POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 11

Colombia y la guerra contra la droga

Bruce M. Bagley
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Aparte de los traficantes estadounidenses, los colombianos obtienen más beneficios con el comercio de la droga que los de cualquier otra nacionalidad del hemisferio occidental. Durante los años ochenta, del 70 al 80 por 100 de la cocaína refinada y del 50 al 60 por 100 de la marihuana disponible en el mercado norteamericano proceden de Colombia. Este país también figura como el mayor proveedor mundial de “quaaludes”1, y existen indicios de que a mediados de los ochenta los traficantes colombianos comenzaron a ensayar también cultivos de opio. Además, las organizaciones de la mafia colombiana se han implicado prácticamente en todos y en cada uno de los aspectos del tráfico de narcóticos, desde la financiación, a través de operaciones de contrabando, de plantaciones y laboratorios de droga en Colombia y en otros países suramericanos, hasta redes de distribución, tanto a gran escala como en la calle, en los Estados Unidos, Canadá y Europa.

Se supone que sólo el cartel de Medellín gana entre 2.000 y 4.000 millones de dólares al año y rivaliza, en términos de volumen de negocio, con muchas de las 500 grandes empresas mundiales que clasifica la revista “Fortune”. Con toda probabilidad, entre 2.500 y 3.000 millones de dólares de beneficios son repatriados cada año a Colombia, incluyendo en esta cifra las exportaciones de todo tipo de narcóticos. Actualmente las drogas figuran por encima del café (entre 2.000 y 2.500 millones de dólares) como la principal fuente de divisas del país.

La aparición de Colombia, a lo largo de la pasada década, como uno de los principales países en el origen y en el tráfico de drogas ha atraído, comprensiblemente, la atención de políticos, funcionarios judiciales y periodistas estadounidenses. En efecto, para la mayor parte de los americanos Colombia es sinónimo de tráfico de drogas….

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