Autor: Manuel Alcántara y Santiago Mariani (coordinadores)
Editorial: Tecnos
Fecha: 2016
Páginas: 344
Lugar: Madrid

La política va al cine

Inma Almagro
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¿Qué es la política? ¿Y el arte? ¿Existe el arte de la política? ¿Hay política en el arte? Probablemente nos encontramos ante dos de los términos más difíciles de concretar, y cuya definición genera bastante confusión. Según Simon Brainsky, “la obra de arte es un fenómeno multideterminado y ninguna disciplina puede capturarlo en el esplendor de su totalidad […]. Sus hallazgos se pueden complementar con las otras disciplinas humanísticas, teniendo siempre presente que […] hay, afortunadamente, un misterio inefable cuya naturaleza no puede ser nunca aprehendida del todo”.

En La política va al cine encontramos una serie de ensayos (18 en total) que reflejan el matrimonio cultural entre el séptimo arte y la ciencia política. Manuel Alcántara y Santiago Mariani, maestro y discípulo, “unidos ambos desde un principio por ese lazo tan especial que se crea en el contexto de una clase universitaria donde el ilustre profesor y el alumno deslumbrado forjan posteriormente una noble y cabal amistad”, según sus propias palabras, reúnen a veinte autores que profundizan sobre la influencia del cine en la política, y viceversa. Alcántara es catedrático de la Universidad de Salamanca y sus principales líneas de investigación giran en torno al estudio de las elites parlamentarias, los partidos políticos y los poderes legislativos en América Latina. Mariani, por su parte, es un politólogo argentino afincado en Perú, licenciado en Relaciones Internacionales en la Universidad del Salvador-Argentina y experto asociado del PNUD.

La publicación cuenta con colaboraciones inéditas de expertos en el campo de la ciencia política, y que contemplan el cine como un complemento ideal para esta disciplina. Autores europeos como Leonardo Morlino, Dieter Nohlen, Gianfranco Pasquino y Enrique San Miguel conviven con autores americanos como Rolando Ames, Maxwell Cameron, Martín d’Alessandro, Paula Muñoz, Simón Pachano, Mario Serrafero, Martín Tanaka y Jesús Tovar, entre otros. Predominan los politólogos latinoamericanos.

Según Mariani, dieron “mucha libertad y de acuerdo a los trabajos recibidos decidimos dividir el libro en dos columnas: las formas de gobierno que niegan a la democracia […] y las formas de gobierno que buscan construir una democracia”. Sin encontrar un parámetro ordenador concreto entre todos los ensayos, ya que cada uno está escrito desde una enfoque personal y autodidacta, todos proponen el cine como recurso investigativo para abordar problemas y conflictos. De Kubrick a Batman, pasando por figuras como Nelson Mandela, Hannah Arendt o Maquiavelo, todos contribuyen a este original análisis.

Medio de entretenimiento popular por excelencia en el siglo XX, feliz unión del arte y la industria, el cine es un elemento clave de la cultura de masas y, por tanto, de la política de masas. Como apunta Kiko Llaneras, el cine y la política se unen por intención y accidente. El cine influye en las ideas, y en los ideales, de la población, por ello, según las épocas o los propósitos, se impregna de unas tendencias u otras. Detrás de ese deseo no hay por qué buscar ninguna confabulación o artimaña, simplemente sucede, de manera natural.

Heisenberg decía que “la medida se ve perturbada (o modificada) por el mismo proceso de observación”. Cada director, guionista, incluso cada actor, plantea una propuesta con el fin de transmitir un mensaje, sea político o banal. El cine y el arte en general están llenos de cosas que nadie puso ahí, pero que surgen a modo espejos del mundo, de la sociedad y de nosotros mismos. De esta forma, brotan las sombras, las tinieblas y la oscuridad, pero también la luz y la claridad. Nos proyectamos en el cine, al igual que las pantallas nos proyectan, y esto, inevitablemente, permanece y nos trasciende.