POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 153

Acabar con la desnutrición no es una quimera

Gonzalo Fanjul
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Mauritania ha escrito una historia de éxito en la lucha contra la desnutrición infantil. La contribución española ha sido clave para lograrlo. La drástica reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo compromete no solo estos resultados, sino la propia política exterior española.

La región de Assaba, en el sur de Mauritania, es un lugar extremadamente hostil para la vida humana. La lluvia desaparece durante ocho meses al año, dejando a decenas de miles de personas dependientes de un puñado de cabezas de ganado, la cosecha del año anterior y los pequeños trabajos que puedan lograr en las ciudades cercanas. Cuando la lluvia ni siquiera llega en el periodo de septiembre a noviembre, como ocurrió en 2011, la escasez alimentaria (soudure) se instala entre la población como una peste, devastando familias y haciendas, y forzando la emigración de los más capaces. Entre quienes no pueden emigrar están los niños, víctimas de una desnutrición aguda que a mediados de 2012 había atrapado a uno de cada siete.

Assaba es un microcosmos de la región del Sahel. En medio de una tormenta perfecta de sequías, incremento del precio de los alimentos y conflictos, cerca de 20 millones de seres humanos han hecho frente durante dos años interminables a una de las peores crisis humanitarias que se recuerdan. Por si fuera poco, la respuesta de la comunidad internacional ha quedado muy por detrás de la retórica compasiva de sus dirigentes. Durante 2012, cuando la crisis golpeó más fuerte, las agencias humanitarias recibieron un 30 por cien menos de los recursos comprometidos por los donantes. En el caso de Mauritania, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA), el recorte se acerca al 40 por cien.

La sucesión de crisis humanitarias infrafinanciadas no es una historia…

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