El líder del Partido Popular de Austria (OeVP), Sebastian Kurz, escucha al del Partido Verde de Austria Werner Kogler (L) durante un debate en Viena el 29 de septiembre de 2019/GETTY

La coalición Tesla

Àngel Ferrero
 |  2 de enero de 2020

Una viñeta de Michael Pammesberger del pasado 6 de diciembre para el diario Kurier muestra al presidente del Partido Popular Austriaco (ÖVP), Sebastian Kurz, como Krampus, una figura del folklore alpino que todas las navidades se lleva a los niños que se han portado mal en un cesto que carga a sus espaldas. Solo que el lugar del niño lo ocupa el presidente de Los Verdes, Werner Kogler, que grita “¡Sascha!”, el apodo del presidente austríaco, Alexander Van der Bellen. Lo cierto es que Los Verdes se han dejado meter en ese cesto con menos resistencias de lo que pudiera parecer. Tras el ejecutivo de coalición entre los conservadores del ÖVP y los nacional-populistas del Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), Austria –convertida en una suerte de laboratorio político– se prepara para el próximo experimento de gobierno: una coalición entre populares y ecologistas.

La victoria del ÖVP (37,46%) en las elecciones del 29 de septiembre concedió a los conservadores una posición preferente para elegir con quién gobernar. El desplome de más de nueve puntos del FPÖ (16,17%) fue interpretado por su dirección como un claro mensaje de su electorado para pasar a la oposición. El partido, salpicado por varios escándalos de corrupción que afectan a su antiguo líder Heinz-Christian Strache –quien, tras su expulsión del FPÖ, ha pasado de vicecanciller a la marginalidad–, inicia ahora una fase de renovación bajo la dirección de Norbert Hofer. Finalmente, la caída de cinco puntos del Partido Socialdemócrata de Austria (SPÖ), que con un 21,18% obtuvo su peor resultado histórico, no invitaba a la reedición de una gran coalición, lo que dejaba como opción favorecida por el ÖVP un tripartito con Los Verdes y los liberales de NEOS. Sin embargo, la subida de diez puntos de Los Verdes (13,9%) –en las anteriores elecciones se quedaron fuera del parlamento– hace innecesario incluir a NEOS (8,10%) en el acuerdo. El 10 de noviembre, los 27 miembros de la dirección de Los Verdes votaron a favor de comenzar las negociaciones con el ÖVP.

Las conversaciones están en un estado avanzado y Kurz ya ha declarado que espera llegar al acuerdo definitivo en enero. En noviembre, el ÖVP y Los Verdes llevaron a cabo el primer ensayo al votar junto con NEOS en el parlamento contra una iniciativa presentada por el SPÖ y el FPÖ para conceder a la Asociación de Información al Consumidor (VKI) una ayuda adicional de 600.000 euros.

 

¿Cambio de rumbo o paréntesis?

Entre el ÖVP y Los Verdes existen, obviamente, diferencias que ambos partidos se esfuerzan por limar durante las negociaciones. Al mismo tiempo, tratan de convencer a sus militantes y a su electorado de la conveniencia de la alianza. Las líneas rojas de Kurz son tres: el objetivo de déficit cero, una reducción de impuestos y la lucha contra la inmigración ilegal. Salvo en este último punto, Los Verdes se han mostrado más o menos de acuerdo en todos los demás, aunque Kogler fintó a Kurz y se manifestó a favor de reducir los impuestos a trabajadores y autónomos, y puso énfasis, como cabía esperar, en la transición energética. También está pendiente el reparto de carteras, aunque el ÖVP ya ha expresado su interés por tener el ministerio del Interior, que la pasada legislatura fue motivo constante de polémicas bajo la dirección de Herbert Kickl, del FPÖ.

¿Es extraordinaria esta sintonía entre ecologistas y conservadores? La pregunta no es baladí: la coalición de gobierno ÖVP-FPÖ fue generalmente vista por los partidos a la derecha de los conservadores en toda Europa como un modelo para ganar acceso a las instituciones y desde allí hacer avanzar su agenda, y por los conservadores, como la ruptura de un tabú. Ahora el ÖVP negocia una coalición con Los Verdes que el presidente saliente del Partido Popular Europeo (PPE), Manfred Weber, describió como un “modelo de futuro” en el congreso de la formación celebrado en Zagreb en noviembre. Según Die Presse, la fórmula “electriza a los cristiano-demócratas”, y las negociaciones son seguidas con interés por el nuevo presidente del PPE, Donald Tusk, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y la canciller alemana, Angela Merkel. Es en este último país donde más se habla de una coalición entre conservadores y verdes: lo facilita no solamente el giro al centro de la Unión Cristiano-Demócrata (CDU) bajo la dirección de Merkel, sino la larga marcha al centro de Los Verdes o, por utilizar una afortunada expresión de Nancy Fraser, al neoliberalismo progresista.

En un artículo para el digital Telepolis, el periodista Peter Nowak califica a Los Verdes como “el partido de la nueva fase de acumulación del capitalismo”. La argumentación de Nowak merece ser tenida en cuenta. Según este autor, “la relación del capitalismo post-fordista con el movimiento ecologista es de naturaleza táctica”. “Cuando se trata de la industria fósil”, continúa, “adopta los argumentos del movimiento ecologista”, pero “cuando se trata del equilibrio ecológico, la cosa cambia”. Al fin y al cabo, “es sabido desde hace décadas que la valorización que el capitalismo hace del medio ambiente tiene consecuencias problemáticas”, por lo que “la urgencia que ha adquirido la cuestión” ha de enmarcarse en una nueva fase de acumulación por desposesión: “De este modo puede desentenderse del movimiento obrero surgido del capitalismo fósil, y con él, de sus éxitos duramente conseguidos”.

“Cuando las principales multinacionales agitan la bandera arcoiris y muestran en sus prospectos la diversidad de su personal, no muy lejos hay un político de Los Verdes proclamando una nueva era de la democracia”, ironiza Nowak al agregar que a “las empresas no les importa el color de piel o la orientación sexual de los trabajadores que les venden su fuerza de trabajo, les importa que no se organicen, funden un sindicato y reclamen salarios más altos”. Nowak ofrece como ejemplo la buena acogida entre Los Verdes del anuncio de Tesla de construir una factoría en Brandeburgo. Esta localización geográfica permite a la empresa de Elon Musk aprovechar tanto la elevada concentración industrial como la disponibilidad de mano de obra cualificada y con bajos salarios en Europa oriental (en particular Polonia), manteniendo la prestigiosa etiqueta de Made in Germany, en fuerte contraste con la oposición de Tesla a los sindicatos y con su prolongación del modelo de transporte individual –cuestionado por el ecologismo– en unos vehículos, por lo demás, reservados por su precio de salida al mercado a compradores con altos ingresos.

Debajo del discurso “posideológico” de Los Verdes, los procesos económicos siguen su curso y corroen los cimientos sociales. Una encuesta reciente del Instituto Sora advierte que Austria se encamina hacia una “sociedad de dos tercios”, en la que el tercio económicamente más débil queda excluido de las decisiones políticas. Según esa misma encuesta, la pulsión autoritaria ha aumentado: el deseo de un “liderazgo fuerte” pasó del 34 al 38% en términos generales y únicamente un 36% de ese “tercer estado” sigue creyendo que la democracia funciona. Estos datos abren posibilidades inquietantes. ¿Un retorno del FPÖ? No del todo descartable. Sobre Mussolini escribió Angelo Tasca que “puede permitirse ser incoherente porque los otros, desde los socialistas hasta los liberales, no están dispuestos a pagar el precio de una política coherente”.

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