Miriam Gathigah/IPS.

Guía esencial para comprender las complicadas elecciones de Kenia

MURITHI MUTIGA
 |  2 de agosto de 2017

Kenia tiene previsto celebrar elecciones generales el 8 de agosto. La votación se realizará 10 años después de que una controvertida elección presidencial llevase el país africano al borde de la guerra civil. Miles de personas fueron desplazadas de sus hogares y 1.100 murieron en semanas de lucha étnica y protestas callejeras que recibieron una brutal respuesta policial tras las elecciones de diciembre de 2007. Las siguientes elecciones, en 2013, se desarrollaron de forma relativamente pacífica. En 2017, la carrera presidencial entre dos integrantes de las familias más prominentes de Kenia ha captado casi toda la atención. Pero los comicios locales para elegir gobernador también serán amargamente disputados.

 

¿Por qué se miran tan de cerca las elecciones en Kenia?

La posición del país como una de las mayores democracias de África, su importancia como centro de transporte y comercio del este del continente y su reñida competición –sobre todo por la presidencia–  explican el gran interés que suscitan sus elecciones. Al igual que en las de 2013, miles de observadores y medios de comunicación locales e internacionales vigilarán las del 8 de agosto.

Al mismo tiempo, los resultados son difíciles de predecir. Las campañas se disputan con fiereza y los riesgos de violencia se pueden expandir más allá de sus fronteras. En 2007, cuando una controvertida encuesta presidencial dio lugar a semanas de derramamiento de sangre, las principales carreteras que conducían a países vecinos sin litoral, como Uganda y Ruanda, fueron bloqueadas, lo que aumentó drásticamente el precio de los bienes esenciales, incluido el combustible. Los suministros de ayuda al este de la República Democrática del Congo también quedaron encallados.

 

¿Cuáles son las expectativas de que las elecciones tengan lugar de forma pacífica?

Aunque hay ocho candidatos que se disputan la presidencia, la elección de 2017 es esencialmente una carrera de dos vías entre el titular del cargo, Uhuru Kenyatta, de 55 años, hijo del primer presidente del país, y el líder de la oposición Raila Odinga, de 72 años, hijo de su primer vicepresidente. Múltiples factores explican por qué existe cierta preocupación a que el país pueda presenciar una crisis similar a 2007.

 

En el pasado, las elecciones tan reñidas limitaron la capacidad de las instituciones para mantener la paz

 

En primer lugar, las apuestas para ambos contendientes son extremadamente altas. Kenyatta, miembro del grupo étnico más numeroso, los kikuyu, no quiere hacer historia como el primer presidente que no se asegura la reelección. Durante la campaña ha argumentado que empleó la primera legislatura para sentar las bases de grandes proyectos de cambio e instó al electorado a otorgarle cinco años más para completar el trabajo.

Odinga, que ha luchado por la presidencia en varias ocasiones, está realizando su último intento de hacerse con el cargo. Proviene de la etnia luo, cuyos miembros están molestos por años de exclusión del poder estatal, sobre todo por las élites gobernantes de los kikuyu, y muchos votantes le ven como  defensor de los grupos marginados del país.

En segundo lugar, el Estado es un actor clave en la economía keniana y por esa razón el resultado electoral de Kenia podría significar ganar, retener o perder el control sobre las decisiones que determinarán la asignación de millones de dólares en contratos y oportunidades de negocio para los candidatos y sus aliados.

En tercer lugar, se espera que las elecciones sean muy disputadas. Los principales encuestadores indican una diferencia de un 4% entre ambos candidatos, lo que está entre el margen de error. En el pasado, las elecciones tan reñidas limitaron la capacidad de las instituciones de lidiar con la situación y mantener la paz.  

En cuarto lugar, la comisión electoral se ha enfrentado a enormes retos. Una comisión de investigación nombrada después de la crisis electoral de 2007 recomendó que los comisionados que dirigen la  Comisión Electoral Independiente y de Circunscripciones (IEBC) deberían estar en el cargo al menos dos años antes de que se celebren las votaciones. Sin embargo, los comisionados encargados de las elecciones de 2017 se instalaron a finales de enero de este año, después de que quienes dirigieron la votación de 2013 fueran expulsados del cargo tras una serie de protestas dirigidas desde la oposición. La comisión tratará de implementar un sistema electrónico que sirva para identificar a los votantes y transmitir los resultados. Sin embargo, las herramientas que emplearán han fracasado varias veces en otras elecciones africanas. El caso más notable fue el de Ghana en 2012. El 31 de julio, apareció en una calle a las afueras de Nairobi el cuerpo de un funcionario de la comisión electoral encargado de administrar el equipo electrónico. La policía prometió una investigación sobre el asesinato, pero el desarrollo impactante de los sucesos se añadió a la tensión en una ambiente ya febril.

En quinto lugar, las elecciones locales –especialmente para gobernador del condado– se disputarán con resentimiento como resultado de la devolución del poder a esas localidades, con el peligro de enfrentamientos en zonas multiétnicas.

 

¿Qué ha cambiado desde la última ronda de combates en 2007?

Las reformas institucionales de carácter sustancial promulgadas tras la crisis poselectoral de 2007 llevan a la prospectiva de que a pesar de todas las preocupaciones que rodean a las elecciones de 2017, estas podrían desarrollarse de forma calmada.

Particularmente, la nueva Constitución aprobada en un referéndum en 2010 redujo el poder de la presidencia y trató de extenderlo de manera más ecuánime a instituciones como el Parlamento o el poder judicial. De forma significativa, la nueva ley introdujo un sistema de devolución que garantiza al menos que el 15% de todos los ingresos del gobierno nacional sean asignados a condados administrados por gobernadores electos. Los gobernadores y las asambleas de los condados gozan de casi autonomía para la gestión de los fondos canalizados a los condados para la administración de la agricultura local, la atención sanitaria y la educación primaria. Ellos también están capacitados para asignar fondos a proyectos locales de infraestructura. La reforma, extremadamente popular, tiene un doble efecto. Como se ha notado, aumenta el interés respecto a las elecciones locales, y esto incrementa el riesgo de violencia. Al mismo tiempo, asegura que la competencia de “todo o nada” que caracterizó las anteriores elecciones presidenciales sea algo del pasado; mientras que hay mucho en juego para los candidatos, no sucede lo mismo para los votantes y los ciudadanos, en tanto que en todo el país se espera que se comparta una parte de lo que los kenianos llaman “el pastel nacional”.

 

Si no hay un fracaso a gran escala de los equipos electorales el día de las elecciones o si el candidato derrotado se niega a admitir su derrota, es improbable que suceda una crisis similar a la de 2007

 

Por otra parte, un gran número de asesinatos que sucedieron en 2007 tuvieron lugar en el Valle del Rift, un área donde la incitación política y las disputas sobre la propiedad de la tierra han impulsado ciclos repetidos de violencia. En esta ocasión, un pacto político entre las élites de las comunidades kalenjin y kikuyu –los dos grupos étnicos más grandes de la región– hace improbable que se produzcan grandes combates respecto al voto presidencial. Aun así, ciertas tensiones rodean las batallas locales por el puesto de gobernador, especialmente en los condados de Narok y Uasin Gishu.

Finalmente, en 2007, la violencia generalizada fue un shock para todos los observadores. Esta vez el país está mejor preparado; se han realizado grandes esfuerzos por parte de las fuerzas de seguridad, la sociedad civil y la comunidad empresarial para intentar prevenir una crisis.

En definitiva, si no hay un fracaso a gran escala de los equipos electorales el día de las elecciones o si el candidato derrotado se niega a admitir su derrota, es improbable que suceda una crisis similar a la de 2007.

 

¿Cuáles son los asuntos que dominan las campañas?

El discurso del presidente Kenyatta a los votantes se centra en que su gobierno ha llevado a cabo algunos objetivos, en particular la expansión de la infraestructura nacional. Un ferrocarril construido por China por 3.800 millones de dólares que conectó la ciudad portuaria de Mombasa con Nairobi comenzó a funcionar el 31 de mayo. Se espera que se extienda a los países vecinos, Uganda y Ruanda. La administración de Kenyatta también ha renunciado a los honorarios en los hospitales de maternidad y amplió la cobertura de electricidad en las zonas rurales.

 

Los dos candidatos han convencido a sus partidarios de que están en el camino de una victoria segura

 

La oposición, sin embargo, sostiene que Kenyatta ha fallado respecto a la inclusividad. Expresa que su administración está dominada por las élites de la comunidad kikuyu y por el grupo kalenjin del vicepresidente William Ruto. La oposición declara además que el partido Jubilee en el gobierno no ha logrado abordar el problema de la corrupción y la cuestión sobre el elevado precio de la vida. La opositora Super Alianza Nacional promete una mejor administración de la economía, la reducción de la deuda nacional, y realizar esfuerzos para reducir el coste de la vida.

 

¿Qué se puede hacer para asegurar que las elecciones se desarrollen de forma pacífica?

Diplomáticos y misiones de observación se han acercado a los dos principales candidatos, instándolos a firmar un pacto de paz que se comprometa a renunciar a la violencia, adherirse al código electoral de conducta, aceptar la voluntad del pueblo expresado a través del voto y a no desafiar los resultados que no les favorezcan mediante el sistema judicial.

Esos esfuerzos deben intensificarse. Los dos candidatos principales han convencido a sus partidarios de que están en el camino de una victoria garantizada. Ninguno ha preparado a sus seguidores para una eventual derrota, lo que crea una situación volátil que podría conducir a la violencia una vez realizado el recuento de votos. En este contexto, es bienvenido que varias misiones observadoras estén encabezadas por personas de alto perfil y potencialmente capaces de moldear el comportamiento de los líderes políticos. La misión del Centro Carter estará dirigida por el exsecretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, mientras que el expresidente surafricano Thabo Mbeki encabezará el grupo de observadores de la Unión Africana. El expresidente de Ghana, John Mahama, estará al frente del equipo de observadores de la Commonwealth. Estas misiones pueden desempeñar un papel importante a la hora de luchar contra la falsificación de votos en los baluartes étnicos de los principales candidatos, lo que arruinó las pasadas elecciones. En este contexto, estas misiones deberían desplegarse sobre todo en las zonas de Kenia Central y Nyanza, vecindarios de Kenyatta y Odinga. Su presencia en estas áreas sería muy importante porque los agentes de los partidos políticos consideran excesivamente peligroso desplegarse en las fortalezas de sus rivales, lo que abre el camino potencial hacia el delito.

Por su parte, la comisión electoral debería comunicarse con claridad antes y después de la elección, para así reducir el riesgo de que las personas que saboteen el proceso provoquen tensiones.

Por último, si bien 180.000 funcionarios de seguridad y oficiales electorales han recibido formación en el marco del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de forma que se promueva la vigilancia de conflictos y se mejore la seguridad en las elecciones, un mensaje claro del liderazgo de los servicios de seguridad sobre su no adhesión a ningún partido y sobre la necesidad de evitar el uso excesivo de la fuerza, ayudaría a limitar las posibilidades de un derramamiento de sangre.

 

Artículo original en inglés, en Crisis Group.

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