Obama en Argentina: el espaldarazo y sus efectos

Eduardo Martín Cuesta
 |  6 de abril de 2016

Cuando a principios de año se anunció la posibilidad de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, visitara la República Argentina tras su histórico viaje a Cuba, se abrió un debate en la política argentina. Una vez confirmada la visita, para el 23 y 24 de marzo, las declaraciones de Obama impactaron directamente en la situación del país, tanto por su visión positiva del presidente Mauricio Macri, como por sus críticas a la presidencia anterior.

Este hecho fue analizado tanto desde la perspectiva local, regional y global. No deja de ser significativo que Obama llegase a Argentina después de visitar Cuba. El viaje generó expectativas y controversias. Para muchos, la fecha elegida no era inocente: el 24 de marzo es día muy especial para los argentinos [el 24 de marzo de 1976 se produjo el golpe de Estado del general Jorge Rafael Videla].

El 23 de marzo Obama tuvo una agenda repleta. Después de alojarse en el Palacio Bosch (la residencia del embajador de EEUU en Argentina), visitó la casa de gobierno, dio una conferencia de prensa, tuvo una reunión de trabajo con Macri, y participó en el homenaje al general San Martín en la catedral metropolitana. Por la tarde, charló con jóvenes estudiantes en la Usina del Arte de la ciudad de Buenos Aires, donde Michelle Obama había dado una conferencia por la mañana y, por la noche, hubo una cena de gala en el centro cultural Kirchner, donde el presidente estadounidense bailó un tango.

En el ámbito político, cabe destacar la conferencia de prensa conjunta entre Obama y Macri. Para algunos, el hecho más relevante fue la felicitación del primero al segundo por las medidas tomadas en los primeros 100 días de gobierno. Obama incluso afirmó que el gobierno argentino es un ejemplo para la región y el candidato más firme para ejercer el liderazgo. Aunque evitó hacer referencia a los problemas políticos de Brasil, el guiño de Obama a Macri no pasó desapercibido. El presidente de EEUU también se abstuvo de opinar sobre el problema de la Argentina con los fondos buitres (holdouts). Esto evitó, sin embargo, que a los pocos días el gobierno estadounidense se presentara ante los tribunales de Nueva York como amicus curiae de la Argentina. Así, el 31 de marzo se aprobó en el Congreso argentino el acuerdo con los acreedores externos. En el ámbito económico, Obama expresó su apoyo a las medidas económicas del gobierno, y prometió destrabar inversiones estadounidenses por 2.500 millones de dólares.

El 24 de marzo era el día más controvertido de la visita. Por la mañana, el presidente de EEUU homenajeó junto con Macri a las víctimas del terrorismo de Estado en Argentina, en el parque de memoria de la ciudad de Buenos Aires.

Mientras, en las plazas del país se realizaban concentraciones y marchas por los 40 años del golpe de Estado de 1976.

Parte de estas marchas aprovecharon la presencia de Obama en Argentina para recordar el papel de la diplomacia estadounidense en las dictaduras de las décadas de 1960 y 1970. Posiblemente como forma de aliviar la tensión, y como gesto hacia el gobierno argentino, el día anterior Obama anunció su apoyo a la desclasificación de documentos secretos acerca de la última dictadura. Ello no impidió que los sectores de izquierda llevaran a cabo actos de protesta por la presencia del líder estadounidense.

El balance sobre la visita de Obama a la Argentina refleja las visiones dicotómicas presentes en el país desde hace algunos años. Desde el oficialismo y sus simpatizantes se interpretó como un claro apoyo al nuevo gobierno. Además de la apertura al mundo, y el inicio de relaciones “maduras” con EEUU, se remarca la posibilidad de un nuevo papel internacional para Argentina (tanto regional como global). Esto último, en contraposición con la diplomacia anterior, en el contexto de unos “populismos latinoamericanos” que parecen estar en retirada. Desde la oposición, la interpretación de la visita del presidente de EEUU se ha hecho en clave de “imperialismo”, “cipayismo”, y “relaciones carnales”. Así, mientras que se reforzaron las simpatías de los sectores oficialistas, también se reafirmaron los sentimientos de los sectores opositores.

Más allá de la clave interna y la política local, quedan por ver los resultados de la nueva estrategia en política exterior del gobierno de Macri. Desde el punto de vista del gobierno, ya se están cosechando los primeros resultados. Y el Departamento de Estado norteamericano parece confirmarlo. En el futuro próximo posiblemente queden en evidencia los costes y beneficios de la nueva política exterior argentina.

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