Autor: Atif Mian y Amir Sufi
Editorial: University of Chicago Press
Páginas: 192
Lugar: Chicago

Hipotecas, recesión, desigualdad

Jorge Tamames
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Continúa sin existir un consenso sobre cómo salir de lo que en 2008 era una crisis financiera y hoy es una crisis económica, social y política. La izquierda pide inversión pública. La derecha quisiera bajar impuestos. Alemania exige recortar la inversión pública y subir los impuestos. La ministra de Trabajo, Fátima Báñez, piden auxilio a la Virgen del Rocío. A pesar de la discordia a la hora de recetar, todos coinciden en el diagnóstico: la crisis la causó el desplome del sistema financiero americano, y en países como Estados Unidos y España se agravó con el pinchazo de una burbuja inmobiliaria.

Los profesores de Economía Atif Mian y Amir Sufi discrepan. No consideran que la génesis de la crisis esté en la implosión del sector financiero. En House of Debt, los profesores de las prestigiosas universidades de Princeton y Chicago, respectivamente, defienden que el endeudamiento privado –el de familias, que no el de empresas– está en el epicentro de la recesión. Se trata de una respuesta heterodoxa a una pregunta ambiciosa: ¿qué causa las crisis financieras? Mian y Sufi llegan armados de evidencia y dispuestos a defender su tesis de manera persuasiva. No sorprende que House of Debt esté compitiendo con El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, por ser el libro de economía más influyente de 2014.

Los autores parten de una premisa desconcertante. Siendo el colapso del consumo el problema principal de la crisis, ¿cómo es que esta tendencia empezó a manifestarse en 2007, cuando el sistema financiero americano aún parecía solvente? Mian y Sufi examinan la Gran Depresión tras el crack de 1929, y descubren un patrón similar. Su respuesta, cuidadosamente documentada, es que el colapso del consumo tiene que ver con los índices de endeudamiento privado en los años precedentes a ambas crisis.

Con la hipoteca hemos topado

Aclaremos antes los términos. Cuando se habla de deuda, ya sea pública o privada, las discusiones adquieren con frecuencia un tono moralista. No es casualidad que las palabras “deuda” y “culpa” sean intercambiables en el idioma alemán. Pero House of Debt no es una fábula con moraleja, como ese lamento recurrente de que hemos vivido “por encima de nuestras posibilidades”.

En primer lugar, la deuda privada no se distribuye igualitariamente. Son las personas con menos ingresos las que más se endeudan para comprar una casa. También son las que más dependen de esa inversión como un futuro activo en sus cuentas. En este contexto, las hipotecas se convierten en un mecanismo que incrementa el riesgo financiero de las familias más vulnerables. Si un tornado en Kansas destruye una casa, un seguro puede proteger a sus inquilinos. Pero cuando estalla una burbuja inmobiliaria, el endeudamiento sólo agrava la situación.

Mian y Sufi ponen el ejemplo de una familia con una casa valorada en 100.00 dólares, financiada con una hipoteca de 80.000. Si el precio de la vivienda cae un 20%, la familia no pierde una quinta parte del valor de su casa, sino todo el margen que quedaba tras la hipoteca. Ahí no acaba el problema, sino que empieza un círculo vicioso. Si el banco desahucia a la familia, el impacto para los vecinos es nefasto. El banco venderá la casa a precio de saldo, depreciando el valor del resto del barrio. Los vecinos, que ya estaban achicando, ahora se ven con el agua al cuello. El endeudamiento privado se convierte así en un mecanismo que aumenta las desigualdades sociales. Precisamente por eso, y por ser la capacidad marginal de consumo de familias empobrecidas especialmente sensible a una caída en los precios de la vivienda, el pinchazo de una burbuja inmobiliaria genera un desplome del consumo muy superior al que causaría si la carga de la deuda estuviese distribuida de manera igualitaria.

El resultado de este círculo vicioso causa un daño enorme al conjunto de la economía, pero no amenaza a todos por igual. Son las familias con menos ingresos las que han visto su riqueza destruida de la noche a la mañana. Los ricos diversifican sus inversiones y no sufren la misma dependencia respecto a los vaivenes del mercado inmobiliario. Entre los americanos con más dinero, el valor neto de cada individuo descendió de 3.2 millones a 2.9. En relación al resto del país, el saldo de la crisis les deja con más dinero.

Los autores se centran en EE UU, pero sus enseñanzas son válidas para cualquier otro país. Cuando mencionan España es para criticar nuestra legislación hipotecaria, más intransigente que la americana, en la que la dación en pago pone punto y final a la relación entre deudores y acreedores. También observan que, en el caso de Europa, esta relación no está articulada únicamente en torno a líneas de clase social, sino según las fronteras nacionales. Así, acreedores como Alemania, Finlandia y Holanda se encuentran en una posición ventajosa. Los deudores, España entre ellos, nos vemos doblemente perjudicados.

Sospechosos habituales

Es innegable que aceptar una hipoteca cuando se carece de solvencia es irresponsable. Igual de importante, pero frecuentemente omitido, es que al banco le corresponde un 50% de responsabilidad cuando realiza préstamos imprudentes. Mian y Sufi señalan que, tras la crisis financiera asiática de 1997, los inversores americanos huyeron de los países emergentes y se refugiaron en lo que terminaría siendo el mercado de hipotecas basura que generó el desastre de 2008. Entre 2002 y 2005 el sector financiero extendió créditos a diestro y siniestro, sin ningún criterio a la hora de evaluar la solvencia de sus clientes. Cuando la tendencia comenzó a revertirse a lo largo de 2007, el consumo privado empezó a descender. Cabría añadir que, a pesar de los estragos que ha terminado causando, la burbuja crediticia resultó muy útil a la hora de enmascarar que el poder adquisitivo de las clases medias occidentales lleva décadas estancado, cuando no decayendo.

Aunque el sector financiero sale magullado de la lectura, los autores tampoco escatiman en críticas a la administración de Barack Obama. Su principal problema con el gobierno americano es que no hizo lo suficiente para auxiliar a familias endeudadas, lo que hubiese acelerado dramáticamente la recuperación económica. Timothy Geithner, secretario del Tesoro entre 2009 y 2014, ha sido criticado por su escepticismo ante estas medidas. Pero el principal responsable en este caso es Edward DeMarco, quien como director de la Agencia Federal de Financiamiento de Vivienda se opuso por activa y por pasiva a cualquier quita de deuda.

Mian y Sufi han realizado una aportación esencial a la hora de interpretar la crisis de 2008. El modelo de análisis que postulan tendrá un impacto determinante a la hora de entender futuras crisis financieras. De cara al presente, las soluciones que proponen –realizar quitas de deuda privada y reformar las leyes hipotecarias para mitigar su impacto durante una recesión­– necesitan estudiarse tanto en EE UU como en España.