México, algo más que elecciones intermedias

Francisco Valdés Ugalde
 |  5 de agosto de 2015

En México, las elecciones intermedias para la renovación de la Cámara de Diputados suelen ser menos concurridas que las presidenciales de cada seis años. Aunque ha habido excepciones, como las de 1991 (con una participación del 65%) y 1997 (57%), en 2003 y 2009 la concurrencia electoral fue de 41% y de 44%, respectivamente. Este año, la participación en las elecciones de junio se elevó a más del 47%, la tercera más participativa en dos décadas. A pesar de los temores en sentido contrario, el electorado salió a votar.

La elección ha traído varias novedades que derivan de los procesos políticos posteriores a la segunda alternancia en la presidencia de 2012. La primera es la aparición de triunfos de candidatos registrados bajo la categoría de independientes, que por vez primera se ha permitido en México. Aunque según la Constitución mexicana, todo ciudadano tiene derecho a ser votado, la protección efectiva de este derecho por parte del Estado era inexistente. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en respuesta a la demanda interpuesta por el reclamo de Jorge G. Castañeda a la negativa de registro como candidato independiente en 2004, sentenció, en 2008, al Estado mexicano a establecer la debida protección judicial.

El caso más notorio en las elecciones intermedias del pasado junio ha sido el triunfo de Jaime Rodríguez Calderón (El Bronco) a la gubernatura de Nuevo León, el Estado del norte del país más importante económicamente. El Bronco derrotó a los candidatos de los dos partidos principales en esa entidad (PRI y PAN). La motivación del electorado, según todos los indicios, fue castigar la corrupción del gobierno saliente. El caso más emblemático de candidatura independiente, no obstante, ha sido el de Pedro Kumamoto, diputado electo por el distrito de Zapopan, a la legislatura de Jalisco.

El voto de alternancia ha sido otra de las nuevas de los comicios de 2015. Cinco Estados de los nueve en que hubo elecciones para gobernador triunfó un partido diferente al gobernante.

México: elecciones intermedias

 

A partir de estos cambios los Estados de la república quedan repartidos en: 20 Estados gobernados por el PRI, seis por el PAN, cuatro por el PRD, uno por Movimiento Ciudadano y un Estado gobernado por un candidato independiente.

En otros niveles de gobierno y en las elecciones parlamentarias también se manifestó el rechazo a los partidos actualmente en gobierno. En Guadalajara, la segunda ciudad más poblada del país, triunfó un candidato de la oposición que desplazó al gobernante PRI. En Ciudad de México se registró uno de los mayores cambios en las preferencias electorales. Una plaza dominada casi por completo por el PRD desde que en 1993 se inició la elección de jefe de gobierno y legisladores se tornó multicolor con la elección de 2015. El PRD perdió a manos de la oposición en la ciudad, ocho de las 14 “delegaciones políticas” que gobernaba, quedándose con solo seis de las 16 delegaciones del Distrito Federal. Además, en la Asamblea Legislativa perdió la mayoría de representantes que obtuvo el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), formado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tras escindirse con sus seguidores del PRD en 2012.

La nueva Asamblea Legislativa del Distrito Federal tendrá un rostro muy distinto al de su antecesora. Como resultado de las elecciones de 2012, el PRD tenía la mayoría absoluta, con 34 de 66 representantes, el PAN 13 y el PRI nueve. En 215 fueron electos 19 representantes del PRD, 22 de Morena por vez primera en su etapa electoral, 10 del PAN, y siete del PRI. Con excepción de Morena y Encuentro Social (dos),ambos estrenando registro electoral, los demás partidos retrocedieron.

 

Asamblea legislativa del gobierno federal de México

 

En la capital el perdedor neto ha sido el PRD, que perdió la mayoría legislativa y redujo de 14 a seis las delegaciones bajo su control; cinco de las ocho delegaciones que perdió el PRD fueron capturadas por Morena, tres por el PRI y dos por el PAN. Por lo demás, de los 14 distintos en los que gano Morena, 11 eran bastiones perredistas.

Paralelamente, en la Cámara de Diputados, los tres partidos grandes perdieron escaños respecto a la elección del 2012. Morena apareció con 35 diputados y el Partido Verde incrementó su número en 18 representantes, lo mismo que Movimiento Ciudadano, que lo elevó en 10. Así, la izquierda refleja su fragmentación ocasionada en disensos y rupturas, la principal de ellas es la formación de Morena convocada por AMLO. Aunque podría pensarse que una de las características principales de la transición mexicana desde 1997, el tripartidismo, parece perderse, aún está por ver si se establecen alianzas estratégicas entre sus dos partidos principales. El talante de beligerancia y encono con el que han llevado pleitos podría aterrizar en alianzas de mutua conveniencia. Tampoco hay que menospreciar las posibilidades de alianzas legislativas específicas con el PAN cuando se trate de contrarrestar la fuerza del PRI y sus aliados (Partido Verde y Nueva Alianza), ni las que suele efectuar con el PRI cuando así “conviene al interés de México”. Es demasiado pronto para prever el comportamiento de las bancadas en la próxima legislatura, por lo que no es posible formular una generalización anticipada.

 

Cámara de Diputados de México

 

Un balance general

Aunque hay más de 400 recursos de impugnación ante el tribunal electoral, la más alta cifra en su historia, no habrá alteraciones mayores a los equilibrios generados por los electores; en todo caso estas serán marginales. La caída del PRD y la aparición de Morena representan una nueva división de la izquierda con dos partidos que podrían competir por preponderar en el electorado que tradicionalmente había sostenido al PRD. Sin embargo, poco se puede decir acerca de su crecimiento. Es probable que Morena avance más en los Estados del sur y sureste de México que en los del centro y norte, en los que su lenguaje y “oferta” política son difíciles de comprender para el elector medio.

El desprestigio del PRD tras diversos acontecimientos en los que fue identificado con actos de corrupción o colusión con criminales (como en Ayotzinapa, en el Estado de Guerrero) fue refrendado con la caída de la votación distrital por ese partido (del 18,3% al 10,8%) y la aparición de Morena (8,3%), con una cifra casi idéntica a la disminución del primero. Lo anterior anticipa una lucha por la preservación y el crecimiento si es que la reconciliación o la alianza se vuelven imposibles. Ningún escenario se puede descartar.

Las bancadas del los dos partidos más grandes, PRI y PAN, se redujeron, si bien el primero, al concurrir en alianza con el  Partido Verde y pudiéndose aliar en la legislatura con Nueva Alianza podría tener mayoría absoluta de votos. Sin embargo, no se puede descartar que ante iniciativas y acontecimientos concretos se produzca otro tipo de alianzas para obtener mayorías. Una probable explicación de que el voto por el PRI no rebase los límites de una mayoría relativa es el estancamiento de su capacidad de atraer el voto clientelar. No obstante, esta hipótesis requiere de un análisis que no se puede hacer aquí. Por el contrario, la caída del voto por el PAN puede atribuirse a escándalos de corrupción y a las divisiones por el control del aparato del partido que se han manifestado con fuerza en los últimos años.

En este panorama de límites del crecimiento del PRI, disminución del PAN y el PRD, crecimiento de partidos nuevos (Morena) o pequeños (Partido Verde y Movimiento Ciudadano), así como la disolución de la hegemonía del PRD en la capital, se desarrollará la nueva legislatura y se llegará a los comicios presidenciales y de renovación del Congreso en su totalidad en 2018.

Una mención aparte merece el comportamiento del voto nulo. Desde diversas trincheras se convocó a manifestar el descontento con el sistema de partidos mediante la anulación de la papeleta electoral. Este fenómeno viene de atrás, pero según el registro del Instituto Nacional Electoral (INE), el porcentaje de votos anulados pasó del 4,96 a 4,76%, lo que significa que, aun guardando la proporción con la concurrencia electoral (que siempre es mayor en elecciones presidenciales), no registró variación significativa. Acaso los electores han enviado la señal de que votar por las opciones existentes no es para la ciudadanía en general tan repulsivo como lo pintan sus detractores.

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