AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 45

No hay democracia sin derecho de manifestación

Isaías Barreñada
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Negar la posibilidad de que los ciudadanos se organicen y expresen, también en el espacio público, es incompatible con los avances democráticos en los países árabes.

Muchas cosas han cambiado desde que en 2011, venciendo el miedo, centenares de miles de tunecinos, egipcios, yemeníes, bahreiníes, argelinos… ocuparon las calles para reivindicar su condición de ciudadanos y exigir cambios económicos y políticos. Desde entonces el discurrir de los procesos de cambio político ha dado pie a realidades muy distintas en cada país, desde guerras civiles a transiciones, frustradas algunas y prometedoras unas pocas. En todo caso, esto abrió las puertas a una indudable ampliación del campo político, pero también a una apropiación de facto del espacio público para la participación ciudadana en manifestaciones colectivas, fueran estas de protesta o de simple expresión de voces minoritarias.

De hecho las revueltas se hicieron realidad en la calle con la presencia física masiva y continua de hombres y mujeres en el espacio público, pagando por ello el precio de la represión y de la violencia. Las manifestaciones, los sit-in, las ocupaciones de plazas han acompañado los procesos de cambio político allí donde han tenido lugar. Un hecho innegable es que en todos los países del norte de África y Oriente Medio se han multiplicado las manifestaciones públicas de todo tipo, y con nuevas formas, a cargo de opositores, trabajadores, desempleados, grupos de excluidos o de jóvenes. Estos años la calle ha sido un hervidero de actividad y nunca hubo tanta expresión pública y contestación social.

¿Cómo ha sido gestionado este fenómeno por las autoridades? A la hora de hacer un balance no cabe más que constatar que la libertad de reunión y de manifestación es una demanda generalizada, pero que no está garantizada y, en la mayor parte de los países, es objeto de…

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