INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 893

#ISPE 893. 9 junio 2014

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En 2001, el pleno del Congreso argentino saludó con una ovación unánime la declaración del gobierno de que suspendía el pago de la deuda externa, como si un default por valor de 100.000 millones de dólares fuera un motivo de celebración. Pero 13 años de falta de acceso a los mercados de capitales internacionales le ha salida muy cara al país.

Durante un tiempo, la subida de los precios de sus principales exportaciones palió en cierta medida esa carencia. Los crecientes desequilibrios de la balanza comercial por el aumento de las importaciones de energía y la caída de las reservas de divisas, hicieron impostergable alcanzar un acuerdo con el Club de París sobre la deuda pendiente de 9.700 millones de dólares, 3.800 millones de los cuales son producto de la demora en pagar.

La economía argentina es demasiado débil para pagar la deuda denominada en dólares sin regresar al mercado de bonos. Los años de aislamiento, en momentos en que las tasas de interés internacionales estuvieron por los suelos, empujaron a Argentina a recurrir a una emisión monetaria descontrolad que disparó la inflación, hoy en el 33%. Con un nivel de reservas equivalentes a cuatro meses de importaciones y con la economía virtualmente en recesión, el gobierno se enfrentó a una maratónica negociación en la capital francesa que concluyó con un acuerdo para el pago de la deuda en un plazo de cinco a siete años, sin ningún recorte y a una tasa de interés del 3% anual, pero sin la tutela del Fondo Monetario Internacional, una exigencia que Argentina consideró innegociable.

Ese desenlace, la devaluación del 20% del peso y los recortes de los subsidios para reducir el déficit fiscal, indican que la presidenta Cristina Fernández parece haberse convencido de que hay que sacrificar el modelo para salvar al gobierno….

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