INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 802

#ISPE 802. 16 julio 2012

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La elecciones libias del 7 de julio, la primeras desde 1952, han seguido la estela de las argelinas de mayo al romper la inercia que parecía llevar inexorablemente al poder a partidos islamistas que durante la “primavera árabe” han visto reforzado su prestigio por su protagonismo en las revueltas que derrocaron a las dictaduras laicas.

La clara victoria de la coalición liderada por Mahmut Jibril, exprimer ministro del Consejo Nacional de Transición (CNT) que lideró el bando ganador de la guerra civil de 2011, revela la pluralidad de opciones políticas que se abren ante los países árabes que quieren dejar atrás su pasado autoritario.

La formación de Jibril, la Alianza de Fuerzas Nacionales (AFN), que incluye a 40 grupos, cuenta entre sus principales dirigentes con antiguos ministros del CNT, mujeres, tecnócratas educados en Occidente y libios provenientes del exilio, reflejando un afán de consenso bien recibido por los libios.

La Asamblea Nacional General de 200 escaños recién elegida designará al nuevo gobierno interino que ejercerá durante 18 meses. El hecho de haber formado parte del CNT excluía a Jibril de las listas electorales, pero la confianza que transmite a los electores fue crucial para atraer el voto popular.

Por su parte, ni el partido de los Hermanos Musulmanes libios, ni El Watan de Abdel Hakim Belhadj, exgobernador militar de Trípoli, obtuvieron resultados favorables, a pesar de su relevante papel en las revueltas que derribaron al régimen de Muamar el Gadafi. Sin embargo, al día siguiente de las elecciones, Jibril les ofreció formar un gobierno de coalición.

Jibril se puede permitir esos gestos de magnanimidad. Además de pertenecer a la tribu Warfalla, que agrupa a un millón de los seis millones de libios, debido a su compromiso con la religión islámica, no genera rechazos entre los islamistas. En…

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