Autor: Niall Ferguson
Editorial: Debate
Fecha: 2012
Páginas: 512
Lugar: Madrid

Una llamada a Occidente

Recaredo Veredas
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Empecemos con una perogrullada: todo libro, narrativo o ensayístico, poético o filosófico, pretende un fin, sea el entretenimiento, un cambio en la conciencia del lector, la reivindicación de una actitud o de un lenguaje. El del ensayo que nos ocupa es, además, un propósito urgente: ante la inminencia de la debacle, debemos revisar nuestra narrativa como Civilización (con mayúsculas) dominante. Solo así mejoraremos nuestra deteriorada autoestima. Es decir, Niall Ferguson pretende que lo hasta ahora denominado “imperialismo” o “colonialismo” pase a llamarse “Civilización”. Que consideremos, por ejemplo, la presencia francesa de Senegal un regalo para sus habitantes, no un acto de invasión y despojamiento. Porque, por supuesto, para Ferguson la civilización por excelencia, la que consiguió mejorar la esperanza de vida hasta límites siquiera soñados, la que modificó y democratizó los hábitos de consumo de todo el mundo es la nuestra o, mejor dicho, la suya.

El autor es, casi genéticamente, un anglocéntrico y, aunque incluya a España dentro de los suyos, nos sitúa en los límites como, por ejemplo, a Turquía. Por supuesto, es un anglocéntrico aggiornado, no reivindica la épica de Kipling ni es un trovador de la reina Victoria: reconoce ciertos excesos del British Empire y asume la europeidad de los suyos.

¿Y qué pretende esa modificación? Es decir, ¿cuál es la causa última de este reforzamiento moral? Antes, vayamos al planteamiento: en el siglo XV la civilización europea era muy inferior a la oriental, incluso a la azteca o la inca. Inferior tanto en desarrollo tecnológico como en calidad de vida. Sin embargo triunfamos, logramos no solo imponer nuestra cultura sino convertirla en un codiciado objeto de deseo. La pregunta que sirve de motor al libro es ¿por qué ocurrió? Porque solo conociendo las causas, y ahí reside la causa del rearme, podemos tomar medidas que eviten el fin, un declive que puede ser lento, como el del Imperio Otomano, o rápido, como la caída de la Unión Soviético. Por supuesto nuestros enemigos económicos y culturales son los chinos y los musulmanes (a quienes, por otro lado, analiza con asombroso simplismo. El único posible cuando se juzga a cientos de millones de personas y cientos de años en un puñado de páginas).

Si lo contemplamos desde el punto de vista de la consecución de los aludidos fines, Civilización es un autentico éxito. Consigue convencer a los ya convencidos y encenderá la soberbia –aunque sea solo durante los instantes de la lectura– de muchos antiliberales. Ferguson es, sobre todo, un gran divulgador, de hecho Civilización ha dado lugar a una serie de televisión. Además de la nitidez de su estilo, la causa de su éxito es la claridad de la estructura, gracias a la división en los seis epígrafes que justificaron el triunfo de occidente (y cuyo abandono causará su hipotética autodestrucción). Son, por orden de aparición: Competencia, Ciencia, Propiedad, Medicina, Consumo y Trabajo. Por supuesto otra causa fundamental del éxito del libro es la pasión (Ferguson cree ciegamente en lo que cuenta y, salvo excepciones, es un buen argumentador) y la perseverancia que implica el mantenimiento de principio a fin de una estructura rígida y flexible al mismo tiempo.

Uno de los aspectos más interesantes, y que más nos atañe, es su visión del nacimiento de América, de las causas de la diferencia entre Norte y Sur y, sobre todo, su provocadora conclusión: el avance de América Latina y la progresiva pérdida de valores de Norteamérica están causando una cohesión continental ni siquiera soñada por Bolívar.

Ferguson –cátedra Lawrence A. Tisch de la Universidad de Harvard, profesor en Oxford e investigador en la Hoover Institution– es considerado el historiador británico más influyente en la actualidad. Por lo escrito no puede concluirse que Ferguson es un neocon* (le distancia, por ejemplo, su preocupación medioambiental), aunque defienda a ultranza de los valores religiosos y que la salvación de occidente implica, casi indefectiblemente, un rearme moral. Este rearme no pasa, por supuesto, por el degenerado catolicismo mediterráneo. Es un defensor a ultranza de la ética protestante y llega a afirmar: “(…) hoy occidente está de hecho inundado de cultos posmodernos, ninguno de los cuales ofrece ni de lejos nada tan vigorizante económicamente o socialmente cohesivo como la vieja ética protestante. Y, lo que es peor, este vacío espiritual deja a las sociedades europeas occidentales a merce de las siniestras ambiciones de una minoría de personas que sí tienen fe religiosa  (…)”. “We have to believe”, sin plantearnos siquiera la verdad o mentira de lo que creemos. Es tal su defensa del protestantismo que llega a sugerir que el crecimiento de las sectas protestantes en China está vinculado con su triunfo económico. Por supuesto, admira a Samuel Huntington y cree, aunque con matices en su famoso, y un tanto cansino, «choque de civilizaciones».

Ferguson también muestra un indisimulado antiislamismo, quizá relacionado con su matrimonio con Ayaan Hirsi Ali, política holandesa de origen somalí, hoy residente en Estados Unidos, y amenazada de muerte por sus críticas públicas al islam.

Pero por encima de todo, y pese a sus puntos débiles, Civilización es un libro didáctico y provocador, un ejemplo de divulgación tan efectiva y bien construida, tan apasionada y meritoria como sesgada.

* Conforme avanzan las páginas, Ferguson se embala, se emociona y llega a negar cualquier virtud al marxismo, ni siquiera en la descripción de los procesos históricos, por muy discutibles que sean sus conclusiones. Llega incluso a rechazar a la revolución francesa. Y también incrementa su anglofilia, tanto es así que su colección de lecturas esenciales para mantener la civilización es absolutamente anglosajona e incluye a conservadores del calibre de Burke.