POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 141

Un lugar para España tras la crisis

Jordi Vaquer
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El paso temporal de España por la octava economía mundial generó unas expectativas de presencia global a la postre negativas. La crisis ha cambiado por completo la percepción sobre su lugar en el mundo. A falta de recursos nuevos en el horizonte, se impone priorizar.

 

Todavía es temprano para estimar el impacto de la crisis económica sobre el papel internacional de España. Con la deuda pública bajo presión incesante y con un desolador panorama económico, España se prepara para años de carestía y de escasos recursos públicos, sin saber si lo peor está todavía por llegar. La acción internacional no será la excepción, y resultarán seriamente afectados los recursos dedicados a los elementos básicos de la política exterior y de seguridad, como son las fuerzas armadas o el servicio diplomático, y también otras partidas destacadas de la acción en el extranjero como la cooperación al desarrollo, la acción cultural y las actividades de diplomacia pública. A ello debemos sumarle el deterioro de la imagen de éxito de la que gozó España durante años en los foros europeos e internacionales gracias a su transformación política y social, pero también a su creciente prosperidad.

 

Se impone una revisión del papel internacional al que debe aspirar España en estos momentos. El crecimiento acelerado de los tres lustros anteriores a la crisis llevó a los gobiernos españoles a plantearse la posibilidad de buscar para su país un papel global, superador de los tres contextos tradicionales –Europa, América Latina y el Mediterráneo– en los que la España democrática se había afirmado. Esta preocupación llevó a objetivos ambiciosos y giros innovadores en la política exterior de un país que llegó a verse como octava potencia mundial…

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