POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 8

Carta a los lectores

Editorial
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Dos acontecimientos mayores, la elección norteamericana del 8 de noviembre, y la nueva etapa de la perestroika –cambios en el Comité Central del PCUS, investidura de Mijail Gorbachov como jefe del Estado, crisis de las nacionalidades, nuevas dificultades en la economía soviética–, encabezan hoy el índice, de POLÍTICA EXTERIOR.

La llegada de George Bush, elegido con el contrapeso de una mayoría demócrata en el Congreso, abre previsiblemente una etapa de estable continuidad en la política exterior norteamericana. Esa línea de estabilidad contrasta con lo imprevisible de la evolución soviética. Bush ha anunciado que nombrará a James Baker, el más brillante de sus colaboradores, secretario de Estado. Es un modo de indicar que la política exterior –es decir, la presencia mundial de Estados Unidos– se mantendrá, frente a toda propuesta de repliegue. El propio Baker ha insistido a lo largo de la campaña en un punto esencial: en la última elección americana se debatían, según repitió una y otra vez, opciones ideológicas muy distintas, no meras cuestiones técnicas. El candidato demócrata Michael Dukakis carecía, según Baker, de proyectos claros en materia de seguridad y defensa; no supo, insiste Baker, explicar a los electores el papel internacional de Norteamérica a lo largo de un fin de siglo como el que se avecina, lleno de transformaciones en curso y de riesgos emergentes. George Bush no aumentará, pero tampoco reducirá el presupuesto de defensa (7 por 100 del PIB norteamericano, 19 por 100 del PIB soviético), pero intentará sobre todo insistir en el esfuerzo mantenido por Reagan –y comenzado por Carter, no se olvide– en torno a las nuevas generaciones de armas inteligentes. En ese proceso de aplicación de las nuevas tecnologías –óptica, física de las partículas…– a la defensa, pueden residir nuevas y consistentes oportunidades para la paz. La superioridad científica de…

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