y universitarios que profundizaron en la obra de Camus: “Hay algo que me asombra: nadie, ni siquiera después de la independencia, ha tratado de conocer el nombre de la víctima, su dirección, sus antepasados, sus posibles hijos. Nadie. Todos se quedaron boquiabiertos ante esta lengua perfecta que da al aire puntas de diamante…”, comenta Moussa.

Meursault, contra-enquête es también una reflexión sobre la filosofía, es decir, sobre el sentido que hay que dar a la vida y a la muerte, sobre lo absurdo de algunos de nuestros actos…

Kamel Daoud ha pasado a la escritura de novelas tomando prestado uno de los temas más controvertidos, y sabe lo que le espera en el mundo de la crítica literaria: “A mí también me gustaría tener numerosos espectadores, y que su odio fuera salvaje”, es la última frase de la novela.

Ni siquiera la elección de la foto de la portada es casual: muestra lo que queda de las troneras de una fortificación militar, el Fuerte del Peñón, construido en el siglo XVI por Carlos V, que intentó varias veces tomar El Yazair, y que se encuentra en el puerto del casco antiguo de Argel.

Sadjia Guiz, periodista, Argelia.