Autor: David Perejil (ed.)
Editorial: Los Libros de la Catarata
Fecha: 2015
Páginas: 272
Lugar: Madrid

Lo que llegó después de la primavera

Cristina Casabón
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La batalla por la autodeterminación y la búsqueda de una nueva identidad en Oriente Medio y el norte de África es una historia llena de falsos comienzos. En 2011 asistimos al surgimiento de revueltas en cadena, impulsadas por una nueva generación de jóvenes activistas. El libro ¿Qué queda de las revueltas árabes? Activistas, cambios y claves realiza un recorrido por los países que vivieron ese momento histórico.

Dentro del contexto general del proceso de cambio que vive el mundo árabe, cada transición es única en sí misma, debido a la peculiaridad de su variopinta sociedad y su historia, así como por la singularidad de sus escenarios políticos y equilibrios de poder. Vecinos con historias muy diferentes que han experimentado una ola de cambio empujado por las nuevas tecnologías de la información.

La región es un organismo vivo, pensante, donde unas corrientes ideológicas se oponen a otras. Javier Martín, uno de los periodistas españoles con más experiencia en la zona, comenta que “avanzado 2015, y no satisfecho con afiliar su propia agitación interna, Arabia Saudí lidera la contrarrevolución en el mundo árabe y musulmán. Un movimiento de apoyo a tesis conservadoras que ha devuelto a algunos Estados a la casilla de salida.” En efecto, en 2015 vemos que se ha secuestrado la revolución en Egipto; Libia está a punto de convertirse en un Estado fallido; la comunidad internacional es inmune ante la agresividad del dictador sirio; el estallido de Bahréin pasó casi inadvertido…

No obstante, David Perejil, quien analiza las revueltas en Túnez y Palestina, recuerda que “hace cuatro años no solo había jóvenes activistas dinamitando convocatorias de unos pueblos árabes sedientos de pan, dignidad y justicia social, ni en 2015 solo hay fuerzas conservadoras, élites corruptas y manos extranjeras.” Este también es un libro para profesionales de la información; para aprender que no podemos informar de manera simplista, pues “no solo no encaja con unos países que no aceptan esos moldes, sino que también entierra las actividades de unas personas y grupos que en 2011 destaparon toda la karama (dignidad, en árabe).”

Estos excepcionales reportajes recogen las voces e impresiones de los activistas, intelectuales y artistas en los distintos países. En Túnez, Egipto, Libia y Siria –escenarios donde los cambios han sido mayores– se ofrecen claves e interrogantes sobre el futuro. Enric González se pregunta “si Egipto será capaz de conseguir una fuerza social como la de antaño, suficiente para plantar cara a un régimen militar revigorizado”, pero al mismo tiempo es pesimista acerca del grado de conciencia política de la sociedad egipcia.

Otra revelación tras el fracaso de Libia es qué orígenes de las autocracias árabes se encuentran en sus estructuras sociales. Tras el descabezamiento del régimen, el país trató de organizar y estructurar su sociedad, paliar sus carencias institucionales. Laura Jiménez Varo explica la complejidad de esta tarea, ya que “no había ninguna experiencia en ninguna organización civil”. A partir de la caída de Muamar el Gadafi, Libia se introdujo en una espiral de violencia y terrorismo. En marzo de 2015, cuarto aniversario de la revolución, el país se consagraba como la “Somalia del Mediterráneo”.

Siria es testigo de la represión más sanguinaria y agresiva, pero la revolución está condenada. Diego García Represa señala que la conferencia de Ginebra II (25 de enero de 2015) marca un cambio de postura de la comunidad internacional respecto a las responsabilidades del conflicto. Bachar el Asad ha pasado de ser un criminal que debe ser juzgado por uso de armas químicas, tortura, ejecuciones masivas, desapariciones forzadas, ataques indiscriminados… a ser percibido como una parte del conflicto. Actualmente, y debido a la intervención rusa, El Asad ha impuesto las precondiciones de una hoja de ruta para negociar desde una posición de fuerza el escenario posconflicto.

Asimismo, nos adentramos en el proceso de transición de Bahréin con Reem Khalifa, periodista que ha vivido en primera persona la brutal represión de los manifestantes y sufrido las consecuencias de haber denunciado. Periodistas, activistas y figuras políticas como ella han luchado para levantar “el velo negro de toda la propaganda que el dinero del petróleo puede comprar” y, pese a ello, el tercer país en desarrollar su “propia primavera árabe” y el primero en ser derrotado, fue el gran ignorado de la Primavera Árabe.

También se analizan Jordania, Palestina y Turquía, de la mano de Laura Fernández Palomo, David Perejil y Daniel Iriarte, respectivamente. En estos países, la vieja guardia ha conseguido escapar de la ola de cambio, se han producido revueltas ciudadanas que han demandado sistemas de gobierno más representativos y justicia social.

La lucha por la dignidad y el cambio tiene muchas caras. Algunos actores han aprovechado este momento crucial en el que se están escribiendo las reglas del juego para aferrarse al poder, o acceder a él. En muchos casos, vemos cómo la movilización popular fue secuestrada por una oposición oficial sin programa real de cambio y formada por partidos políticos tradicionales; en otros, descabezaron el régimen pero no pudieron introducir una reforma real de las instituciones.

Los autores citan la falta de uniformidad en las demandas sociales de las nuevas organizaciones o la carencia de visión y organización a largo plazo como algunas de las causas subyacentes de un gran esfuerzo democrático difuso. Pese a ello, “los activistas representan lo mejor de unas sociedades que merecen el cambio” indica Perejil. En la búsqueda de su propia identidad colectiva, estas nuevas generaciones de jóvenes árabes globalizados son los protagonistas de una batalla por la dignidad, la libertad y la democracia.

(Reseña publicada en el número 48 de Afkar/Ideas).