Es mejor que haya ganado AKK

Diego Íñiguez
 |  11 de diciembre de 2018

La elección de Annegret Kramp-Karrenbauer para suceder a Angela Merkel como presidenta de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) es una buena noticia porque es mejor candidata –tiene instinto y capacidad para tomar decisiones independientes, más sensibilidad social, un estilo político no agresivo semejante al de Merkel y era la preferida de los votantes–; porque la batalla política en Alemania va a seguir discurriendo en y por el centro; y porque es probable que consiga que la CDU siga siendo un gran partido integrador y no otro más de entre los seis o siete medianos o pequeños de un sistema de partidos muy distinto al que caracterizó a la República Federal alemana durante sus primeros 60 años.

 

I

Kramp-Karrenbauer, a la que casi todos llaman “AKK”, sucede a Merkel como presidenta de la CDU y le sucederá muy probable, pero no inmediatamente, como canciller. Ha ganado al candidato más conservador, Friedrich Merz, por el voto de 18 delegados: por 517 a 482.

AKK es más sólida, más pragmática y más moderada que su rival, que ya lo fue de Merkel hace 18 años, cuando se disputaron la sucesión de Wolfgang Schäuble. Ha sido ministra y ministra-presidenta de su pequeño Land, el Sarre. Ha ganado elecciones, formado –y roto– coaliciones con diversos partidos. Y tuvo el valor personal y el compromiso con su partido de dejar la presidencia del Land, recién ganadas las elecciones con una sólida mayoría, para asumir el cargo -de menos rango y muchos más riesgos– de secretaria general de la CDU cuando se lo ofreció Merkel, hace un año. Su elección es una opción por la continuidad y una cierta seguridad, frente al riesgo que hubiera supuesto una victoria de Merz, que representaba un imposible regreso a la CDU de Helmut Kohl.

Kramp-Karrenbauer incorpora facetas de las tres corrientes del partido democristiano: la socialcristiana, la liberal (o “económica”) y la conservadora. Es miembro del Consejo Central de los Católicos Alemanes y algo más conservadora que la protestante Merkel: por ejemplo, se opone al matrimonio homosexual, defiende medidas duras frente a asilados delincuentes, quiere una regulación europea de las migraciones más controlada y un Estado de Derecho fuerte. Pero es vista por el sector conservador como “otra modernizadora”, porque ha apoyado la política de la canciller de llevar a la CDU al centro político, disputando a los socialdemócratas y los verdes cuestiones sociales o medioambientales que estos creían suyas –y causando desazón o llevando a la Alternativa por Alemania (AfD) a algunos descontentos–. El sector liberal, muy vinculado –como Merz– al empresariado y el sector financiero alemanes, la considera “una izquierdista” porque ha defendido el salario mínimo y subir los impuestos a las rentas más altas.

No va a revolucionar el partido después del largo mandato de Merkel: plantea un “nuevo inicio con cambios controlados”, que no se sabe si calmará a los conservadores de la CDU más hostiles hacia la canciller o si traerá de vuelta de la AfD a algún votante. Merz proponía un giro a la derecha, para ir a buscarlos, que no está en los planes de AKK. Pero el futuro de la CDU depende también del que ha sido su rival, de los partidarios de este y de la habilidad de la nueva presidenta para mantenerlos integrados en la Unión.

 

II

Merz partía como favorito, pero AKK ha hecho una campaña mejor, ha demostrado tener más personalidad, un programa más sensible a los electores democristianos actuales y un estilo político más atractivo. Sus discursos finales en el congreso de Hamburgo les han retratado bien. Frente a una cierta falta de pasión o de seguridad de Merz, demasiado pendiente de su texto, que empezaba explicando lo que ha cambiado el mundo en el último cuarto de siglo, Kramp-Karrenbauer se ha mostrado más directa y emotiva, más humana, sin perderse en teorizaciones o explicaciones históricas. Ha conectado mejor con los delegados –y, según las encuestas, con los electores–, mostrándose como una mujer (el género ha sido relevante) con más instinto, flexibilidad y valor para sostener opiniones y tomar decisiones propias, frente al arquetipo político de un “hombre fuerte tradicional”. “En el liderazgo es más importante la fortaleza interior que los altavoces exteriores”, ha dicho.

Su éxito prueba que una mayoría –aunque exigua– de la CDU ha entendido el valor del estilo de Merkel. Anegrette Kramp-Karrenbauer tiene 56 años, ocho menos que la todavía canciller. Tiene fama de ser tranquila, respetuosa y de fiar. Nunca se muestra agresiva, ni colérica. Lleva en la CDU desde 1981. Ha sido presidenta de la federación de mujeres democristianas, diputada regional y nacional, ministra del Interior y de Educación del Sarre y finalmente ministra-presidenta del Land durante siete años. En 2012 puso fin a la coalición que presidía, con Los Verdes y los liberales del FDP, porque ya no se fiaba de estos. Se cuenta que Merkel le echó una bronca por teléfono, pero la nueva coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD) salió bien y AKK consolidó su posición al frente del Estado. Como secretaria general de la CDU, ha recorrido las agrupaciones locales y empezado a preparar un nuevo programa básico del partido, con guiños al sector conservador, como el restablecimiento de un servicio militar o social obligatorio.

Su elección es la última victoria de Merkel, que no se ha pronunciado abiertamente en su favor en el congreso –al contrario que Schäuble quien, aunque lo presidía, anunció su apoyo a Merz y planteó la elección como un voto a favor o en contra de Merkel–. Pero la canciller la ha ayudado promoviendo su candidatura en las conferencias regionales que han precedido al congreso, recordando la labor de gobierno de AKK en el Sarre, y haciendo hincapié en la idea de que el mundo ha cambiado y que un partido no es “una conserva”. “Nuestra CDU es hoy distinta a la de 2000” y es bueno que sea así”. La victoria de AKK ha alegrado especialmente a las mujeres del partido y a los fieles de Merkel, porque muchos temían que ganara Merz y quedara en cuestión la herencia de la canciller.

 

III

Cuando empezó la campaña, parecía que Merz ganaría tan fácilmente como el socialdemócrata Martin Schulz cuando inició la suya. Se ha dicho que representaba al hombre blanco, acomodado y heterosexual del Oeste de Alemania, por lo que era especialmente apreciado en el Este del país, pero se ha moderado: ya no condena el matrimonio homosexual, muestra una apreciable sensibilidad hacia el paro juvenil. Quizá le ha traicionado su larga actividad en el sector económico: antiguo gestor de Blackrock en Alemania, su propuesta de mejorar las pensiones invirtiendo en acciones ha alarmado a los conservadores ahorradores alemanes. Tampoco le ha ayudado que se presentara como un gestor económico (aunque no ha dirigido nunca una empresa) frente a la inequívoca vocación política de Kramp-Karrenbauer.

El sector conservador democristiano quería un paso hacia la derecha que diferenciara más claramente a los democristianos de los socialdemócratas y de Los Verdes, y quizá recuperara algunos de los votos que se han pasado a la AfD. Está por ver si la hostilidad de estos respondía a una fijación en la canciller Merkel o es resistente al cambio de presidenta y candidata electoral.

En las seis semanas de campaña, los sectores económicos pasaron del entusiasmo a tener que corregir algunos deslices sobre el Derecho de Asilo o contra un seguro de desempleo europeo. Los empresarios han recordado que la economía y el sistema social alemán necesitan la emigración. Según las encuestas de Forsa, AKK era la preferida en la CDU (49%, frente a un 35% para Merz) y en el electorado general (un 41% a favor frente a un 28%), porque es menos agresiva y está menos identificada con intereses económicos o posiciones conservadoras concretas que Merz.

Con todo, Merz no debe ser subestimado. Su discurso ante el congreso no solo ha sido europeísta: ha mostrado una sensibilidad hacia las consecuencias de la muy alemana política de austeridad (para el sur de Europa) que no es frecuente en los sectores económicos que alimentan los ordoliberales institutos económicos del país, con Hans Werner Sinn a la cabeza. Con un paro del 25%, hasta del 50% en algunas zonas del sur de Europa, ha explicado Merz, aunque Alemania tenga las mejores cifras de empleo, no habrá estabilidad en la Unión Europea. Si la CDU quiere ser el partido alemán de Europa tiene que entender que las grandes cuestiones de nuestra época –la digitalización, la inmigración, la globalización y el cambio climático– solo pueden arreglarse con nuestros socios europeos y de acuerdo con ellos. Todo esto, en una situación geoestratégica inimaginable cuando cayó el muro de Berlín: con un presidente de Estados Unidos que pone en cuestión todas las bases de nuestra relación anterior, con las nuevas tensiones con Rusia, con conflictos militares impensables en Europa hace 20 años, con el Brexit… Si Merz se queda en la política tras esta segunda derrota y ayuda a mantener movilizado al sector conservador, puede desempeñar con Kramp-Karrenbauer un papel semejante al de Schäuble con Merkel: antipático, pero muy poderoso.

 

IV

La primera intervención de la recién elegida Kramp-Karrenbauer ha sido para llamar a la unidad del partido, tras una campaña dura y un resultado tan igualado. Curiosamente, la primera felicitación le ha llegado del muy conservador Horst Seehofer, aún –y cuestionado– presidente de la Unión Socialcristiana (CSU), la aliada bávara de la CDU.

La nueva presidenta es consciente de que debe integrar a todas las ramas y de que no va a ser fácil hacerlo. Para empezar, ha propuesto como secretario general a Paul Ziemiak, hasta ahora presidente de las juventudes de la CDU, que había apoyado al tercer candidato, el también conservador Jens Spahn.

 

V

¿Podrá seguir siendo la CDU el Volkspartei, el gran partido integrador, en el cada vez más complejo sistema de partidos alemán? Es más probable que lo logre con AKK al frente, que seguirá disputando el centro político y sus votos a Los Verdes y a los socialdemócratas, que virando hacia la derecha con Merz.

La apelación de AKK a los valores democristianos, más que al cálculo o la geoestrategia, ha gustado a la asamblea. También que haya planteado enfrentarse a los problemas en función de su auténtica importancia y no de su potencial conflictivo inmediato: con más atención al cambio climático que a la AfD y su monotema antimigratorio. Para seguir siendo un gran partido, hay que entender que hay cuestiones que no son temas en la agenda política, sino la esencia de la política y la democracia en el siglo XXI. “La insatisfacción de una clase burguesa, que escucha hablar de las bendiciones de la globalización, migración incluida, pero no las siente, atraviesa también el abanico de partidos alemanes”, como advierte Klaus Dieter Frankenberger. El éxito de AKK dependerá de que sepa entender esa insatisfacción y darle respuesta. No una respuesta a una clientela concreta, sino una integradora, como las que han permitido a la CDU gobernar durante 50 de los 60 años de vida de la República Federal de Alemania: como el partido “burgués” que mejor encarna una república federal burguesa.

La elección de AKK pone nueva presión sobre el SPD, en caída constante desde hace 20 años, que con ella no puede esperar que un giro a la derecha de la CDU le de nuevo aliento. Parece más fresca la CDU después de 18 años de Merkel que el SPD después de un año con sus actuales dirigentes, Olaf Scholz y Andrea Nahles. Y no parece que formar parte de la gran coalición con los democristianos le esté ayudando: está por debajo del 15% en las encuestas.

A los liberales del FDP, AKK les viene bien: Merz les hubiera robado más votos y siguen siendo potenciales socios de una coalición alternativa. Para Los Verdes, depende de que la nueva presidenta logre salirse de la agenda de la AfD y su obsesión con la inmigración y sepa explicar por qué es la CDU –como dice– el partido del medio ambiente. Será interesante ver si la salida de Merkel invierte el desarrollo de la AfD, que ha crecido reclamándola.

 

VI

La CDU puede volver a conseguir un 40% de los votos y más, ha dicho AKK: “Yo sé cómo se alcanza un 40% y lo bien que sienta”. Dependerá de que consiga integrar a las tres ramas del partido y diferenciarse de Los Verdes, que crece a costa del SPD y de los democristianos. Propone para ello dar más participación a los miembros de la Unión: en la vida del partido, en la elaboración de su programa, utilizando el talento profesional y humano que reúnen sus 400.000 militantes. Y más debates, más apertura a nuevas ideas sociales, económicas, digitales, en materias jurídicas y de seguridad interior, de defensa, europeas y de medioambiente.

Propone un Estado fuerte y fiable, eficaz frente a los “Chaoten” –los vándalos con pretexto político– los defraudadores fiscales y los delincuentes, pero sin estridencias. Una gestión ordenada de la emigración, que incluya una prohibición de entrada permanente en la UE para los extranjeros delincuentes, su devolución si eran asilados, la conclusión de la regulación del espacio de Schengen y las fronteras exteriores, un ejército alemán más preparado para actuar a la vez que uno europeo.

AKK ha sido la única de los tres candidatos en referirse al cristianismo como fundamento de su política: “la C de cristiano es la estrella polar”, el fundamento de su acción política es el humanismo cristiano. El nuevo programa tiene que explicar e integrar el significado actual de las tres ramas –socialcristiana, conservadora y liberal– de la CDU. No va a ser una tarea fácil. Aunque no surjan hasta pasadas las elecciones regionales, municipales y europeas, las grietas en el partido y en la coalición de gobierno son visibles y profundas.

El nuevo programa tiene que convencer a los electores de que son preferibles sus medidas medioambientales de estímulo conforme al mercado que las prohibiciones de Los Verdes; de que la CDU no es solo el partido de los empleadores –como sostienen el SPD y La Izquierda– sino el “del libre desarrollo de los ciudadanos y las ciudadanas libres”; de que es el partido de una identidad alemana no basada en el nacionalismo mezquino de la AfD, sino en el bienestar nacional, con fuertes raíces regionales y en una Europa democrática unida.

 

VII

Pocos de los problemas son nuevos o sorprendentes. Ya en 2001, Wilhelm Heitmeyer avisó del riesgo de una implosión de Occidente en su –quizá prematuro– libro sobre Las sombras de la globalización: del riesgo de un capitalismo autoritario, de un vaciamiento de la democracia –como consecuencia de la pérdida creciente de control de la política legitimada democráticamente y de base estatal, en favor de un nuevo capitalismo internacional– y de un nuevo populismo de derechas.

 

VIII

Merkel va a seguir gobernando: la legislatura no acaba hasta septiembre de 2021 y la elección de Kramp-Karrenbauer le permitirá hacerlo tranquilamente, incluso con algunas convenientes discrepancias. Se entienden bien, serán recíprocamente leales y tienen estilos políticos parecidos: prácticos, sin grandes declaraciones, vanidad ni estridencia, buscando entender los matices de grises de que está hecha la realidad para alcanzar compromisos. Un estilo femenino de hacer política, dicen los analistas, opuesto al que ha caracterizado a los dirigentes varones tradicionales. “Un cierto aroma a matriarcado”, escribe Stefan Ulrich, “mucho más interesante que el viejo patriarcado”. La elección de AKK ha sido el suceso político más importante del año, la primera vez que se traspasa tanto poder de una mujer a otra, el fracaso de un intento de cambiar un estilo y unos usos de predominio femenino para volver al masculino –de una masculinidad educada, dice, en el mundo de las finanzas– al cabo de 18 años. El júbilo de las mujeres participantes en el congreso estaba justificado, concluye Ulrich.

La despedida de Merkel, escribe Die Zeit, ha sido típica y opuesta a la de sus predecesores varones: con sencillez, sin grandes citas para la historia, con cierto humor. Sin patetismo, agresividad o afán de venganza. “Con agradecimiento”, “muy honrada” y “con alegría en el corazón”. Y con una incontenible calidez al felicitar a su amiga y sucesora.

Merkel empezó su carrera con una victoria frente a Merz y la acaba con otra. Espera terminar su mandato en septiembre de 2021. Mientras en toda Europa se desmoronan los partidos democristianos, “la CDU y la CSU juntas parecemos el último unicornio”, ha dicho AKK. “Quiero que siga siendo así”. Quizá lo consiga.

En Alemania, la batalla se va a seguir librando en el centro, con un fuerte predominio de partidos con una concepción integradora del sistema político. Annegret Kramp-Karrenbauer probablemente sea la próxima canciller de Alemania: conviene ir aprendiéndose su apellido. Pronunciarlo es fácil.

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