POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 181

La sucesión sin reformas

Los dos grandes desafíos para quien dirija el gobierno de Cuba a partir de abril serán recuperar el ímpetu reformista y, algo aún más difícil, hablar en nombre del Estado cubano.
Rafael Rojas
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La sucesión de poderes presidenciales en Cuba, contemplada para el 24 de febrero de 2018, según el calendario electoral históricamente establecido, ha sido pospuesta para el 19 de abril. La tradición reservaba cada cinco años el 24 de febrero –día del inicio de la última guerra de independencia contra España– como momento de arranque de cada nuevo gobierno de Fidel o Raúl Castro. Ahora la ceremonia se ha transferido al 19 de abril, día en que se conmemora la derrota de la invasión de playa Girón, en 1961, efeméride más a tono con el nacionalismo revolucionario cubano.

Es difícil explicar el aplazamiento del traspaso de poderes. La explicación oficial de que se debe a un retraso en tareas del gobierno, como consecuencia del huracán Irma, no resulta convincente. Es cierto que el calendario electoral se alteró desde octubre de 2017, pero era posible llegar a finales de febrero con la nueva Asamblea Nacional del Poder Popular instalada. No habría que descartar que el aplazamiento se deba a una falta de consenso en torno a la figura del sucesor o, en el mejor de los casos, a un proyecto de reforma que quiere aplicarse antes del traspaso de poderes.

Desde principios de 2016 el gobierno cubano viene anunciando una serie de nuevas leyes, que serían aprobadas en la Asamblea Nacional: una nueva ley electoral, otra de asociaciones, otra de medios de comunicación. La expectativa de una nueva legislación, sobre todo en materia electoral, tenía sentido como parte del proceso de sucesión que se iniciaría a finales de 2017 y que culminaría el 24 de febrero de 2018. Al no decretarse la nueva ley electoral, los comicios se han producido de acuerdo con las misma reglas del juego que existían en tiempos de Fidel Castro.

El sucesor del presidente, de acuerdo con…

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