POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 164

Homenaje tras el atentado terrorista a la revista ‘Charlie Hebdo’ un mes después. París, 16 de febrero de 2015. GETTY

#PolExt164: Grecia-UE; Ucrania-Rusia; Estado Islámico

Grecia, Ucrania, el Estado Islámico… Cuestiones que demuestran que las crisis en el interior de la Unión Europea no se han resuelto.
EDITORIAL
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La negociación entre el nuevo gobierno griego y el Eurogrupo ha mostrado con crudeza que la crisis en el interior de la Unión Europea no se ha resuelto. Dentro de cuatro meses, veremos a los europeos librar otro pulso. Mientras tanto, lo que sucede en las fronteras de la UE no es un pulso, sino dos conflictos abiertos, de naturaleza distinta pero que cuestionan el papel estabilizador de los europeos en su entorno.

En el Este, Ucrania y los separatistas prorrusos combaten desde hace casi un año. Al hablar de los separatistas nos referimos a quien los apoya y los está armando: la Rusia de Vladimir Putin. En el Mediterráneo sur, el Estado Islámico (EI) se ha convertido en una amenaza creciente para Europa. Entre el 7 y el 9 de enero París sufría un atentado del radicalismo islamista. Murieron 20 personas, incluidos los miembros del comando, Amedy Coulibaly y los hermanos Chérif y Said Kouachi.

“¿Cómo ha dejado la UE que se desarrolle a sus puertas un poder yihadista en el norte de Siria e Irak para luego sembrar el terror en nuestro continente?”, se pregunta Jean-Pierre Filiu en este número de Política Exterior. El experto francés no duda: el régimen de Bachar el Asad es el origen de la consolidación del EI, liberando a centenares de presos yihadistas al comienzo de la guerra civil siria en 2011, lo que está provocando la mutación de los grupos suníes y desestabilizando un inestable Oriente Próximo. Occidente, con la UE a la cabeza, se pregunta ahora si mantener a El Asad no es el menor mal posible.

Tanto el enfrentamiento Ucrania-Rusia como el avance del EI muestran las múltiples divisiones de la política exterior europea. Ambos conflictos están conectados por el hecho de que la UE, pero también Estados Unidos y la OTAN necesitan a Moscú para plantar cara a la amenaza del EI.

Un año después de la anexión de Crimea por parte de Rusia quizá es momento de reconocer que lo sucedido es resultado de errores por parte de europeos y americanos en su relación con Moscú en los últimos 15 años. Y uno de los principales errores ha sido convertir a Ucrania en una competición por el poder. Pese a que cada uno utiliza sus argumentos –lazos históricos según Rusia; defensa de la soberanía ucraniana, según la UE, EE UU y la OTAN– la política hacia Kiev ha estado dirigida por la rivalidad. Como señala Jochen Thies en estas páginas, “Occidente no ha entendido la profunda transformación de Rusia desde 1990”.

Pero además, la guerra en el este de Ucrania está cambiando de nuevo a Rusia.
olviendo a Grecia y sus recientes negociaciones con el Eurogrupo, además del concepto deuda, quizá la UE deba enfocar también el concepto de justicia. Atenas no solo ha dilapidado algunos millares de millones de euros: varios gobiernos de Atenas los han robado. Pero la Unión Europea apenas ha ayudado a Atenas a combatir la corrupción extendida por el país. Y esta pasividad no anuncia un buen futuro a Grecia, pero tampoco a la UE.

El buen sentido de muchos griegos pretende que el partido Syriza, vencedor de las elecciones, ideológicamente de izquierda radical, acabe con la austeridad. Pero esto no alcanza a ser el 50 por cien de la verdad. Lo que los griegos buscan es justicia y empleo. La UE, obsesionada con el pago de su deuda, ignora estas dos aspiraciones principales. Para entender la victoria de Syriza es esencial saber que la corrupción de ciertas élites griegas absorbió una cantidad casi infinita de millares de millones de euros a través de mecanismos no excesivamente sofisticados: los llamados sifones. El sifón, como saben los antiguos consumidores de whisky y vermut, aspira hacia la parte superior del recipiente la liquidez para distribuirla inmediatamente después a sus nuevos destinatarios. Se roba a un banco conminando al cajero con un arma de fuego. Se roban miles de millones por medio del sifón.

Prácticamente durante toda la transición, Grecia fue comprador –medicinas, armas, aviones de combate– y el gobierno o la administración destinó un porcentaje muy alto para la corrupción. Varios bancos prestaron decenas de miles de millones sin suficientes garantías. Monopolios y oligopolios dirigidos por familias debidamente conectadas asfixiaron toda competencia mediante el control de parte de la banca, de los medios de comunicación, de la energía y otras industrias.

Desde 2007 y mucho antes, nada de esto era un secreto. En diciembre 2014, Transparencia Interna­cional situó a Grecia muy por debajo de búlgaros o rumanos en su Índice de Percepción de la Corrupción. Aunque en análisis más profundos Grecia cayera hasta el puesto 91 del mundo, dado su nivel de corrupción. No pocos de los fraudes griegos se consumaban a la luz del día. Ejemplo: nunca se necesitaron para la adquisición de aviones Eurofighter o F16 otros dictámenes que los de las autoridades del ejército del aire griego o los vigilantes del ministerio de Defensa, ministro incluido.

En 2010 Brookings calculó que 20.000 millones de euros se perdían cada año en estos tráficos corruptos. La cleptocracia extendía briznas menores de esa corrupción a niveles medios y bajos, con el fin de lograr complicidades entre funcionarios y colaboradores medios o a veces muy modestos.

El autor de estas notas, sabidas, es Gregory A. Maniatis, asesor de Naciones Unidas y analista senior para Europa del Migration Policy Institute (Washington DC). Pero el autor tiene una voz autorizada para hablar sobre Grecia, su país. Y es una mina de datos que ayuda a establecer conclusiones. ¿Por qué Bruselas no puso el foco sobre la corrupción griega? Si la ausencia de la UE en este frente resultaba lamentable antes de la crisis, era inexcusable después. En 2010 la troika entró en el ministerio de Finanzas pero no, o apenas, en el de Justicia. Y esta es una reflexión que los europeos deben hacer. La UE contribuyó, y no poco, a poner en duda su propia credibilidad. Si el estado de derecho no está en el centro-centro de la UE, ¿que es lo que hay? Sin olvidar que estamos, como siempre, desde el siglo X antes de Cristo, ante una vía de doble dirección, quien recibe y quien da el soborno.

No debemos llenar estas notas editoriales de argumentos, todos ellos conocidos pero rara vez contemplados en común. Mientras seguimos con este problema, de más de 30 siglos, recordemos la ejemplaridad de algunos países. Noruegos, suecos, daneses, canadienses se alinean en la misma alianza, la OTAN. ¿Cómo es posible que Suecia y Holanda permanezcan en la misma unión que Grecia o Chipre? ¿No estamos ante una grave amenaza al ente común que llamamos Unión? EE UU alumbró su Constitución a partir de 1776. En el siglo XIX comenzaron las primeras enmiendas. Europa es diferente: es una aspiración a permanecer unidos. Pero Grecia y Dinamarca no encajan.

La justicia es inseparable del estado de derecho, en el que es indispensable incluir a los inversores a quienes se garantiza la recuperación de su inversión. Pero no basta con esto. Los estados –y más si han transferido una parte de su soberanía– deben también garantizar la sanidad universal, la enseñanza hasta una edad variable, las pensiones hasta niveles pactados entre quien se retira y quien debe pagar al retirado.

También, los problemas se resuelven pensando. A veces leer una publicación como Política Exterior ayuda a pensar. Solo en este sentido creemos aportar un pequeño, quizá no tan pequeño, punto de luz.