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Magreb: lo que le espera al gobierno francés

Jean-Louis Guigou y Bruno Aubert
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El Magreb puede ser un eje de cooperación ejemplar con Europa para todo el Mediterráneo, siendo la magnitud de las transformaciones actuales un condicionante para el futuro europeo. En lo más profundo del imperativo mediterráneo, los países del Magreb son el aliado natural de Francia.

En los países del Magreb hay grandes expectativas sobre el nuevo gobierno francés y sobre todo respecto al presidente François Hollande. Y más aún teniendo en cuenta las cuestiones planteadas por Nicolas Sarkozy al final de su mandato, que provocaron una desconfianza respecto a los musulmanes y fueron vividas como una humillación, por ejemplo la obsesión con la carne halal –carne de animales sacrificados según las normas del islam–, o el rechazo al voto de los extranjeros en las elecciones locales después de un falso debate sobre la “identidad nacional”, centrado, de hecho, en el islam, provocando un gran malestar. Si estas expectativas son tan grandes es debido a motivos ligados a la relación histórica de la izquierda francesa con el Magreb, a la manera en que esa relación es percibida y a los malentendidos derivados de la misma. Algunos sectores políticos del norte de África recuerdan todavía la posición de Guy Mollet, conocido por su rechazo a la independencia de Argelia, y reprochan a los socialistas ese lejano pasado. Otros les atribuyen, al contrario, una simpatía a priori por el régimen de Argel y haber tomado partido en la rivalidad argelino-marroquí, heredada de la vieja solidaridad con los movimientos de liberación nacional. Finalmente, estas expectativas resultan todavía más fuertes en la medida que los norteafricanos se sienten cercanos a Europa y son de hecho considerados europeos por otros árabes: durante la Copa Africana de Naciones de fútbol en 2008, los egipcios les calificaban de “europeos del sur”.

Más allá de estas evidencias, el contexto…

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