Imagen de un colegio electoral en Barcelona, 10 de noviembre de 2019

Votar o votar

Jorge Tamames
 |  10 de noviembre de 2019

Feliz jornada electoral (y disculpas por el oxímoron). Hemos subido a la web nuestra newsletter electoral. Una reseña de reseñas: aquí encontrarán libros sobre democracia y elecciones en nuestro presente, futuro y pasado. Disfrútenlo, pero no se olviden de votar.

Lo normal en días como hoy es recordar que el voto, además de un derecho, es un deber cívico. Animar a participar en las elecciones, enfatizar la importancia de la participación ciudadana para escoger a nuestros representantes políticos, etcétera. En esta ocasión, nos ahorraremos la homilía. No debido al hartazgo que genera la repetición electoral, sino por una cuestión de coherencia: el autor de esta newsletter se encuentra en Dublín, Irlanda, donde ni siquiera ha podido votar debido a las vicisitudes que conlleva hacerlo desde el extranjero. En vez de un sermón, les proponemos recorrer el archivo de Política Exterior repasando reseñas de clásicos sobre la democracia y sus descontentos. Todo ello de la mano de un abstencionista (forzado).

Un punto de partida obvio tal vez sea plantear en qué consisten las elecciones. Es lo que hace el reconocido politólogo Adam Przeworski en ¿Por qué tomarse la molestia de celebrar elecciones? Estamos ante un ensayo cuyo objetivo es desacralizar las elecciones como mecanismo político y ofrecernos lo que son más allá de la versión normativa. El libro también aborda algunos de los retos y límites de la acción polítia en democacia, especialmente en lo que comporta al desarrollo de políticas económicas

“La era de la democracia de partidos ha pasado. Aunque los partidos permanecen, se encuentran tan desconectados de la sociedad y persiguen un tipo de competición tan carente de significado, que ya no parecen capaces de sostener la democracia en su forma actual”. Así de lapidario arranca el irlandés Peter Mair en el ensayo más pertinente sobre el desafecto actual: Gobernando el vacío. El vacío lo constituye una “doble retirada”: los votantes abandonan gradualmente la participación cívica y electoral, mientras que los dirigentes de los partidos se desconectan del resto de la sociedad.

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De hecho, hay autores que se declaran Contra las elecciones. O que, por lo menos, contemplan fórmulas de gobierno complementarias. Ante la triple amenaza de la tecnocracia, el populismo y el antiparlamentarismo, el historiador belga David van Reybrouck se interesa por el desempeño de cargos públicos por sorteo, empleado con regularidad en la democracia ateniense. Unida a una cultura de deliberación y debate más intensa, esta medida serviría para combatir las derivas oligárquicas que adolecen las sociedades occidentales.

El problema es que nuestras democracias no son como las de la antigua Grecia. Tampoco lo es nuestra forma de concebir la libertad. Lo explica Benjamin Constant La libertad de los modernos, un clásico de la teoría política. Los antiguos practicaban una libertad colectiva, vinculada al ejercicio de la soberanía en la polis. Se les podía exigir que, a cambio de ejercerla, renunciasen a sus derechos individuales. A nosotros no, porque gozamos de los primeros pero somos incapaces de concebir la segunda en un grado comparable.

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Esta tensión entre libertades positivas y negativas es similar a la que existe entre las dos tradiciones que sustentan nuestros sistemas políticos: liberalismo y democracia. En una época de fragmentación y polarización, autores como Yascha Mounk, Steven Levistsky y Daniel Ziblatt abogan por un liberalismo menos dependiente de “la gente”. Chantal Mouffe, por el contrario, exige asumir la tensión entre liberalismo y democracia de manera constructiva. Aquí se reseñan sus libros más recientes, así como el reconocido discurso de Umberto Eco sobre las características del fascismo. Madeleine Albright, ex secretaria de Estado de EEUU, acaba de escribir una descripción más detallada sobre el fascismo entonces y ahora.

A diferencia de Mouffe, que aboga por un populismo de izquierdas, José María Lasalle ve en este concepto una amenaza a la democracia. Carga contra el fenómeno, que define como un “totalitarismo posmoderno” en Contra el populismo. Se trata de un panfleto en el sentido original del término: el acto de plasmar en texto un ejercicio de elocuencia retórica sobre cuestiones políticas.

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Nuestra newsletter adquiere, por momentos, un tono lúgubre. Lejos de disiparlo, permítanme dar la puntilla con esta última recomendación. La Alemania de Weimar, del historiador Eric D. Weitz, narra el auge y caída de la democracia alemana de entreguerras.

Dos apuntes a contracorriente. El primero: la república de Weimar fue, pese a sus turbulencias políticas, un periodo vibrante a nivel social y artístico. El segundo: fue la deflación, y no la tan temida hiperinflación, lo que allanó el camino del nazismo. Por último, una rima de la historia: Weimar se proclamó exactamente un año después del armisticio alemán, que mañana cumple su centenario: 11 de noviembre de 1918.

Y ahora, acudan a las urnas.

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