INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 851

#ISPE 851. 22 julio 2013

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Las recientes maniobras militares rusas en Siberia oriental, las mayores desde los tiempos soviéticos, que movilizaron a 160.000 tropas y 5.000 tanques, y los ejercicios navales conjuntos a principios de julio entre las armadas rusa y china en el mar del Japón, han emitido un claro mensaje al resto del mundo: el gigante euroasiático sigue siendo una gran potencia militar con intereses globales, especialmente en el Pacífico.

Vladimir Putin presenció las maniobras desde la isla de Sajalín. Aunque el viceministro de Defensa ruso, Anatoly Antonov, declaró que los “juegos de guerra” no estaban dirigidos contra ningún país, los analistas de defensa no dudan de que los destinatarios eran China, EE UU y Japón. La proximidad en el tiempo de las maniobras terrestres rusas cerca de China –un país con el que Rusia comparte una frontera de 4.300 kilómetros– con los ejercicios navales conjuntos sino-rusos, dejaron en evidencia los límites de la “asociación estratégica” entre ambas potencias. Sus intereses comunes en la creación de un mundo multipolar y su defensa a ultranza de la soberanía de los Estados frente a injerencias exteriores, muy presentes en la crisis siria, son, sin embargo, tan importantes como los dispares objetivos que les separan.

El comandante de la flota china, Yang Junfei, declaró a la prensa de su país, que dio una gran cobertura a los ejercicios navales, que su objetivo era fortalecer la “confianza estratégica” y mejorar la coordinación entre las dos armadas. China participó con siete grandes navíos, entre ellos un destructor dotado con radares tipo Aegis y fragatas antisubmarinos. Rusia, a su vez, envió los buques insignia de su flota del Pacífico, incluido el crucero Varyag.

Con ello, Pekín quiso dejar claro a Washington que no se enfrentará en solitario a su estrategia de trasladar el…

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