Una frágil tregua que levanta esperanzas en Siria

Natalia Sancha
 |  1 de marzo de 2016

Muy pocos sirios daban crédito al anunciado cese de hostilidades parcial que entró en vigor en Siria en la madrugada del 26 de febrero. La euforia de las esferas políticas internacionales, que calificaban la tregua de “oportunidad única”, se traducía en escepticismo en las calles del país. Durante el fin de semana se registraron, no obstante, violaciones puntuales del alto el fuego.

El enviado especial de las Naciones Unidas, Steffan de Mistura, y el secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, lograban acercar a ambas partes a un frágil acuerdo tras múltiples reuniones a contrarreloj. Se trata de una versión revisada de la anterior y fallida tregua prevista para el 12 de febrero, que buscaba un alto el fuego general, excluyendo únicamente al Frente al Nusra (rama local de Al Qaeda) y al Estado Islámico (EI).

El Alto Comité de Negociaciones sirio, apadrinado por Arabia Saudí, se erige hoy en portavoz legítimo de la miríada de grupos rebeldes, desterrando al antes más político y desconectado del terreno Consejo Nacional Sirio. El Comité anunciaba que 97 facciones moderadas se acogían al alto el fuego parcial, sin por ello proveer sus nombres. Por su parte, Rusia, actuando como portavoz internacional del gobierno de Damasco, afirmaba su adhesión, al igual que la de las fuerzas aliadas en el terreno compuestas por milicias iraquíes, iraníes o libanesas que luchan junto al ejército sirio.

 

 

De sobrevivir la tregua a las “dos semanas de prueba”, todos los actores envueltos habrán de volver a la mesa de negociaciones el 7 de marzo.

 

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Fuente: Institute for the Study of War 
 

Los escollos para que la tregua se convierta en un cese de hostilidades real son tantos como facciones luchan en el país. Las violaciones del acuerdo por uno de los grupos pueden dar al traste con el plan de la ONU. En el momento en el que las organizaciones mediadoras se apresuran para crear un cuerpo especial que monitoree la implementación en el terreno, la solidez del acuerdo aún está por demostrar.

A pesar del centenar de grupos armados que se acogen a la tregua, los más importantes, y por tanto actores clave en el terreno, no se han pronunciado al respecto. Ahrar el Sham (Liberados de Sham) cuenta con 15.000 hombres y es sobre todo fuerte en la provincia de Idlib, al norte del país, aunque también está presente en otras zonas. Igualmente, Jeish al Islam (Ejército del Islam), con 20.000 combatientes, que a diferencia del anterior sí firmó la declaración de la conferencia de Riad, es el principal grupo armado en la periferia de Damasco, y está presente en otras localidades como Hama o Deraa. Estas dos fuerzas combinadas suman tantos efectivos como decenas de pequeñas facciones armadas que no superan los 2.000 milicianos cada una. Sin su compromiso, una tregua duradera es inviable.

Más aún, Ahrar el Sham es el principal aliado de Al Qaeda en el paraguas que supone el Frente de la Conquista al noroeste del país. Una alianza que, según sostiene el régimen de Damasco, excluye esos territorios de la tregua. En el terreno, las fronteras entre los grupos incluidos y los excluidos en el cese de hostilidades son borrosas, lo que expone a grupos moderados a los posibles bombardeos rusos o sirios en las zonas donde Al Qaeda y Ahrar el Sham prosiguen activos. De mantenerse la tregua, podría tener éxito en varias regiones, como al norte de Hama y de Homs, al este de Qalamun, al sur en Deraa, así como en algunas zonas de la periferia de la capital. De hecho, el ejército sirio ya excluía de la tregua la localidad de Daraya, a 10 kilómetros de Damasco, y donde asegura prosiguen bombardeando a unos 2.000 hombres del Frente al Nusra.

 

Tres de las cuatro facciones que componen el grueso de los combatientes insurrectos en Siria están excluidas del alto el fuego

 

El objetivo del alto el fuego actual es excluir y arrinconar a las dos principales facciones terroristas que combaten en Siria, el Frente al Nusra y el EI, ideológicamente enfrentadas. Los combates y los bombardeos proseguirán en la provincia de Raqa y Deir Zor, bastión yihadista del EI. Pero también al este de Alepo, donde uniformados regulares lograban el lunes recuperar la localidad de Janasir de las manos del EI, restableciendo la ruta que conecta Damasco con la segunda mayor ciudad del país. Con Ahrar el Sham luchando codo a codo con Al Qaeda, ya son tres de las cuatro principales facciones que componen el grueso de los combatientes insurrectos en Siria excluidas del alto el fuego. Estos grupos se nutren de las dinámicas de guerra, desde la venta de armas a la del crudo, o del contrabando, una razón de ser que no tiene cabida en tiempos de paz. De ahí que muchos expertos vaticinen una oleada de violencia y atentados terroristas por parte de los grupos excluidos de la tregua con el fin de boicotear cualquier negociación de paz. Prueba de ello son los múltiples atentados vividos en Homs y Damasco a principios de febrero, los más sangrientos de las últimas décadas.

 

Reconfiguración del tablero sirio

A las dificultades de mantener una tregua duradera se suman los efectos del propio anuncio de un alto el fuego. La carrera por reunir a oposición y régimen sirio en Ginebra ha acabado por alterar el tablero del conflicto, y ello también cambiará previsiblemente las reglas. Cercados y con escaso acceso a nuevas armas, varios grupos de la periferia de Damasco anunciaban nuevas fusiones. La semana pasada, la milicia Ajnad el Sham (Soldados de Sham) hacía pública su unión con los combatientes de Faylak al Rahman, segundo mayor actor en la batalla por el corazón del país. Algo que Jeish el Islam observa con recelo. Poco antes, otras dos facciones, las islamistas Ansar al Sharia y Al Muntasir Billah, juraban obediencia a Al Jolani, líder de Al Qaeda en Siria.

 

Guerra en Siria

Fuente: The Economist
 

Al norte del país se producía el mismo efecto, aglutinando a los kurdos de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo) junto con Jeish al Thuwar en el paraguas que suponen las Fuerzas Democráticas Sirias respaldadas por Washington. A caballo entre rebeldes y las tropas sirias, esta alianza de kurdos, asirios, turcomanos y árabes ha logrado rápidos avances al norte del país contra las fuerzas del EI. Ello en detrimento de otros grupos rebeldes, al tiempo que favorece en la contienda a las tropas regulares. Algo que irrita a Turquía, que comenzó sus bombardeos sobre los efectivos kurdos en territorio sirio al mismo tiempo que permitió la entrada de centenares de combatientes a través de su frontera para frenar el avance del YPG.

Por su parte, el ejército sirio, junto con las fuerzas aliadas y bajo el amparo de la aviación rusa, ha lanzado en las últimas semanas una ofensiva para recuperar terreno al norte del país y así firmar la tregua en una situación claramente favorable. El gobierno de Bachar el Asad lograba hacerse con la provincia de Latakia, feudo alauí, así como avanzar en Deraa, al sur del país y epicentro de las protestas de 2011. Más allá de acumular victorias en la periferia de Alepo, El Asad lograba también cortar importantes vías de suministro de los rebeldes a través de Turquía.

A la metamorfosis de los grupos que combaten dentro de Siria se suma la creciente injerencia regional. En un afán por tomar el relevo ante la progresiva retirada de EE UU de las guerras de la región, los poderes suníes han tomado cartas en el asunto. Con el bando rebelde a la defensiva, tanto Ankara como Riad lanzaban un globo sonda anunciado una posible interferencia terrestre y aérea en suelo sirio, lo que provocaría una escalada bélica a nivel regional. Al compromiso logístico turco, y armamentístico de Qatar y Arabia Saudí para con las facciones rebeldes en Siria, se suman las operaciones bélicas en curso de estos países. Turquía se haya inmersa en una guerra interna a la sombra de los medios de comunicación contra las facciones kurdas del sur de su territorio. Arabia Saudí también mantiene los focos de la opinión pública lejos de Yemen, donde su ejército sigue perdiendo efectivos contra las fuerzas huzíes.

 

¿Plan B?

El cese de hostilidades parecía mantenerse por tercer día consecutivo, el más largo en los cerca de cinco años que dura el conflicto, en el que ya han perdido la vida 270.000 personas, según cifras oficiales, y cerca de medio millón, según organizaciones locales. A pesar de las docenas de violaciones denunciadas por uno y otro bando en los tres primeros días, la tregua seguía en pie el 29 de febrero. Sorprendente pero real, el alto el fuego daba un merecido descanso a la población. Sobre todo a aquellos que viven en zonas rebeldes expuestos a los bombardeos rusos y del ejército sirio. Muchos de ellos amanecieron el 27 de febrero mirando al cielo como si de un eclipse solar se tratara. Por primera vez en mucho tiempo, los niños salieron a jugar a las calles. Sin embargo, son muchos los que califican la tregua de espejismo. La gran pregunta sigue siendo: ¿cuánto durará el reconfortante silencio de las armas?

Los atentados de París y la histórica crisis humanitaria protagonizada por más de un millón de refugiados en busca de protección en Europa han logrado acercar las posturas de Moscú y Washington. Sin embargo, ninguno de los 17 países que integran el grupo de apoyo internacional para Siria ha logrado ofrecer un plan alternativo y viable para una salida política del conflicto. La guerra contra el terrorismo, con el EI como objetivo unánime, no logra desatascar el impasse que mantiene enfrentados a dos bloques nacionales y regionales sobre la suerte de El Asad. A día de hoy, las tropas regulares sirias avanzan en la recuperación de las principales urbes del país y las arterias que las conectan entre sí, donde habita cerca del 60% de la población. Una población exhausta psicológicamente tras años de guerra y que se opone a una partición territorial.

Tanto el cese de hostilidades como el futuro de las negociaciones quedan sujetos a los cambios sobre la marcha que se operan en el país. El único plan B, achacado a Washington y transmitido a través de la prensa, implicaría una partición de Siria. Algo que, si bien podría frenar temporalmente el derramamiento de sangre, enterraría la era de Sykes-Picot. Y ello, abriendo la caja de Pandora para futuras réplicas –como en Irak– así como una renovada lucha de poderes regionales entre Irán y Arabia Saudí por controlar el nuevo orden regional.

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