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#Afkar58: La libertad de expresión contra las cuerdas

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Parece que cada vez más líderes políticos elegidos democráticamente han dejado de considerar a la prensa como un elemento fundamental de la democracia, y han pasado a verla como un adversario al que expresan abiertamente su animadversión. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, entre otros, es un adepto del mediabashing, es decir, la denigración sistemática de la profesión. Y la ejerce sin contemplaciones, llamando a los reporteros “enemigos del pueblo”, una frase forjada por, en su momento, Joseph Stalin. La libertad de expresión se reduce de manera drástica en los países donde se potencia la imagen del líder fuerte y a la zaga en el resto del mundo. Las fake news son ya una práctica común y poco a poco se están infiltrando en todos los ámbitos de la política y la sociedad, haciendo aun más complicada la tarea de informar e informarse. Cada vez resulta más complicado encontrar información contextualizada y precisa en el torrente de datos, opiniones y análisis que alberga la red. A esto se añade la omnipresencia y la aparente fiabilidad de las redes sociales, que para muchos se han convertido en las únicas fuentes de información.

Son malos tiempos para la profesión, los retos económicos a los que se enfrentan los medios tradicionales se suman a la ingente tarea de informar en tiempos revueltos, sobre todo cuando las libertades van encogiendo al ritmo que crecen las percepciones de amenaza a la seguridad. Tras la llamada Primavera Árabe, el uso de leyes de emergencia ha sido instrumentalizado en muchos contextos para controlar la información y permitir la propagación de narrativas monopolizadas por los gobiernos, especialmente en la orilla sur. La lucha contra el terrorismo se ha convertido en la piedra angular de la restricción de libertades fundamentales de todo aquel que pueda ser…

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