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Empresas y ODM

Juan de la Mota
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Empresas y sociedad están íntimamente ligadas. Ninguna puede progresar a largo plazo sin que lo haga la otra. La pobreza es una amenaza para la paz y seguridad global, pero también para el desarrollo de los mercados. La lógica empresarial de los Objetivos del Milenio es evidente.

 

 

Hace 10 años las Naciones Unidas establecieron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) con el ambicioso propósito de reducir sustancialmente el subdesarrollo y la miseria en el mundo. Se trata de ocho objetivos y 18 indicadores relacionados con erradicar la pobreza extrema y el hambre –reduciendo a la mitad el número de personas que sufren hambre y el de las que viven con menos de un dólar al día–, conseguir empleo y trabajo dignos para todos, incluyendo mujeres y jóvenes, universalizar la educación primaria, promover la igualdad de género, reducir la mortalidad infantil y materna –en dos terceras partes para niños y tres cuartas partes para las madres–; combatir el sida, la malaria y otras epidemias, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y promover una alianza global para el desarrollo. Todos  son objetivos estratégicos para el progreso.

 

A primera vista parece terreno propio de los gobiernos, sus políticas y sus presupuestos; de la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y la financiación de bancos y agencias de desarrollo y organismos internacionales. Esta ha sido la opinión generalizada hasta hace muy poco. Sin embargo, junto a estos actores se ha ido abriendo paso la idea de que la actividad de las empresas y los emprendedores es fundamental para lograr los ODM. Dicho de otra forma, no es posible alcanzar los objetivos sin contar con las empresas. Y esto es así tanto referido a la actividad de compañías –multinacionales o no– con origen en países desarrollados, como a empresas locales con sede…

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