Desafíos y oportunidades del virus del Zika

Irene García Benito
 |  27 de mayo de 2016

Hoy es el zika. Ayer fue el ébola. Y mañana será cualquier otra enfermedad para la que la comunidad internacional no esté preparada. La globalización y los continuos intercambios de personas y bienes hacen potencialmente vulnerable a cualquiera que se mueva por el planeta. O que se esté quieto. En especial con casos como el del virus del Zika, donde el vector de transmisión no entiende de fronteras. Las dificultades a la hora de afrontar esta alarma sanitaria son muchas y costosas, pero también va dejando lecciones de las que tomar nota.

El virus del Zika se registra por primera vez en 1947 en Uganda. En 2007 y 2013 surgen epidemias en Micronesia y Polinesia Francesa pero hasta 2015 no suenan las alarmas, cuando se notifica la transmisión del virus en Brasil. Desde entonces, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado la presencia de transmisión vectorial –a través de los mosquitos– en 58 países. Además, en otros ocho países el virus se ha transmitido de forma no-endémica, es decir, entre personas. El hecho de que en la mayoría de los casos, alrededor del 80%, no exista sintomatología y que cuando esta se presenta sea leve (fiebre, dolor de cabeza, cansancio) complica los procesos de cuantificación.

 

Cronología del zika

 

El mosquito Aedes aegypti es el transmisor del zika, al igual que lo es del dengue y del chikunguña. Aunque en los años setenta se intentó erradicar por su asociación con otras enfermedades, en la década de los 2000 se paralizaron los programas, permitiendo de nuevo su expansión. Por otro lado, el Aedes albopictus, vector de transmisión de enfermedades como la fiebre amarilla, el dengue o la chikunguña, está presente en toda la costa mediterránea. No existe una confirmación directa, pero es posible que esto sea una prueba más del cambio climático, como resultado del aumento de las temperaturas y de las aguas estancadas. Suficiente para preocupar a las autoridades europeas.

Dos factores han hecho sonar las alarmas. Uno, las declaraciones de medios de comunicación y de la OMS –tras la lenta respuesta ante la crisis del ébola, la organización ha querido actuar con rapidez esta vez–, que establecieron previsiones de hasta cuatro millones de afectados. Y dos, su relación con el síndrome de Guillain-Barré y la microcefalia en casos de transmisión vectorial. Este síndrome, que afecta al sistema nervioso y puede causar parálisis en casos excepcionales, ha registrado un aumento en los últimos meses, lo que complica aún más los procesos de investigación sobre el zika. La microcefalia es la principal amenaza, al provocar daños irreversibles, y solo en Brasil se han confirmado más de 3.000 casos en el último año. A pesar de la labor de concienciación, que ha permitido tomar a las mujeres más precauciones, los casos no dejan de aumentar.

 

Lecciones del zika

De los errores se aprende y el zika nos está dejando numerosas lecciones. Para empezar, si las enfermedades no tienen fronteras tampoco deberían tenerlas las respuestas. Una mayor colaboración, tanto informativa como técnica, puede ayudar a prevenir y mitigar este tipo de crisis. Los Juegos Olímpicos de Río demostrarán si existe capacidad internacional para afrontarla. Se juega con cierta ventaja: el invierno disminuye la supervivencia del Aedes aegypti.

Los medios de comunicación desempeñan un gran papel. Suelen pasar del sensacionalismo al olvido, mientras que se necesitaría un tratamiento continuado de la información para que la población se conciencie pero no se alarme.

Por último, a nivel estatal, deben establecerse protocolos que permitan enfrentarse a escenarios futuros y que favorezcan la tendencia preventiva. En el caso del zika, muchos países están tratando todavía de estructurar sus competencias sin llegar a tomar medidas reales.

En los países donde comenzaron a registrarse los casos, la tendencia ya es negativa. Puede que la alarma disminuya en los próximos meses o puede incluso que se extienda a otros continentes, como sugiere la presencia del Aedes albopictus en el Mediterráneo. Ocurra esto último o no, el zika ya ha demostrado que la comunidad internacional no ha desarrollado aún las mejores herramientas para enfrentarse a las epidemias. Por el momento, la OMS discute cómo cambiar su forma de lidiar con ellas.

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