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El pacto no escrito de Putin con los ciudadanos rusos

Marc Marginedas
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El año 2017 arranca con la perspectiva de unas anémicas cifras de crecimiento a corto plazo. De momento, Putin sofoca el descontento proponiendo a los rusos un nuevo pacto social, no basado en la prosperidad económica, sino en el regreso del país al estatus de superpotencia.

Uno de los desafíos a los que se enfrenta la comunidad de corresponsales y diplomáticos occidentales establecidos en Rusia consiste en aprender a interpretar las declaraciones oficiales, así como las estadísticas proporcionadas por organismos estatales. Más que en ningún otro momento desde la llegada de Vladimir Putin al poder en 2000, el Kremlin, embarcado en un pulso geoestratégico con Occidente desde hace tres años a raíz de la guerra de Ucrania, intenta controlar los flujos de información, y con ello edulcorar un panorama que, si no es crítico, cuando menos inquieta.

Esta premisa adquiere plena validez a la hora de valorar el estado de la economía de Rusia, cuyo PIB durante la primera década del presente siglo creció anualmente a tasas superiores al cinco por cien, razón por la cual fue integrado en el grupo de cinco países emergentes con elevado crecimiento denominado BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Suráfrica).

Después de dos años de recesión, con cifras de crecimiento negativas –periodo que coincide con el inicio de las tensiones internacionales, las consiguientes sanciones y el descenso de los precios del petróleo–, las autoridades rusas se han apresurado a anunciar, a bombo y platillo, que este 2017 será el año de la recuperación, con una tasa de crecimiento del PIB que superará el uno por cien.

El primer representante gubernamental en dejarse llevar por la euforia fue el viceprimer ministro Ígor Shuválov, en noviembre, durante el foro económico Rusia-Singapur. “Mes tras mes la economía de Rusia crece; para el año que viene esperamos que el…

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