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La empresa española ante la crisis asiática: oportunidades y amenazas

Carta a los lectores
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Muchas empresas españolas han invertido en Asia con el propósito de permanecer allí: compañías de transportes, de alimentación, de ingeniería, de electricidad… China y Japón absorben la mayor parte de la presencia española en Asia Pacífico, pero no hay que olvidar a las que venden, compran e invierten en Corea del Sur, Indonesia, Tailandia, Malaisia, Filipinas, Taiwan… Hasta 1997, Asia oriental era la zona de mayor dinamismo del planeta. Hoy sufre las consecuencias de una grave crisis que podrá prolongarse en el tiempo. Las inversiones españolas –con otras europeas, amparadas por el esfuerzo de la Comisión– están en peligro.

Japón reformará, antes o después, su complejo y opaco sistema bancario. Hasta que no se complete esa reforma, la economía del gran país insular mantendrá un paréntesis en su crecimiento. El caso de China es del todo distinto. Con todos sus errores y peculiaridades, Japón optó por un sistema democrático, tras su derrota en 1945. Una democracia sui generis –pero al fin, una democracia– da forma a la sociedad japonesa, articulada en torno a unas libertades cívicas, pluralidad de partidos, Estado de Derecho e independencia del poder judicial. Nada de esto existe en China.

En medio de las contradicciones, sin embargo, el curso de los acontecimientos parece aproximarse en la sociedad china hacia un sistema más racional, menos distante del orden de valores común a las sociedades modernas, en Europa y Estados Unidos, en India y Latinoamérica, en Oceanía y Suráfrica. En todas ellas existe como denominador común un cierto grado de seguridad jurídica: el Derecho no es una emanación del arbitrio de los gobernantes.

China ha realizado modestos avances en los últimos años en la mejora de sus niveles de seguridad jurídica y de libertades individuales de la población. Ello ha sido posible gracias a la política de reforma y…

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