Gaza: muerte, mentiras y minutos de vídeo

Myriam Redondo
 |  24 de julio de 2014

Lo más preocupante de Gaza son sus víctimas: 704 personas, 121 de ellas niños, desde que se inició la operación Margen Protector el 8 de julio. Pero hay otra batalla que uno y otro bando llevan librando décadas, la propagandística. También mueve sentimientos que van desde la incomprensión hasta la ira.

Al final de este artículo hay un vídeo que es un intento valiente de describir las raíces del conflicto entre Israel y Palestina en cinco minutos. Pero ni hay acuerdo acerca de su comienzo, ni sobre la división del territorio, ni sobre el modo como se cuenta la historia desde los tiempos de la Tierra Prometida.

Es conocido que en el pasado ambas partes han desinformado o manipulado a conveniencia para lograr adhesiones a su causa, implicando a los medios. Nada que no suceda en otros conflictos bélicos. Los israelíes acuñaron el término Pallywood para referirse a las escenas ficticias con las que los palestinos engañaban a la prensa internacional. Los árabes recuerdan a Tel Aviv que la hasbará (una suerte de política “Marca-Israel” para promover en positivo el país en el extranjero) no puede contrarrestar tantas imágenes que reflejan la realidad cotidiana de la población árabe y sobre todo las matanzas que han padecido sus civiles.

En un artículo de Wikipedia –por supuesto sujeto a controversia– se mencionan los tropiezos más habituales de los medios al relatar la marmita al fuego que es Oriente Próximo. Hay eufemismos, elección de vocablos con connotaciones indebidas, omisiones, falta de verificación, selección desequilibrada de temas, posicionamiento injusto de las informaciones en páginas o escaletas, descontextualización, reproducción de escenas fingidas o montajes (lo que los anglosajones llaman staging) y exageración. No son exclusivos de ninguna de las partes. También se apuntan las principales causas que provocan estos deslices: algunas escapan a la capacidad del periodista (coacción, censura), otras suponen intencionalidad (afán de distorsión, búsqueda de sensacionalismo), y las hay que están a medio camino como los prejuicios, casi siempre inconscientes.

Hace más de una década que cualquier elección de los medios se discute. El lenguaje y las imágenes son campos minados. ¿Son «territorios ocupados» o «territorios en disputa»? ¿Debe decirse «valla de seguridad» o «muro de apartheid«? El lado israelí esgrime y eleva a símbolo errores como el de Tuvia Grossman: vía Associated Press, The New York Times publicó una imagen cuyo pie de foto parecía describir a un soldado israelí golpeando a un palestino, cuando en realidad el agente protegía a un muchacho judío de una turba árabe.

Los errores con los pies de foto son frecuentes en los medios, en este y otros muchos conflictos (los fotoperiodistas suelen quejarse cuando sus editores describen como terroristas o yihadistas a árabes que no son más que árabes). Pero hay historias trágicas que Israel pone empeño en recordar al mundo. Eyal Yifrah (19 años), Gilad Shaar (16) y Naftalí Fraenkel (16) eran los tres jóvenes judíos cuyo secuestro y asesinato desencadenó la operación Margen Protector.

Palestina, por su parte, convierte en mártir a cada uno de sus muertos, mientras los activistas internacionales recuerdan especialmente a las víctimas extranjeras. A la estadounidense Rachel Corrie la mató una excavadora israelí que “limpiaba el terreno” o “demolía casas”, según quién cuente. Se convirtió en una heroína. Uno de los barcos de la Flotilla de la Libertad abordada por tropas israelíes cuando se dirigía a Gaza con ayuda humanitaria en 2010 llevaba su nombre.

Símbolos y versiones

El caso de Mohammed al Dura encierra todo el drama de la región con su sudario de propaganda laberíntica. Era un palestino de 12 años cuya muerte conoció el mundo entero a través de una grabación difundida por la televisión France 2. Estaba en medio de un tiroteo y, según reflejan las imágenes, fue alcanzado pese a los intentos de su padre de protegerle, ambos escondidos en cuclillas tras un bloque de hormigón. Desde entonces la silueta de padre e hijo es un icono que protagoniza grafitis en toda Palestina.

Durante más de una década, opinantes israelíes han sostenido versiones contrapuestas sobre Mohammed, desde que en realidad no murió hasta que le mataron balas palestinas. La edición de las imágenes (no se emitió la secuencia entera) ha dado alas a estas teorías, pese a que el reportero de France 2 no se ha cansado de relatar que fue un asesinato israelí y más reporteros aseguraron haber visto el cuerpo del pequeño en la morgue. El padre resultó herido.

Trece años después de los hechos, Israel revivió el caso al hacer público un informe pretendidamente definitivo que tachaba la escena de montaje y concluía que el pequeño no murió. Imaginemos por un momento que está en lo cierto. En tal caso, el problema del estudio seguiría siendo el mismo: viene solo de parte de expertos israelíes y lo rechazan instituciones internacionales independientes. Tanto es así, que ni al diario Haaretz le convenció. Además, encuentra enfrente a un padre dispuesto a exhumar a su hijo para realizar las pruebas de ADN que hagan falta. Aunque Internet está lleno de páginas que describen la historia como un bulo, poco después de conocerse el informe un tribunal francés condenó por difamación a un comentarista proisraelí que acusaba al periodista Charles Elderlin (France 2) de montaje en aquella escena.

En 2006, los medios de comunicación israelíes tuvieron un papel importante a la hora de exponer los excesos de su gobierno en la Guerra de Líbano contra Hezbolá. El clamor popular por los hechos derivó en una investigación oficial que puso en evidencia los fallos cometidos por el primer ministro, Ehud Olmert. Pero después de aquello se fue acrecentando el patriotismo. Mientras, aumentó la presión de Israel sobre los medios internacionales.

La prensa británica en general y la BBC en particular suelen estar en su punto de mira. Esta cadena es criticada frecuentemente, pese a la conocida fijación que tiene por el rigor: ha llegado a reprender a sus periodistas por comentarios discutibles o por tuits erróneos. Les prohíbe que expresen opiniones personales en las redes.

Seguimiento en las redes

Twitter ha cambiado el modo de cubrir la zona, dice el periodista Joshua Keating. También lo han hecho otras redes sociales (como Facebook) y sobre todo la ubicuidad de los móviles que hace posible acceder a ellas desde todas partes. Hay más atención a las víctimas civiles y a los niños. Sus imágenes de sufrimiento circulan encapsuladas en vídeos de YouTube. Puede que el Wall Street Journal publique artículos afirmando que los gazatíes albergan armas y terroristas “en sus casas, justo al lado de los sofás otomanos y los pañales sucios”, pero la ira en la Web viene mayoritariamente en sentido contrario. En 2006 Israel negó vehementemente su implicación en el ataque contra una familia que hacía picnic en la playa. Ahora hay demasiadas imágenes y testigos para negar la actuación que mató a cuatro niños que jugaban al fútbol junto al mar. La etiqueta #GazaUnderAttack ha sido tuiteada cuatro millones de veces. Su contraria, #IsraelUnderFire, 170.000.

Entre las generaciones más jóvenes de Oriente Próximo el uso de Internet  empieza a sobrepasar al de la televisión, y eso significa que se difunde y encuentra información muy jugosa en línea. Las nuevas tecnologías ofrecen otros ángulos de visión y ayudan a mapear la situación, aunque a veces no sirvan para informar mejor, como destaca un informe de la Universidad de Illinois sobre el uso de gráficos relacionados con Oriente Próximo en la CBS.

Con la presencia de periodistas ciudadanos, se escrutan más tanto los discursos oficiales israelíes como el comportamiento del Tsahal (Fuerzas de Defensa de Israel). Aunque sus portavoces realicen grandes esfuerzos de comunicación en las redes, destinando a ellas cuantiosos recursos, muchas veces Twitter o Facebook se han vuelto contra él, revelando actitudes poco decorosas. Ya no se libran de pasar bajo la lupa ni siquiera los ciudadanos anónimos israelíes: reunirse para mirar el bombardeo a Gaza mientras se come palomitas está mal visto, al igual que lo estaban repartir dulces o disparar al aire para celebrar un atentado.

La operación Margen Protector ha tensado los ánimos enormemente y en direcciones insospechadas. En Twitter hay todos los días escaladas verbales entre periodistas y entre periodistas y expertos. Se ha criticado a The New York Times por minimizar la muerte de civiles. También, por el mismo motivo, a la CNN y la BBC.

Pero sobre todo hay críticas de los ciudadanos a los medios. La NBC retiró de Gaza a su enviado Ayman Mohyeldin después de que presenciara la muerte de los niños en la playa y escribiera un tuit cáustico al respecto. Le sustituyó por un colega que no hablaba árabe, pero tras la indignación desatada tuvo que devolver a la zona al reportero sugiriendo que todo se debió a un error interno de turnos. Nunca se había conocido tanta irritación con relación a informaciones de Oriente Próximo.

En España, algunas decisiones editoriales han provocado sorpresa e indignación de personas que ya no se reconocen en sus medios de referencia. Se critican expresiones lingüísticas como “la población gazatí muere” en lugar de “es asesinada” (1, 2, 3); se ponen en cuestión las elecciones de portada, especialmente en el caso de La Razón; se discute el emplazamiento equitativo (cuando no prioritario) que se da a víctimas israelíes y palestinas, porque las segundas son más numerosas. El País ha recibido algunas de las mayores invectivas, siendo acusado de una parcialidad desconocida hasta el momento y de suavizar en sus portadas las informaciones que facilita su corresponsal en la zona (1, 2).

Motivos para el rechazo

Protegido durante muchos años por ese falso equilibrio entre acusaciones árabes y aclaraciones judías, titulares proisraelíes y propalestinos que dejan al ciudadano sin saber lo que ha ocurrido, el discurso de Israel es un emperador desnudo. En este caso no es que el silencio le rodee, sino que ha decidido no escuchar las miles de advertencias y esconderse en la idea de la conspiración global.

Hay varios motivos que justifican  la antipatía y estupor creciente, o al menos la incomodidad, con la que los medios saludan a los portavoces israelíes (aquí puede escucharse una entrevista reciente):

– El Gobierno de Tel Aviv lleva años jugueteando con la línea que separa el respeto a la prensa de su desprotección (si no del ataque directo), lo que pone su versión bajo sospecha. En la actual operación ha advertido a los corresponsales  que no es responsable de su seguridad, pese a que la normativa internacional sí les protege. Ha avisado sobre la malignidad de Al Jazeera y, según esta cadena, ha lanzado disparos de advertencia a sus  oficinas. Es una invitación a que los reporteros abandonen un conflicto que ya ha provocado víctimas entre la prensa, así como abundante información incómoda.

– Cualquiera que objeta las decisiones de Israel es acusado de sesgo. En el pasado se ha desacreditado frecuentemente la tarea de organizaciones como la Agencia de la ONU para los Refugiados en Palestina (UNRWA) pese a que ha demostrado que se pronuncia contra los palestinos cuando hace falta. Recientemente denunció con claridad la ocultación de cohetes en una escuela, uno de los principales argumentos israelíes para bombardear edificios civiles. También Human Rights Watch, que denuncia ahora los ataques en Gaza como crímenes de guerra, ha investigado anteriormente los cometidos por Israel y por Hamás.

– Aún cuando los israelíes tienen argumentos de peso, recurren a modos y expresiones tan brutales para defenderlos que los despojan de toda legitimidad. Así, afirman que sus ataques provocan muchas víctimas civiles porque los palestinos utilizan a su propia población como escudo humano. Ciertamente los milicianos palestinos se infiltran entre la ciudadanía, como muestra el minuto 1:57 de esta crónica de Yolanda Álvarez (aunque habría que verla entera para comprender el drama en su conjunto). Es una táctica imaginable en una franja de terreno pequeña pero densamente poblada y en un enfrentamiento donde una de las partes ostenta la supremacía militar y a la otra le queda sobre todo la opción de la guerrilla. ¿Justifica eso el bombardeo masivo?

– Israel y los medios proisraelíes deshumanizan, cosifican insistentemente a los árabes: ellos son “los otros” y se les puede tratar como si no fueran personas. ¿Tienen sentido frases como la de Benjamin Netanyahu, para quien los palestinos buscan “muertos telegénicos”? El embajador de Israel en EE UU, Ron Dermer, dice de Hamás que “a una organización que es capaz de marcar los tantos de terroristas suicidas no le importa que los civiles palestinos pierdan sus vidas”. El problema es que a la población palestina sí le importa, y a las madres que pierden a sus hijos también, como cualquier madre en otra parte del mundo puede comprender.

– Solo la entrada en el barrio de Shayahia (20 de julio) causó 72 muertos en 10 horas. En el momento de escribir estas líneas, el número de fallecidos por la parte israelí es de 32 soldados y tres civiles. A ojos del mundo, importa que Israel esté sufriendo su mayor revés militar desde la Guerra de Líbano  y que estén siendo asesinados sus soldados, pero también y sobre todo provoca náuseas que cerca de tres cuartas partes de las víctimas sean civiles y que los ataques hayan acabado con la vida de 121 niños. Hay además 4.000 heridos y 100.000 desplazados desde que empezó Margen Protector. Son cifras escandalosas que harán que la ONU investigue los ataques como posibles crímenes de guerra. En ese contexto, la referencia continua al Holocausto por parte de Tel Aviv ha dejado de tocar la tecla emocional de quien escucha. Es más: se vuelve contra quien la emite.

– Una mayoría aplastante de países apoyó en noviembre de 2012 la petición palestina de convertirse en Estado observador en la ONU, para júbilo de la población local. La imagen de un pueblo que recurre al terrorismo más censurable pero que busca también vías institucionales de representación mientras vive cercado y en difíciles  condiciones para subsistir contrasta con la de otras propuestas del islam más recientes, traumáticas e intratables: el Ejército Islámico es ejemplo de ello.

Israel está crecientemente solo en sus argumentos. Aunque en lugares como EE UU tiene un apoyo y poder aún muy elevado, es una de las naciones peor consideradas en todo el mundo. Según un informe de Global Scan/BBC, solo tienen menos consideración Irán, Pakistán y Corea del Norte. El Índice de Percepción Global del Real Instituto Elcano sitúa a Israel en el puesto 51 de 70 países analizados, con una presencia internacional en disminución entre 2012 y 2013, pero indica que capitaliza bien su presencia global, transformándola en un poder superior a esta.

Ningún comentarista razonable quiere que mueran los soldados de Israel ni su población. Nadie quiere ver túneles bajo los pies de ciudadanos israelíes, pero tampoco ver morir a niños que no los cavaron.

Lo que Tel Aviv no asume es que quienes le critican no necesariamente apoyan el terrorismo árabe o el más que probable uso por parte de Hamás de recursos civiles, sanitarios y humanitarios con propósito bélico. Los periodistas y gobiernos que ponen en tela de juicio su política quieren parar una operación que se ha emprendido por venganza y que ha llevado, como todas las venganzas, a dosis insoportables de irracionalidad. La operación en Gaza no será, como quería Israel, la batalla que acabe con todas las batallas. Es su campaña más compleja y la que ha terminado de revelar su escasa caballerosidad en la pelea.

 

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