Autor: Johann Hari
Editorial: Paidós
Fecha: 2015
Páginas: 448
Lugar: Barcelona

Tras el grito

Recaredo Veredas
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Johann Hari es un polémico periodista de investigación británico. Parte de su familia, y él mismo, han consumido de manera repetida diversas drogas. Tales hechos, presentes en las primeras páginas de Tras el grito, definen las virtudes y los sesgos de este importante ensayo. La principal desviación es la falta de objetividad: el investigador sostiene una tesis con carácter previo a su demostración y su labor se centra en evidenciarla. La tesis es clara: la ilegalización de las drogas causa y ha causado miles de muertos en todo el mundo, y el castigo sistemático de los drogadictos es y ha sido un desastre que solo ha provocado sufrimiento a ellos y a sus familias.

Las simpatías y antipatías de Hari son demasiado obvias: no permite al lector que evalúe y decida por sí mismo. La subjetividad aporta pasión, pero resta rigor. La gran virtud es la claridad y profesionalidad del periodismo anglosajón. Tras el grito está escrito con orden, ritmo y coraje. Hari ha trabajado duro la defensa de su argumentación: ha recorrido medio mundo y ha entrevistado a adictos, a traficantes a pequeña y a gran escala, a víctimas colaterales de esta guerra, a médicos y a científicos.

Las drogas, desde su particular punto de vista, son connaturales al ser humano desde el principio de los tiempos. El desastre asociado a las drogas lo han causado, por una parte, el traspaso a las mafias del proceso de elaboración y el tráfico, lo que ha originado la falta de “calidad”, su condición de “medicación poco ortodoxa” para consumidores en situación de vulnerabilidad y, por otra, las políticas represivas. A principios del siglo XX el número de adictos era reducido, pero la complicidad del sistema punitivo estadounidense, que precisaba con urgencia un enemigo de calado, y la neurosis de Harry Anslinger, responsable de la política y la represión antinarcótica durante décadas, motivaron que un problema menor se convirtiera en una tragedia planetaria.

La naturaleza humana impone que cualquier producto con demanda, y más con una demanda tan intensa, existirá, se luche lo que se luche contra su existencia. A ello se unen los altos rendimientos causados por la falta de un suministro regulado y por una necesidad de compra ineludible. Lo que Hari no tiene en cuenta es qué ocurriría si, por ejemplo, una sustancia tan lúdica como la cocaína se vendiera con la misma facilidad y el mismo despliegue publicitario que el tabaco. La misma pregunta surge ante la rápida e imparable expansión de drogas legales, como los tranquilizantes o antidepresivos.

El escritor y periodista británico muestra, con datos poco discutibles, el racismo subyacente a la estrategia de la guerra (la lucha contra las drogas funciona como mecanismo de control racial en Estados Unidos: el porcentaje de negros detenidos por crímenes vinculados con las drogas es desproporcionadamente mayor que el de involucrados en el tráfico. Los adictos blancos con cierto nivel de ingresos, en consecuencia, gozan de impunidad). También evidencia lo sabido y comprobado cada día: la inmensa capacidad económica de los grandes traficantes ha provocado el fracaso de países tan fuertes y con tantas posibilidades como México. Los traficantes funcionan con dinámicas capitalistas, pero sin los límites de la ley. Consiguen  el respeto de los suyos y el terror de los ciudadanos incurriendo en crueldades inconcebibles, cuyo único fin es ganar cuota de mercado.

En Tras el grito la adicción se presenta como un problema psicológico y social, asociado con frecuencia a la marginalidad. Hari se apoya en un dato un tanto sesgado: un 90% de los consumidores de drogas no llega a engancharse. Introduce en la misma estadística a la marihuana y a la heroína. Muestra el ejemplo de Vancouver (Canadá) donde, por una gran incautación, los yonquis estuvieron consumiendo durante una temporada droga tan adulterada que solo era polvo blanco, sin heroína, y, sin embargo, no sufrieron síndrome de abstinencia. Tales hechos le permiten presentar a la droga como un placebo que permite vivir a los más castigados.

Hari también muestra que los miles de pacientes que a diario son tratados con derivados del opio para mitigar su dolor, sea de muelas u oncológico, no desarrollan adicción. Son argumentaciones plausibles, pero la adicción que causa la heroína es tan obvia como matemática, así lo demuestra un repaso de sus efectos en los barrios de las grandes urbes españolas durante la década de los ochenta, tanto en usuarios deprimidos como en eufóricos.

Tras el grito es un libro importante, no tanto por las soluciones que aporta como por la calidad de su investigación, la relevancia de la cuestión analizada y el debate que incita.