POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 158

Colombia se asoma a la paz

Guillermo Pérez Flórez
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El conflicto colombiano refleja el choque entre dos mundos: el urbano de las clases dirigentes y el rural existente en casi todo el territorio, donde vive una mayoría pobre. La paz que hoy se negocia busca poner fin a la violencia y traer mayor democracia al país.

Dice el presidente de Uruguay, José Mujica, que “lo más importante que está pasando en América Latina es la tentativa de construir paz en Colombia”. Y es verdad. La paz abriría un nuevo capítulo no solo en la historia colombiana sino en la de América Latina, significaría la superación de un conflicto armado que es un hijo no reconocido de la guerra fría. Por esta razón, Mujica aceptó reunirse con las Fuerzas Armadas Revolucinarias de Colombia (FARC) en La Habana, tras la cumbre de mandatarios de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), a finales de enero pasado. El encuentro muestra la buena marcha de las conversaciones, de otra forma Bogotá no lo hubiera aceptado.

Mujica fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, la guerrilla uruguaya de los años sesenta y setenta. Estuvo preso casi 15 años durante la dictadura (1972-85), y tiene por tanto la sensibilidad requerida para dirigirse a unos guerrilleros que libran una guerra desde hace más de medio siglo, que ha causado miles de víctimas mortales y el desplazamiento forzado de más de tres millones y medio de campesinos, uno de los más grandes del mundo. A esto hay que sumar la larga lista de secuestros y extorsiones, de lisiados, exiliados, viudas y huérfanos. Es mucho el daño humano de esta guerra, palabra inadecuada para describir el caso colombiano, razón por la cual se habla de conflicto armado. La cuantificación objetiva de su coste es una misión imposible. Habría que estimar no solo los 4,5…

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