Autor: Sami Naïr
Editorial: Crítica
Páginas: 186
Lugar: Barcelona

Ante el ‘consenso de la indiferencia’

Áurea Moltó
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Los líderes mundiales han expuesto esta semana su visión –o falta de ella– durante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Reunidos en torno a la Cumbre de Refugiados y Migrantes en la sede de la organización, han acordado la Declaración de Nueva York, que será el punto de partida para un pacto global sobre migraciones y, en definitiva, la revisión de la Convención de Ginebra de 1951 sobre refugiados. Si las normas que componen el Derecho Internacional son en gran parte un reflejo de la época en que se elaboran, a los migrantes y refugiados les ha tocado un mal momento.

Tras lo escuchado en la ONU, las perspectivas de encontrar un enfoque legal humanitario, solidario y ajustado más al futuro inmediato que a la coyuntura política presente son mínimas. Europa está desunida, las renacionalización creciente de la política parece imparable, la retórica de la seguridad sigue impregnando el discurso y la acción política y la economía no es capaz de encauzarse hacia un modelo sostenible y generador de igualdad de oportunidades.

El politólogo francés de origen argelino, Sami Naïr, ha necesitado apenas 180 páginas para exponer en Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real, un problema que define como el “consenso de la indiferencia”; sus causas, las consecuencias y las posibles soluciones. Naïr es implacable desde el principio: la Europa insolidaria encubierta en los Acuerdos de Schengen es el origen de la exclusión. La división “comunitario-no comunitario” marcó la frontera entre países ricos y países pobres. Schengen es, según el autor, el acuerdo de una UE cuyo motor es la economía, el mercado único, que “pudo limitar la libre circulación y contener la miseria fuera del mercado europeo”. Las consecuencias inmediatas fueron la multiplicación de las mafias de trata de personas; el borrado de la distinción entre migrante laboral y refugiado; la externalización de la gestión migratoria a terceros países, la campos de retención en las fronteras, la ayuda a los países de tránsito y a los emisores al margen de lo dispuesto en el Derecho Internacional.

Para Naïr, experto en migraciones, los refugiados que han llegado a Europa en el último año y medio, incluyendo a los que son devueltos a Turquía mientras son “reasignados” a un país miembro de la UE en función de cuotas acordadas (y pagadas), se han convertido en la más clara manifestación de la gravedad de la crisis de Europa. ¿Cuáles son los valores europeos? Sea cual sea la respuesta, parece que no son compartidos por los miembros occidentales y orientales de la Unión, y estos últimos marcan el paso.

No obstante, ni los países nórdicos ni los alemanes salen bien parados en el libro de Naïr. Todos los miembros de la UE pueden hacer más, y eso incluye todavía a un Reino Unido que celebró el referéndum del Brexit retorciendo el asunto de la inmigración y exhibiendo una retórica xenófoba. La victoria de los que pedían la salida de la UE fue el resultado.

Refugiados. Frente a la catástrofe humanitaria, una solución real, añade los testimonios de tres cooperantes de distintas ONG que asisten a los que llegan a las fronteras de Europa. Naïr no se limita a describir ni a analizar, es concreto en sus propuestas: como aplicar la Convención de Ginebra en toda su amplitud y rigor, poniendo en marcha, en primer lugar, un pasaporte de tránsito que permita a los refugiados a circular libremente por Europa hasta que encuentren un país que los acoja. En segundo lugar, elaborar, a través de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), un listado de países del mundo dispuestos a acoger a solicitantes de asilo. Tercero, crear zonas viables y equipadas adecuadamente en los países fronterizos a los conflictos, que son los que mayor número de refugiados acogen. Cuarto, establecer corredores humanitarios desde los países en guerra hacia zonas seguras. Por último, ayuda militar a los países de transito para hacer frente a las mafias que trafican con personas.

El marco legal existe. Los medios también. Solo hace falta el compromiso, la solidaridad y la responsabilidad. Valores que Europa debe recuperar cuanto antes.