POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 151

La crisis del euro comenzó en Grecia, ¿dónde terminará?

Loukas Tsoukalis
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Los griegos contemplan el hundimiento de su economía, el regreso de la pobreza y el auge de los partidos extremistas. Los primeros responsables están en Atenas, y también en las instituciones de la UE.

En el principio fue el estallido de la mayor burbuja financiera desde la Gran Depresión. Y la mayoría de ciudadanos de Europa creyeron –o querían creer– que aquello no iba con ellos. A día de hoy, sabemos que estaban fatalmente equivocados. La crisis se extendió a toda velocidad por el sector financiero, el más globalizado de la economía mundial. A continuación se propagó a la economía real, provocando contracciones inauditas en los PIB de América del Norte y Europa desde los años veinte y treinta del siglo XX.

Lo que había comenzado como una crisis financiera occidental –que solo indirectamente afectaría al resto del planeta– se convirtió más adelante en crisis europea, concretamente en crisis de la zona euro. Los ciudadanos (y los mercados) comenzaron a darse cuenta de lo que supone tener una divisa sin Estado en tiempos difíciles. Grecia hizo las veces de catalizador en esta transformación, pese a su relativamente reducido volumen económico, equivalente al dos por cien del PIB de la zona euro. La razón es que en ese momento sufría una nefasta combinación de tres tipos de déficit: un gran déficit presupuestario, al que se sumaba una deuda pública ya considerable; un déficit en la balanza de pagos igualmente elevado y de todo punto insostenible (en otras palabras, déficit de competitividad); y un grave déficit de credibilidad, pues los políticos griegos se habían mostrado reiteradamente esquivos con la verdad y habían hecho gala de una excesiva “creatividad” en las estadísticas. Grecia no era el único país de la zona euro –ni del mundo– aquejado por esos tres déficit. Pero, sin duda,…

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