AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 42

El orientalismo de Josep Tapiró

Jordi À. Carbonell
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Considerado uno de los líderes de la escuela pictórica africanista española, Tapiró describía el aspecto más pintoresco y chocante de la sociedad tradicional tangerina.

Desde la campaña napoleónica de Egipto en 1798, el mundo islámico se convirtió en un lugar común del imaginario romántico.  En el ámbito de las artes plásticas, comportó el desarrollo del género pictórico orientalista, que durante la primera mitad del siglo XIX produjo unas imágenes que no podían sustraerse de su carácter fantástico y literario. Dicha pintura, producto de la invención, pretendía evadir al público a un mundo de misterio, de sensualidad y de pasiones irrefrenables, lleno de placeres sensoriales y crueldades inimaginables. Hacia mediados de siglo XIX el ideal estético evolucionó hacia planteamientos realistas que en la pintura orientalista se tradujeron en la voluntad de transcribir el mundo musulmán con más fidelidad. Al mismo tiempo, la expansión colonial acercó Europa a esa realidad y facilitó su conocimiento directo. Algunos pintores la conocieron participando en campañas bélicas o formando parte de misiones diplomáticas, donde ejercían la labor de cronistas gráficos.

En este sentido, la Argelia francesa fue la pionera en ofrecer a los artistas e intelectuales la posibilidad de trasladarse a Oriente de un modo fácil y seguro. Al cabo del tiempo, la presencia de artistas europeos en tierras asiáticas y norteafricanas colaboró en establecer y difundir unos itinerarios que, con los años, se convertirían en significativos destinos turísticos. Estos lugares, situados junto al mar Mediterráneo, fueron básicamente, Grecia, Turquía, Tierra Santa, Egipto, Argelia, Marruecos y el sur de España. Los dos últimos, que eran los más cercanos, se convirtieron en fuente de inspiración de algunos de los artistas más brillantes de nuestro país.

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