Autor: Giovanni
Editorial: Taurus
Lugar: Sartori

Sartori: ‘finezza’ y compromiso

Manuel Alcántara
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La vasta obra del autor florentino que acaba de fallecer al borde de cumplir 93 años ha sido glosada con fruición esta semana y toda aquella persona medianamente al corriente de los avatares del día a día conoce la ingente producción intelectual de Giovanni Sartori. Alguien que en su trabajo abarcó un amplio abanico de temas y que además tuvo una presencia muy notable en el ámbito en español de la Ciencia Política. De lo primero dan cuenta sus libros sobre teoría política, partidos políticos, democracia, conceptos y métodos de análisis político, ingeniería institucional, comunicación política, multiculturalismo. De lo segundo son testigo sus conferencias, galardones como el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales o numerosos doctorados honoris causa. Sin embargo, en esta breve nota quiero referirme a dos aspectos muy precisos de alguien a quien traté personalmente, pudiendo admirar su vivacidad e inteligencia y, sobre todo, quien es un permanente referente en mi trabajo docente.

El primero tiene que ver con la agitación que su visión de la Ciencia Política supuso a inicios de la década de 1990 en una disciplina que, como él mismo había mantenido, se había independizado de la Filosofía, gracias a la revolución conductista y la posibilidad de introducir en ella la cuantificación, buscando su propia identidad. La preocupación de Sartori por responder a la pregunta de a dónde iba la Ciencia Política generó un debate absolutamente necesario que todavía dura. Partiendo de una idea fuerza como es la de que no existe ciencia sin teoría y aspirando a una Ciencia Política neutral, en términos de los valores, Sartori fue un decidido defensor del rigor metodológico, sobresaliendo su apuesta por el método comparado. Pero lo importante es que se trataba de articular una disciplina asentada en la relevancia de los problemas a abordar y no en una apuesta onanista en la que el virtuosismo del método fuera lo principal.

El segundo aspecto se refiere, precisamente, al hombre atento al devenir de la calle. De entre los distintos asuntos en los que Sartori centró su atención, recibiendo alguno de ellos críticas severas como fue su inmersión en el mundo de la comunicación (Homo Videns) o en el de la emigración (La sociedad multiétnica), quiero centrarme en su defensa de la representación política. Para él se daban fundamentalmente dos circunstancias de cierta notabilidad. La primera estaba en relación con un concepto que había estudiado ampliamente como pilar central en la evolución política de la humanidad, y de la que se derivaba por su parte una oposición militante ante lo que llamaba la moda del “directismo” (direttismo, en italiano) que no era otra cosa sino una expresión de “una combinación de ignorancia y primitivismo democrático”, que suponía una tendencia en pro de la democracia directa, decía Sartori en 1998 en una conferencia conmemorando el vigésimo aniversario de la Constitución española, que “está ganando terreno, no solo porque ofrece una solución simplista fácil de aprehender por los simples, sino también porque no está encontrando prácticamente ninguna oposición”. Para Sartori, si no se comprendía bien un mecanismo no se podía ni valorar ni corregir.

La segunda de sus preocupaciones se centraba también en otro asunto que se ha llegado a banalizar profusamente y que tiene que ver con la relevancia del estudio de la profesionalización de la política. Un asunto que planteó en su capítulo “Parlamento” (Elementos de teoría política), donde aparece la vieja preocupación weberiana acerca del político profesional. Sartori ofrece una definición muy simple como es la de “quien se dedica de manera estable a la política” y de ahí da paso a tipologías y, de nuevo, a defender la relevancia del conocimiento riguroso.