Autor: Ignacio Álvarez-Ossorio
Editorial: Los Libros de la Catarata
Fecha: 2016
Páginas: 192
Lugar: Madrid

Siria: revolución, sectarismo y yihad

Julia García
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Profesor e investigador de Estudios Árabes e Islámicos, Ignacio Álvarez-Ossorio es autor ya de varios libros sobre Siria, así como de numerosísimos artículos en distintos medios de comunicación, entre ellos Política Exterior y Afkar/Ideas. Por ello, como buen conocedor de la situación, Álvarez-Ossorio es capaz de adentrarse con sencillez y claridad en la maraña geopolítica de este conflicto, además de conseguir abrir el foco y desentrañar las claves del golfo Pérsico y el convulso Oriente Próximo, sin los que la guerra siria resulta ininteligible. Siria lo hace comprensible.

Todo comenzó en diciembre de 2010. El suicidio en un mercado de Túnez de un joven vendedor ambulante prendió la mecha que dio paso en 2011 a la primavera árabe. En el caso sirio, uno de los elementos clave para explicar el estallido popular fue la juventud de la población, de las más jóvenes del mundo árabe. El 55% era menor de 25 años.

Después de Túnez siguió Egipto, Libia, Bahréin, Yemen. El pueblo árabe, tras décadas de opresión, parecía despertar de su larga noche autoritaria. Estos países vivían entonces en regímenes dictatoriales y muy represivos, desde hacía décadas. Muchos autócratas no quisieron verlo venir. El presidente sirio, Bachar el Asad, en una entrevista en The Wall Street Journal en enero de 2011 hablaba de la excepción siria, que obedecía a lógicas diferentes. No tardó en demostrarse su error.

El Asad fue elegido presidente con 34 años, muy joven, en julio de 2000, cinco semanas después de la muerte de su padre, Hafez el Asad, que llegó al poder mediante un golpe militar y dirigió el país con mano de hierro durante 30 años.

La revolución popular inicial se convirtió en unos meses en una guerra civil a gran escala. La represión brutal de la oposición les llevó a las armas para defender a una población que pedía libertad, derechos, trabajo. Con la muerte de centenares de manifestantes la revolución siria se militarizó. La indiferencia occidental hizo el resto.

No todos los males de Siria deben atribuirse a El Asad. El cambio climático fue un factor exógeno devastador. Una sequía se cebó sobre el país entre 2006 y 2010, con un elevado coste económico.

La caótica situación ha convertido el país en polo de atracción para el yihadismo internacional. El vacío político y el desmoronamiento del régimen han hecho que el Estado Islámico entrara en acción. Su irrupción fue aprovechada por Occidente para intervenir en Siria. Estados Unidos lideró una coalición internacional para frenar al grupo terrorista en Irak y Siria. Meses más tarde, Rusia hizo lo mismo justificando su intervención.

Asimismo, Irán, Arabia Saudí y otros actores regionales como Turquía o Catar actúan de forma activa en Siria financiando a grupos armados que compiten entre sí. Todos tienen intereses, ocultos y no tanto. Aunque Siria no es potencia petrolera, su posición geoestratégica le convierte en punto de interés de todos los países del entorno, ya que actúa como puente de comunicación entre el Mediterráneo y el Golfo. Catar, Rusia o Irán tienen su vista puesta en distintos proyectos de gasoductos que cruzan el país y abastecen principalmente a Occidente.

El resultado de esta guerra multidimensional es bien conocido: la mayor catástrofe humanitaria registrada en Oriente Próximo en lo que va de siglo. A pesar de su agudización, la comunidad internacional se mantiene impasible. Ni siquiera los atentados de París, Bruselas y Niza provocaron reacción alguna en la política exterior europea, incapaz de presionar a las partes y aliviar el sufrimiento sirio. A pesar del número de víctimas, refugiados, desplazados… las potencias internacionales han sido incapaces de aprobar una resolución similar destinada a proteger a la población.

Siria está dividido en 10 capítulos, a los que el autor añade un apartado interesante de siglas al principio y un índice bibliográfico final con anexos de mapas y gráficos de la zona y del conflicto.

Lo más preocupante es que no existe razón alguna para pensar que la tempestad vaya a amainar en el corto plazo, dados los planteamientos irreconciliables de los contendientes.