Autor: Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo
Editorial: Crítica
Fecha: 2015
Páginas: 328
Lugar: Barcelona

La imparable conquista china

Política Exterior
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De los autores de La silenciosa conquista china, Juan Pablo Cardenal y Heriberto Araújo, llega ahora la “segunda parte”: La imparable conquista china, una nueva investigación sobre la expansión del gigante asiático por el mundo. Parece una película, pero no lo es. El subtítulo lo dice todo: se trata de “un viaje por Occidente para entender cómo China está desafiando el orden mundial”. Un viaje guiado por los distintos rincones de las economías desarrolladas en las que China tiene una presencia particular.

 

El dilema de Occidente 

Lo que quieren dejar claro los autores desde el principio es que el papel de China en Occidente ha cambiado. El país emerge en el mundo desarrollado aprovechándose del “factor crisis” que ha azotado (y aún azota) con fuerza a las economías más prósperas, lo que le ha permitido adentrarse en sus mercados. Esa presencia genera un importante dilema, “una disyuntiva entre peligro y oportunidad”, advierten Cardenal y Araújo.

Pero este dilema no perturba a los asiáticos. En chino, “crisis” no es más que una oportunidad. Exactamente lo que ellos han aprovechado. Su poderío ha aumentado a partir de la recesión. Sus inversiones y adquisiciones van en todas direcciones, diferentes sectores, cantidades y países. Desde compra de deuda soberana hasta tecnología o empresas en quiebra. No hay límites (tampoco financieros: sus reservas económicas son extraordinarias).

China accede a los mercados occidentales en 2008, una segunda fase de la expansión que ya había comenzado en el año 2000. ¿Cómo lo hace? A través de activos financieros, de la inversión en alta tecnología y de la explotación de recursos naturales, explica Cardenal en el debate “China llega a Occidente”, organizado por esglobal con motivo de la presentación del libro.

Occidente percibe al gigante asiático como un actor clave en la recuperación de su economía. Por eso, los gobiernos tratan de acomodar a China creando un entorno inversor agradable, por ejemplo, a través de reformas legislativas, caso de Reino Unido, España o Canadá. La relación económica y comercial también supone un alto coste político: frenar las críticas hacia la situación de los derechos humanos en China, o no recibir oficialmente al Dalai Lama. El clima diplomático e institucional, por tanto, debe de ser óptimo para contentar a Pekín. Sin embargo, no hay reciprocidad. Las empresas occidentales no tienen las mismas facilidades en China. Allí hay muchos sectores protegidos a los que solo se accede a través de empresas mixtas.

 

De compras por Occidente

Los autores hacen un recorrido, como si de un viaje se tratase, por aquellos lugares donde China está presente. Empiezan por el Ártico, donde estaría desembarcando en busca de recursos naturales y construir infraestructuras. En 2013 fue admitida como observador en el Consejo del Ártico. Planes mineros en Groenlandia, eco-proyectos en Noruega o un posible acuerdo de libre comercio con Islandia, que podría convertirse en el próximo epicentro logístico regional: el Ártico es un objetivo geopolítico de Pekín.

Australia abría las puertas a la élite china en 2014. Su programa migratorio llamado «888» (en China este número está asociado con la suerte y la riqueza) proponía residencia a cambio de inversiones altas. En Canadá, el municipio de Markham es el destino predilecto la migración china, que ha traído prosperidad y negocios. Y ya en el Mediterráneo, destaca el caso de Chipre. Sus “visados dorados” (residencia permanente e indefinida a cambio de inversiones inmobiliarias o incluso la nacionalidad si la cuantía supera los cinco millones de euros) pretendían ser una salida a la severa crisis financiera. Los autores afirman que habría más de un millón de chinos con propiedades en la isla gracias a estos visados.

En Europa, Reino Unido tiene una postura independiente respecto a las pretensiones comerciales de China, lo que provoca revuelos en Bruselas. La Unión Europea no muestra una postura común con respecto a la inserción del gigante asiático en la economía comunitaria, lo que da una ventaja considerable a Pekín al ver dividido a su “cliente”. Londres no solo busca unas relaciones comerciales privilegiadas con China, sino que además quiere capitalizar las oportunidades que vendrían con la internacionalización del yuan, sobre todo para las empresas británicas que comercien con el país asiático. Los proyectos europeos de las empresas chinas son variados y van desde hoteles en la capital británica, empresas tecnológicas en Alemania o viñedos en Burdeos.

 

Los patrones de Pekín 

Uno de los aspectos más curiosos del libro, al que dedican un capítulo, es la relación entre China y El Vaticano, rota desde hace más de seis décadas, que ahora el papa Francisco quiere reencauzar. Pero en las protestas de Hong Kong, la Iglesia católica se posicionaba del lado de los manifestantes prodemocráticos, mientras Pekín lo veía como una injerencia en sus asuntos internos. Mal asunto.

Noruega también es un caso particular. A pesar de que en ocasiones el clima  diplomático ha sido turbio, esto no ha frenado los proyectos comerciales. Y no se olvida la querella criminal en la Audiencia Nacional de España interpuesta en 2003 en nombre de 15 víctimas contra Jiang Zeming (expresidente de la República Popular de China) y Luo Gan. Se les acusaba de genocidio y torturas e el Tíbet. La orden internacional de detención molestó a China, que no dudó en tomar represalias económicas contra España. Finalmente, la reforma legislativa enterraba las investigaciones judiciales.

En Estados Unidos, a pesar de las relaciones económicas con Pekín, hay voces críticas hacia la naturaleza del régimen chino, además de la posible competencia que está empezando a ejercer. Hay una resistencia civil, incluso más que política, a las reglas, prácticas y valores chinos que se están imponiendo en muchos sectores.

La gran mayoría de las empresas son estatales, o directamente las inversiones proceden de fondos soberanos de China. Esto quiere decir que el poder queda en manos del Estado y del Partido Comunista, advierten. Se avecina una enorme influencia de Pekín sobre nuestros gobiernos y sociedades. ¿Es que acaso nadie lo ve?

Para los autores, hay una cuestión fundamental, que solo podremos responder con certeza en el futuro: ¿se está adaptando China al mundo, o es la comunidad internacional la que se adapta a China?